Normalizar cifras altas de contagios y defunciones por COVID-19 es aceptar, por la vía de los hechos, la incapacidad social para enfrentar la catástrofe. Para dimensionar lo anterior, comparemos a La Laguna con Japón. El número de personas fallecidas por este virus al 2 de noviembre en La Laguna oficialmente es de 1,042 personas, mientras que en Japón han sido 1,781, es decir, 739 personas más. Si leemos esas cifras en relación con la población total la conclusión es aterradora: los municipios laguneros considerados en esa cifra suman una población total estimada de 1.2 millones, mientras que Japón cuenta con 126 millones. Es decir, una población 100 veces mayor. Desde esa perspectiva, podemos aquilatar lo dramático de la situación en la Comarca y lo necio y peligroso que resulta normalizar la situación.
Podrá decirse que Japón es un ejemplo mundial de manejo de la pandemia y que la comparación es desproporcionada. Si hubiera una parte de razón en esa objeción, no anularía el hecho de que el número de fallecidos y contagios no tiene porqué ser forzosamente tan alto como lo es en La Laguna y, mucho menos, que debamos acostumbrarnos siempre al peor escenario. Eso es normalizar la mediocridad como forma de organización y aspiración social.
¿Por qué en esta situación hemos estado contra las cuerdas desde el inicio? Era previsible que ante la irrupción súbita fuese difícil atinar alcances y reacciones. Pero vimos también cómo relativamente pronto los países (población más gobiernos) que se tomaron en serio el peligro actuaron soportados en la evidencia científica disponible. Hoy varios de esos países tienen rebrote y las medidas que están asumiendo son drásticas y no dejan lugar a la ambigüedad. Saben cómo ha actuado el virus y no han temido a cierres parciales, totales o toques de queda, amén del estricto cumplimiento de medidas básicas.
De acuerdo con la OMS, un rebrote se consideraría tal si en algún momento se hubiese tenido control de la pandemia, lo cual implicaría una positividad del 5 por ciento. Ni como país ni como región hemos tenido ese porcentaje de positividad, aunque se hayan tomado decisiones como si se hubiera tenido. Por eso en nuestro caso no se trata de un rebrote, sino un repunte de algo que en ningún momento se ha controlado.
A propósito de colores, porque más vale una colorada que cien descoloridas: el centro de información de referencia mundial en COVID-19 de la Universidad Johns Hopkins, señala que para tomar decisiones a partir de una fotografía amplia de la situación en un momento y una región determinada deben considerarse tres aspectos: casos nuevos, tasa de pruebas y tasa de positividad. Básicamente son los insumos que pueden impactar al resto de los factores ponderables. Llama la atención que el seguimiento en La Laguna, incluso en medios y análisis independientes de la sociedad civil, no haya considerado la calidad informativa de las tasas de pruebas y de positividad como indicadores críticos para establecer el riesgo.
¿Cuántas pruebas es necesario hacer? La OMS recomienda como criterio de un número adecuado de pruebas una positividad de entre 3 y 12 por ciento. De acuerdo con el Tablero interactivo sobre COVID-19, el número de pruebas contabilizadas en La Laguna en 8 meses prácticamente es igual a las que se hacen en la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) cada dos semanas. La positividad, con esa baja cantidad de pruebas para La Laguna, es superior en 8 veces a lo que podría ser considerado como control. Sin embargo, mientras el número de pruebas sea bajo, no tendremos una fotografía de la situación para tomar decisiones de mejor precisión.
El riesgo de contagio sabemos que es para todas las personas, pero se acrecienta si socialmente no cooperamos para disminuir condiciones de propagación. Vaya un reconocimiento a todo el personal de la salud con disposición y energía para seguir atendiendo personas hospitalizadas por COVID-19. Ojalá su generosidad disculpe necedades como las 235 fiestas dispersadas por la autoridad este fin de semana.
VIENTOS DEL NORTE:
Hoy es la elección presidencial en Estados Unidos y uno puede preguntarse si la gestión mundial de la pandemia habría sido diferente sin Trump en la presidencia. Por lo visto y dicho, lo que sí es seguro es que será muy diferente si Biden es elegido. Hay otros temas globales cuya atención también requiere un papel honroso y responsable por parte de ese país como potencia que aún es.
@EdgarSalinasU
