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Enriqueta Ochoa: Urgencia de poesía

La reconocida poeta lagunera falleció un día como hoy, pero de 2008

Enriqueta Ochoa es la poeta lagunera que más se ha publicado a nivel nacional e internacional. (ESPECIAL)

Enriqueta Ochoa es la poeta lagunera que más se ha publicado a nivel nacional e internacional. (ESPECIAL)

SAÚL RODRÍGUEZ

Enriqueta Ochoa (Torreón, 1928) comenzó su andar poético a la temprana edad de nueve años, pero no fue hasta los 18 cuando decidió escribir de manera formal. En ese entonces, la futura escritora se colocó bajo la instrucción del profesor Luis Felipe del Río Rodríguez para estudiar composición poética.   

Asimismo, también estudió con Rafael del Río Domínguez, en cuyo curso conoció la obra de autores como Maiakowsky, Raimer, Rilke, Oscar V de Lubies, Nietzsche, John Persé, Octavio Paz, Salvador Novo, Pablo Neruda, Marcel Proust y José Ramón López Velarde, entre otros.

En una entrevista concedida a Sergio Luis Rosas y publicada en este diario en agosto de 1989, la poeta comentó la génesis de su primera publicación, tras finalizar su curso con Rafael del Río: “Al término de ese curso y bajo la influencia de Nietzsche, escribí Las urgencias de un dios (1950), pues el creador está a punto de nacer en cada uno de nosotros. Su nacimiento es lento porque no hemos aprendido a amarlo. Dios nace en Santa Teresa, en San Juan de la Cruz y en los místicos de Oriente. Deseo un Dios colectivo”.

Según la investigadora veracruzana Esther Hernández Palacios, autora del libro Enriqueta Ochoa: la configuración de un femenino sagrado (Fondo de Cultura Económica, 2019), la publicación de Las urgencias de un dios colocó a la poeta lagunera ante un clima no sólo de condenación, sino de desaprobación. 

El libro fue prohibido desde los pulpitos de los sacerdotes de Torreón y San Luis Potosí, quienes lo consideraron herético, peligroso y pornográfico. Pero Enriqueta sabía que la búsqueda de Dios era un fin al que se podía aproximar desde distintas perspectivas”.  

“Todos los seres humanos deberíamos dar gracias a Dios por venir a la Tierra, por poder actuar, no ver la vida como algo pasajero, tener una misión y cumplirla. Superarnos cada día aun a costa de cansancio o de lo que sea, siempre debemos cumplir”, comentó la poeta a Angélica Bustamante Archundia, en una entrevista publicada en enero de 1989. 

Además de Las urgencias de un dios, la lagunera dejó un legado poético que incluye obras como Los himnos del ciego (1969), Cartas para el hermano (1973), Testimonio (1978), El retorno de Electra (1978), Canción de Moisés (1984), Bajo el oro de los pequeños trigos (1984), Antología (1944), Asaltos a la memoria (2004), Enriqueta Ochoa para niños. Que me bautice el viento (2004) y Poesía Reunida (2008). 

Para la propia Ochoa, la poesía suponía “el hallazgo de lo insólito en lo cotidiano”. Un acontecimiento que se genera después de descender en las zonas más profundas del ser, en esos rincones más allá del subconsciente.

En Ochoa, es indudable la inspiración religiosa, pero esta misma se transformó con el paso de los años. A pesar de ser considerada como una poeta católica, también fue cercana al islam, pues vivió en el norte de África y tuvo la oportunidad de presenciar los funerales del rey Mohamed V en Rabat (Marruecos).   

En una entrevista hecha realizada Jesús M. Moreno para El Siglo de Torreón en abril de 1985, cuando la poeta recibió el Premio Abril, declaró: 

“Lo que más me ha impresionado es en África, a la muerte del rey Mohamed V. Conocí toda su forma de duelo, vestidos de blanco (es el luto de ellos), cantaban por las colinas versos del Corán, se mataba mucha gente por su rey y toda la ciudad se mecía en aromas y rumores. Al siguiente día, al subir al trono, el nuevo rey paseó en un caballo por toda la ciudad, era algo muy imponente”. Y es que, como todo escritor, la muerte también era un tema que interesaba a Enriqueta Ochoa. En esa misma entrevista con Jesús M. Moreno, comentó.

“Siempre se llora por la muerte de los seres queridos, es un llanto egoísta, porque nos quedamos solos, no los volvemos a ver cuando los necesitamos”.  

La tarde del 1 de diciembre de 2008, alrededor de las 16:00 horas, la pluma de Enriqueta Ochoa se detuvo para siempre en su casa de Ciudad de México, tras ser víctima de una trombosis intestinal. Tenía 80 años.  

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