Columnas la Laguna

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MENTALIDADES Y MODA

CLAUDIA GUERRERO S.

En los primeros años del siglo XX, París fue el centro de importantes cambios culturales de la historia, y entre las primeras conquistas simbólicas de las mujeres está la que les otorgó la libertad de poder deshacerse del corsé cuando Paul Poiret lanzó una línea completa de vestidos en los que subió la cintura hasta el pecho; otra innovación, la del corte del pelo cuya invención es atribuida por algunos al peluquero Henri Labarbe cuando llegó a su salón la actriz Josephina de Clery con el pelo quemado en un lado de su cabeza y con sus tijeras lo arregló, y cortó y rizó el otro lado para equilibrarlo, aunque otros lo atribuyen —según el diario francés “La depeche”— a un artista capilar varsoviano llamado Antonio, quién habría hecho el primer corte de “peinado de chico” a la célebre comediante francesa Eve Lavalliere.

Las mujeres en Francia se dividían entre las que respetaban las costumbres y que consideraban el largo del pelo como parte de su feminidad, y entre las modernas que sin arrepentimiento sacrificaban su cabello por algo que era práctico, chic, y pensaban que los cabellos largos sólo complicaban la existencia con los peines, pasadores, pinzas y demás accesorios y que elegían entre los estilos de efebo, a la Juana de Arco o a la Vera Sergine.

En los años veinte el periódico Le Radical publicó una nota titulada “Les flappers” en las que el articulista opinaba que no existía la posibilidad de que este fenómeno de origen americano sucediera en Francia; el término significaba aleteo de perdiz y se atribuyó a jovencitas que habían crecido durante la guerra, que tenían la convicción de que era necesario tomar la iniciativa para hacer las cosas por su cuenta, simplificar la vida propia y ser independientes. Usaban faldas cortas y maquillaje excesivo, escuchaban jazz, alardeaban de su desdén por los comportamientos aceptables, bebían, fumaban, conducían automóviles, trataban el sexo de manera casual y su mentalidad rebelde incluyó la decisión de cortarse el pelo al estilo “bob” que se hizo famoso por la famosa bailarina Irene Castle; a raíz de esta moda las barberías, que eran los únicos lugares en los que se cortaba el pelo, pasaron de ser 5 mil en 1920 a 21 mil en 1924.

En México, la Revolución Mexicana y la primera gran guerra provocaron un cambio en la actuación femenina y los nuevos cánones de feminidad incluyeron por una parte el cambio de los vestidos encorsetados del porfiriato a otros sin mangas, con faldas cortas y sueltas que dejaron ver los brazos y las pantorrillas, y, por otra, el de las trenzas y cabellos largos por el pelo corto; a las mujeres que siguieron esta moda se les llamaba “pelonas” y en el verano de 1924 se libró una batalla que creaba disputas entre los hombres que atacaban a las mujeres que tomaban la decisión de cortarse el cabello, lo que representaba la toma de partido por lo moderno o lo tradicional, y más que tratarse de que el largo cabello dividiera la pureza y la feminidad de las mujeres, se trataba de la emancipación de la mujer de su papel tradicional en los quehaceres domésticos y el cuidado de la familia.

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