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Supremo Sofista

DENISE DRESSER

Las energías limpias son "un sofisma" afirmó el Sofista en Jefe, el Sofista Mayor, el Señor de los Sofismas. Desde la mañanera, López Obrador despliega como estrategia de gobierno aquello que el Diccionario de la Lengua Española define como "sofisma": "Razón o argumento falso con apariencia de verdad". El presidente todo lo trastoca, todo lo redefine, todo lo resignifica para que lo blanco sea negro, el petróleo y el carbón parezcan la panacea, lo ciudadano sea "fifí", la defensa de fideicomisos científicos sea la defensa de la corrupción, la lucha por derechos se vuelva la apología de los privilegios, lo progresista se convierta en conservador. El país que AMLO quiere es uno que se reacomoda a la profundidad de sus prejuicios, y al tamaño de su ignorancia. Muy cerca de los preceptos del nacionalismo revolucionario, y muy lejos de la modernidad. Muy cerca de las mentiras y muy lejos de la verdad. El México de los Libros de Texto Gratuito que cuentan la historia de una patria victimizada y expoliada que solo un protector del pueblo puede salvar.

Es una narrativa deshonesta pero eficaz. Se construye sobre años de adoctrinamiento oficial sobre la defensa de la soberanía nacional. Se inserta en el discurso patriotero de la nación puesta en jaque por Repsol e Iberdrola, contratos leoninos, vendepatrias traicioneros, colonizadores rapaces. Forma parte de un fantasía amarga, vanagloriosa y xenofóbica, que inventa triunfos asegurados, pero ignora desastres producidos. Ante cualquier cuestionamiento -como la carta de senadores estadounidenses acusando al Gobierno de violar obligaciones contenidas en el T-MEC- el presidente se envuelve en la bandera nacional, desempolva la retórica del lopezportillismo, y miente una vez más. No importa que esas obligaciones existan y su administración haya firmado un tratado suscribiéndolas. No importa que los precios de la energía solar hayan bajado dramáticamente, y eso beneficie a los consumidores. No importa que su promoción ayude al planeta porque es menos contaminante que el carbón. No importa la realidad sino su reinterpretación.

Las falsedades de AMLO siempre son dañinas, pero en el caso del modelo de desarrollo económico y energético resultan particularmente contraproducentes. Bastaría con que el presidente se tomara el tiempo de leer, de informarse, de escuchar no solo a Bartlett y a Nahle, de interactuar con los verdaderos expertos en energía que conforman el grupo #WeTweetEnergy como Víctor Ramírez, Elié Villeda, Paul Alejandro y tantos más. Si lo hiciera sabría el daño que producirá beneficiar a los viejos monopolios de la CFE y Pemex, en vez de impulsar a las nuevas energías que cuestan y contaminan menos. Entendería que sí es violatorio del T-MEC otorgar preferencia a las empresas del Estado y desconocer contratos establecidos, exponiendo al Gobierno a costosos litigios internacionales. Comprendería que su política energética corre en contra de la Constitución, y por ello la SCJN examina una controversia constitucional interpuesta por la Comisión Federal de Competencia ante la arbitrariedad de la Secretaría de Energía. Vería que su obsesión por regresar al estatismo energético no colocará al país en una posición de mayor soberanía, sino de mayor desmodernización. Se daría cuenta que un Estado quebrado necesitará inversión privada para producir empleo y generar crecimiento, pero AMLO la ahuyenta.

En algo tiene razón el presidente. A él no le paga Repsol; le pagan los mexicanos para servirles. Le pagamos para que respete la Constitución y haga valer las leyes. Le pagamos para que defienda el interés público y no el interés político de Pemex y la CFE. Su prioridad deberían ser los consumidores, su bolsillo y su salud, no la compra de carbón para financiar la estatización. Su meta debería ser la energía limpia que beneficie a todos y no la energía sucia que favorezca a dos compañías caras y contaminantes. El Gobierno existe para regular a la iniciativa privada, no para acabar con ella; existe para limitar la rapacidad, no para traspasarla de Repsol a Bartlett y Nahle. En el ámbito energético como en tantos más, el nacionalismo no es lo mismo que el patriotismo. Lo primero ayuda a los políticos oportunistas; lo segundo protege a los ciudadanos de los abusos que cualquiera, incluso el propio Estado, puede cometer. Creer lo contrario es el verdadero sofisma.

Ático

Al presidente no le importa la realidad. Quiere que México se reacomode a sus prejuicios, lejos de la verdad, de la modernidad.

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