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La elección presidencial y el destino de la democracia estadunidense

JORGE ALVAREZ FUENTES

En breve, los estadounidenses elegirán entre sacar a Trump de la Casa Blanca y dejarlo 4 años más. Mucho está en juego en la elección del 3 de noviembre, no sólo la posible llegada de Biden y una administración demócrata. La elección presidencial en EUA tendrá, como nunca, múltiples repercusiones en todo el mundo. Y vaya que nos debe interesar e importar muchísimo en América Latina y el Caribe, en México, lo que suceda. La única superpotencia, por mucho, está en el epicentro de la crisis sanitaria global provocada por la pandemia del COVID-19 (con el 20% de los fallecimientos en el mundo y sólo el 5 % de la población). Hay estimaciones que la primera economía, la locomotora que jala al resto de las economías, sufrió una caída superior al 30 % en el producto interno bruto en el segundo trimestre. Se trata del peor desplome en la producción y la mayor contracción y crisis registrada en 73 años. Y el destino de México está estrechamente vinculado con los avances y retrocesos de nuestro vecino del norte y socio comercial, enfrascado con China, la segunda economía del mundo, en una guerra comercial, tecnológica y en una disputa por ampliar o mantener el poder hegemónico en varias latitudes. Además, la elección misma tiene muchas complicaciones, dificultades y riesgos, empezando por las debilidades y obsolescencia del sistema electoral estadounidense, a las que se ha agregado la advertencia del actual presidente de que podría no reconocer su derrota, (lo que no ha ocurrido desde 1792), en presagio de un fraude, lo que podría conducir a un insólito conflicto post electoral.

Para acabar de complicar las cosas ha ocurrido el contagio del propio Trump, esperable ciertamente, dada la irresponsabilidad y patente descuido del gobernante en el que se concentra el mayor poder, en plena campaña que ha buscado articularse en una actitud de negación para eludir el pésimo manejo tanto de la crisis sanitaria como económica. Además, aunado a la pandemia, el gobierno disfuncional de los EUA atraviesa por uno de los periodos más insólitos de aislamiento e incertidumbre internacional, con un marcado abandono en la defensa del orden global liberal y democrático, habiendo múltiples confrontaciones y conflictos en la mayoría de los escenarios regionales y globales. La sociedad multicultural estadounidense vive una profunda crisis interna de valores, de polarización política, de dudas sobre el futuro, su identidad y cohesión, con el regreso del racismo, a pesar del buen desempeño de un capaz y carismático presidente afroestadounidense como Obama.

La democracia estadounidense se ha debilitado gravemente después de la elección de 2016, porque siendo Trump un mediocre empresario, hombre abusivo, metido a político, un populista que comulga con las peores formas de la ideología de ultraderecha, profundamente antiliberal y supremacista, que ni siquiera ha pagado correctamente sus impuestos (a diferencia de los migrantes) se ha volcado, desde la oficina oval, a romper muchas de las reglas, generando más desigualdad y violencia. Asimismo, en el escenario internacional, ha conseguido alinear a países aliados como Canadá y las naciones europeas y luego de maltratar e insultar en aquella campaña, ha continuado presionado a México y al gobierno de AMLO, que ha optado por evitar cualquier confrontación. En la amplísima agenda bilateral figuran, múltiples desafíos: los alcances de la integración económica y el futuro de los intercambios comerciales, la implantación del T-MEC, el control de la migración centroamericana, la gestión de las fronteras y el combate ¿corresponsable? al crimen organizado y el narcotráfico.

Unos de los factores determinantes en la elección será el tamaño de la participación popular, especialmente la de las mujeres y de la importante y numerosa comunidad latina. No solo será cuestión de seguir la votación en estados claves como Arizona, Colorado, Florida, Georgia, Iowa, Maine, Michigan, Carolina del Norte, Ohio, Pennsylvania, Texas y Wisconsin que determinarán el voto popular y el apoyo en el colegio electoral. Debemos preguntarnos: ¿acaso los votantes indecisos optarán por las posiciones moderadas de Biden y las propuestas demócratas, aunque les despierten escaso entusiasmo? ¿Terminarán por desencantarse de la política, más preocupados por el coronavirus y la pérdida masiva de empleos y oportunidades de trabajo para pasar a engrosar las filas del abstencionismo? ¿Habrá dificultades en la gestión y conteo de con los votos que se remitan por correo, cuyo número será considerablemente mayor a causa de las difíciles condiciones generadas por la pandemia?

Si algo dejó el peor debate electoral en la historia reciente de los EUA es que el presidente republicano apostará de nuevo para ponerle un ultimátum al pueblo estadounidense: o me reeligen o sobrevendrá el caos y la ingobernabilidad. Por otra parte, el reciente contagio de Trump y de su círculo cercano será un factor que ambos contendientes buscarán aprovechar en los últimos días de la campaña, ahondando las incertidumbres, el caos, los cálculos y dudas de los ciudadanos que tendrán que aquilatar los serios riesgos por lo que atraviesa la democracia estadounidense y la convivencia civilizada. La preocupación irá más allá de la actuación irresponsable, los discursos racistas y los abusos policiales, mientras aumentan los despidos, el cierre de empresas y negocios y la pérdida masiva de empleos, no habiendo una sólida estrategia nacional en materia de salud. Como sabemos demasiado bien los mexicanos, resultado de nuestra historia, nada de lo que ocurra en Estados Unidos nos será ajeno.

@JAlvarezFuentes

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Escrito en: Editorial Jorge Álvarez Fuentes

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