La carta enviada por congresistas de Estados Unidos a Donald Trump, en la que expresan su preocupación por la política energética del Gobierno de México, se refiere a la competencia por el mercado nacional de gasolinas, entre las compañías norteamericanas y Petróleos Mexicanos (Pemex). A ello se debe que la misiva contenga una exigencia expresa, para que Pemex cumpla los compromisos que contrajo en tiempos de Peña Nieto con empresas petroleras del vecino país, atinente a los contratos de importación de gasolinas al mercado mexicano.
López Obrador niega que la misiva tenga sustento, y argumenta que en el Tratado México, Estados Unidos y Canadá, (T-MEC), el tema energético quedó reducido a una cláusula que reconoce la soberanía de México, en términos de lo dispuesto por nuestra Constitución. El complemento a la respuesta del Presidente la ofrece Rocío Nahle en su comparecencia ante el Senado el lunes pasado, cuando reconoce que el mercado nacional está "inundado" de gasolina procedente del exterior, en parte introducida legalmente y en parte de contrabando, en lo que la secretaria de Energía denuncia como "huachicoleo desde arriba", que es causa de una grave saturación tanto del mercado, como de la planta de almacenamiento de Pemex.
El problema no es menor. Basta recordar que en marzo pasado inició una guerra de precios del crudo a nivel internacional, originada por un exceso en la producción mundial que saturó la capacidad de almacenamiento, lo que colapsó el precio y obligó a los países petroleros, a reducir sus cuotas de producción. A esa luz se entiende el empeño de López Obrador por mantener el proyecto de la refinería Dos Bocas, y se entiende que Felipe Calderón haya intentado en su día andar por ese camino, porque la disposición de gasolinas refinadas de producción nacional, es un instrumento regulador del mercado interno, ante una realidad que indica que la importación de gasolina y la competencia que implica, han resultado tan peligrosas como el viejo monopolio de Pemex.
Es muy pronto para saber si la refinería Dos Bocas va a estar terminada en el año dos mil veinticuatro y el resultado de su cuestionada construcción en términos de eficiencia productiva es incierto sin embargo, todo indica que los planes para construir la nueva refinería son acertados, porque es indispensable aumentar la producción de gasolinas nacionales, para reducir nuestra dependencia del exterior. Falta que el gobierno de López Obrador explique qué medidas va a tomar su gobierno para asegurar que la corrupción va a terminar en Pemex y el modo en que va a salvar del yugo del sindicato petrolero a la nueva refinería, como condición para que la operación de la planta sea costeable
En el caso de la carta en comento, el reclamo de los Congresistas Norteamericanos se basa en contratos firmados desde antes del actual sexenio, por lo que si el gobierno de López Obrador quiere librarse del cumplimiento de uno o varios de esos contratos, tiene que fundar en derecho su pretensión y acreditar que hubo dolo en la celebración de los mismos o enfrentar una reclamación económica indemnizatoria, en tribunales internacionales. De igual manera, si el régimen actual comprueba, que en la celebración de los contratos cuestionados existe inequidad, o alguno de los funcionarios de Pemex del pasado reciente incurrió en responsabilidad, deben ser llevados a la justicia, sin necesidad de consulta popular de por medio.
En el laberinto en que se encuentra nuestro país en materia energética, el abandono de los hidrocarburos y el salto a la producción de energías limpias y renovables es un sueño realizable, pero solo a mediano y largo plazo, y el camino no está exento de obstáculos, como lo demuestra la experiencia de países que por años han apostado por tal alternativa. Es evidente que los Estados Unidos y México, están juntos en una visión del problema energético que privilegia el uso de los combustibles fósiles, pero el hecho de que por hoy dispongamos en nuestro territorio de reservas de hidrocarburos suficientes, no debe ser motivo para dormir en nuestros laureles, ni debe ser excusa para dejar de avanzar en el desarrollo de nuevas alternativas energéticas.
