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Mejor adicto que asesinado

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Ayer el Senado de la República aprobó por una amplia mayoría una iniciativa de ley para despenalizar el consumo de la marihuana con fines lúdicos, así como su cultivo, transformación y comercialización de la misma.

La propuesta de reforma de ley pasa ahora para su ratificación o, en su caso, modificación a la Cámara de Diputados, donde la mayoría del partido de Morena puede permitir anticipar se ratifique la iniciativa que impulsó un senador del mismo instituto político en la Cámara Alta del Congreso de la Unión.

Es entonces casi inminente que, luego de más de un siglo de prohibición expresa, en nuestro país dentro de algunos meses, y que por décadas resultó un tabú social, ahora desde la legalidad se puedan inhalar los humos que se desprenden de esta emblemática hierba enervante.

El debate, pues, se ha decantado por la corriente que propulsó por un claro liberalismo (ironías de la vida, Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, es quien da este golpe de libertad) en la que le permite al individuo tomar sus propias decisiones sobre su humanidad, por encima de la corriente del pensamiento que sostiene que el Estado debe intervenir en las decisiones incluso por encima de la persona en aras de su bien.

Ya en otras partes del mundo se había optado por esta tendencia. Portugal y Holanda hace más de una década habían liberado, además del consumo de la propia marihuana, la ingesta de hongos alucinógenos. En las calles de la liberalísima Ámsterdam igual en una esquina se miran tiendas especializadas en la venta de las drogas, con carteles claros donde especifican las características que ocurrirán en la mente, así como las sensaciones que se vivirán si se opta por comer estos productos prohibidos en casi todo el mundo.

Uruguay en América Latina ya tiene años que dio el paso en el mismo sentido de la liberación del cannabis. Y en la superpotencia mundial y mayor mercado consumidor de drogas, los Estados Unidos de América, que deja a sus estados independientes la potestad de normar sobre estos menesteres (a diferencia de México, que la materia es de carácter federal), Colorado, California, Washington, estados de evidente mayor progreso, habían despenalizado el consumo y en esta última elección presidencial la democracia norteamericana sometió en más estados a plebiscito para consultar a los ciudadanos qué postura tomar al respecto. Se sabe que más estados del vecino del norte seguirán también la tendencia liberadora.

La literatura científica de los daños que puede ocasionar el consumo de la marihuana tiene diferentes posturas; algunas de ellas sostienen que ciertamente el uso de este psicotrópico causa inevitablemente daños neurológicos irreversibles en el ser humano, en tanto otras fuentes igual de confiables, si bien es cierto no se atreven a contradecir las posturas alarmistas que dicen que el consumo del cannabis es sí o sí devastador para la salud, dejan claro que esta populosa mata es menos destructiva incluso que el consumo de alcohol. Por supuesto que esta segunda postura se refiere tanto al uso excesivo de la mota como del pisto.

Celebro este avance de la sociedad. La libertad que ahora tendrá la persona en decidir qué fumar o no fumar, equiparable con sus asegunes a la decisión de cada quien de qué comer o no, o qué beber o no, es un paso hacia uno de los derechos naturales de la persona humana por antonomasia: la libertad en sí misma.

Tiene, además del triunfo liberador, el estímulo de que al hacerse legal la mota su precio caerá por naturaleza misma de las leyes de mercado, por lo que, en parte porque ahora los mafiosos trafican con drogas de mucho mayor precio, el poder de los cárteles se verá disminuido por la baja de ingresos que representará la disminución del precio de la hierba. Existen posturas que sostienen que ahora que les baje el ingreso por la venta de la marihuana, los criminales buscarán otras fuentes perversas de financiamiento; puede ser.

Hay también quien dice que crecerá el número de adictos, y es claro una probabilidad, pero será entonces, si crece sustancialmente, un problema de salud pública, que es a escala de valores mejor que un problema de seguridad de la vida de las personas, que están en riesgo por la sarta de asesinos que matan por el control de un mercado prohibido como lo dejará de ser el de la marihuana. Más vale un adicto a un asesinado.

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