Miles de personas volvieron a congregarse en la CDMX. (AP)
No existe el semáforo naranja al límite por COVID-19 en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Para los capitalinos es un color verde, por eso atiborran las calles para acudir a las romerías navideñas y tienen tiempo para pasear en familia o comer sobre la banqueta.
Unas horas después de que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, advirtió que se vive un momento crítico por el COVID-19 y pidió a la población quedarse en casa, ayer miles de personas volvieron a congregarse en el primer cuadro de la Ciudad.
Nadie guardó la sana distancia y no les importó si el visitante de al lado lleva bien puesto el cubrebocas o si se lo retiró para escupir o fumar un cigarrillo.
El número de personas que visitaron el Centro Histórico para comprar diferentes productos, como árboles de Navidad o esferas, fue en ascenso conforme transcurrieron las horas.
El sábado, la avenida Pino Suárez era intransitable, las personas bajaban de las aceras para sortear a aquellos que caminaban lento viendo los aparadores.
A un costado del edificio sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), sobre la calle Venustiano Carranza, había poco espacio para detenerse.
La cantidad de personas generó confusión para la coordinación entre policías auxiliares y trabajadores del Gobierno capitalino, pues durante un momento no sabían si permitir únicamente el ingreso o bien la salida.
En las calles de Mesones, República de Uruguay, Correo Mayor, se tenía que ir paso a paso, para avanzar.
