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Más ciudadanía y menos idiotez

ÉDGAR SALINAS URIBE

A nadar se aprende nadando. De nada aprovecha saber que para nadar sea necesario generar movimientos de los miembros superiores, inferiores y cuerpo para vencer la resistencia opuesta por el agua si nunca nos metemos a ella para practicarlo. Si la persona no hace esos movimientos, terminará por hundirse. Afianzar un conocimiento y convertirlo en hábito implica ponerlo en acción, practicarlo.

Este ejemplo clásico del aprendizaje por vía de la práctica también ayuda a comprender que a vivir en sociedad se aprende conviviendo. El solo hecho de que haya otras personas en el espacio que compartimos genera la obligación de ciertos comportamientos imprescindibles para una convivencia estable y duradera. A diferencia de lo que podría hacerse en un entorno al margen de una comunidad, convivir en una exige que los comportamientos personales no afecten a otros. Por eso uno de los elementos básicos de la convivencia es el respeto. Y a respetar se aprende (se hace hábito) respetando.

Conducirse cívicamente significa comportarse como ciudadano, es decir, habitante de una ciudad, de una comunidad. Antiguamente, quien no estaba dispuesto a comportarse conforme a la ciudad era expulsado de esta o castigado de otra forma. Más allá del castigo y las formas que este adquiría, lo relevante era el principio que se defendía: la convivencia ciudadana requería ciertos comportamientos cívicos para el bien de la ciudad. No estar dispuesto a seguir o francamente romper los lazos cívicos era propio del "idiotés", es decir, del idiota. En esa perspectiva, lo contrario al ciudadano sería el idiota, en tanto estorbo para la convivencia en la ciudad. En nuestra época pueden parecer duras las expresiones, pero habría que puntualizar que lo reprobable es la conducta. Para decirlo más claramente, la conducta anticiudadana es una conducta idiota.

La complejidad de las sociedades actuales y el tamaño de las ciudades han hecho que el ejercicio de la ciudadanía contemporánea esté animado por eso que conocemos como grupos de la sociedad civil organizada. Generalmente los movimientos y las movilizaciones son motivadas por iniciativas de pequeños grupos muy bien organizados que van diseminando ideas en función de causas específicas para mejorar la convivencia, ampliar derechos o impulsar conductas deseables.

En el contexto de la catástrofe por COVID-19, han sido los grupos de la sociedad civil los que han estado animando al resto de la sociedad a seguir conductas para mitigar la propagación y disminuir sus efectos. También han sido grupos de la sociedad civil los que han ayudado a dimensionar técnicamente las estrategias y sus consecuencias. Y grupos de la sociedad civil muy específicos siguen argumentando sus llamados a la ciudadanía en general para asumir comportamientos cívicos en tiempos de catástrofe sanitaria. En La Laguna, el llamado más reciente, casi como grito desesperado, es el hecho por la comunidad médica ante el repunte de casos en la Comarca.

Desgraciadamente, aunque en una ciudad o en una comunidad, o incluso en un país, haya grupos de ciudadanos organizados que estén llamando a conductas cívicas al resto de la sociedad pocos resultados habrá si prevalecen conductas idiotas ante este contexto. Vaya un ejemplo: por más que se promueva el uso de cubrebocas, si no lo usa al menos el ochenta por ciento de una comunidad -como señalan especialistas- su eficacia agregada en términos de freno a la pandemia no será la suficiente para disminuir drásticamente la propagación del virus. Perdemos todos. Y perdemos no por el entusiasmo y compromiso de ciudadanos ejemplares y organizados, sino por una conducta idiota mayoritaria.

También la OMS ha reiterado sus indicaciones para una conducta ciudadana en estas circunstancias de propagación del virus en una comunidad: procuremos reducir la exposición al riesgo (toda la población por principio lo tenemos) siguiendo sencillas precauciones: cubrebocas, distancia física, ventilación de espacios cerrados, evitar sitios concurridos, higiene constante de manos y estornudo de "cortesía" o "higiénico".

A convivir se aprende conviviendo. El respeto es la conducta básica. Si lo que hago o dejo de hacer en una situación de emergencia daña o afecta a otra persona, mi conducta no es respetuosa y se acerca más a la idiotez que a una conducta propiamente ciudadana. En nuestros días urge más ciudadanía y menos idiotez, como quizá también se dijo en la Grecia antigua.

@EdgarSalinasU

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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