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ANÉCDOTAS

EL MUNDO CIBERNÉTICO PONE LOS PELOS DE PUNTA

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

La advertencia aparecida en el internet es clara y precisa; no deja lugar a duda, me sorprende y me confunde: “El mundo cibernético es un lugar peligroso; los criminales se infiltran en los sistemas e instancias, asaltan privacidades y trastocan estilos de vida, provocando situaciones catastróficas e inevitables. Los malhechores cibernéticos son astutos y diabólicos, altamente innovadores y persistentes, infractores de la ley y operan en las sombras.” (¿Se trata de un mensaje injertado por Lucifer, cuya principal arma de combate consiste en hacerles creer a los humanos que no existe?

Abro mi libreta con pastas de tejido vegetal elaboradas por afromexicanos de la costa chica de Guerrero y apunto las truculencias del mensaje que por casualidad capté en la pantalla de la computadora que me sirve para escribir y mandar mensajes y pienso al mismo tiempo: ¿Sabrán los educandos del nuevo ciclo escolar -por ahora vía internet- de los riesgos que implica el uso del sistema digital para su enseñanza y formación académica fuera de las aulas? ¿Lo sabe el gobierno?

El regreso a la escuela -virtual por ahora- demanda más seguridad y un primer paso sería la protección de los portadores portátiles: computadoras de escritorio, tabletas, teléfonos celulares y los demás dispositivos que surjan en esta veloz carrera de la tecnología. Abandono y descuido de las laptop, de los teléfonos móviles extraviados y la carencia de seguros contra los virus, figuran entre las principales causas que abren las puertas a los criminales cibernéticos, previene el informe leído en la pantalla.

Añade: “Hay espionaje, acoso, infiltraciones, robo de datos personales y lo peor, robo de nuestro dinero. No sólo son riesgos cibernéticos, sino también de terrorismo que se superponen cada vez más uno del otro. Hay amenazas contra los activos físicos, los gobiernos, las redes eléctricas, presas, redes de telecomunicaciones, sistemas de transporte e instalaciones nucleares civiles y oficiales”, remarca ominosamente el aviso preventivo. “Para combatir las amenazas cibernéticas -aconseja- es necesario que el gobierno y los ciudadanos entiendan que estamos juntos en la lucha contra un enemigo común, un enemigo oculto que opera detrás de nuestras organizaciones y dispositivos, difícil de detectar, de vencer y de castigar. ¿(Es un llamado con fines comerciales? me pregunto, pues me desconcierta que todo el mundo, comenzando con los nietos que tanto encantan, usa, sin quejas, el sistema cibernético).

En fin, continúo: Estas contingencias del mismo modo se han vuelto inadvertidas ante el escrutinio público, el escrutinio de los maestros sobre todo y quizá ello se deba a las necesidades de adaptación sobre la marcha al novísimo sistema que ahora tiene en casa a los alumnos suspendidos de la televisión, la tableta o el teléfono celular, sin padre ni madre que les oriente y proteja porque ellos tienen otras ocupaciones relacionadas con el mantenimiento del hogar. El profesor en línea no asume tales responsabilidades, pero sí lleva una gran carga encima: impedir desviaciones digitales.

Abjuro de las sinuosidades del ciberespacio y cambio de canal: “El exorcista”, es la invocación porque desde que vi la película me encantaron las escenas donde Regan levita con todo y cama; habla como Satanás, vomita sopa de verduras descompuestas sobre el rostro del sacerdote que intenta liberarla del demonio, utilizando crucifijos, rosarios y oraciones al mejor estilo presidencial, gira la cabeza para todos lados y desciende por la escalera patas para arriba, despilfarradora de una fuerza sobre humana que al final de cuentas les costó la vida al cura exorcista y a su ayudante. Ella misma, concluida la diabólica filmación, requirió tratamiento sicológico para retornarla a la normalidad, pero su vida ya no fue la misma. Continuó poseída por el demonio de las drogas y el alcohol y se apagó su estrella.

Lo que sí quedó claro fue que en la célebre película de terror, Satanás no pudo con ella y batalló para infiltrarse en su cuerpo y mente, vociferando como demonio del octavo infierno en la curva alta de la posesión maligna, intentando apoderarse de la inerme Regan (Linda Blair, su nombre verdadero).

No hay comparación entre uno y otro tema, quizá similitudes: el demonio trastoca estilos de vida, es astuto e infringe la ley, igualito que los criminales cibernéticos, pero uno de los asuntos me alarma (el ciber espacio) y el otro (la película luciferiana) me entretiene. Los dos, de cualquier manera, me enchinan el pellejo.

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