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Mercado Madero

El mercado que perdió su identidad en Torreón

La expansión de la mancha urbana despojó al mercado de buena parte de su clientela

Décadas separan al mercado de sus mejores días. Jornadas de cortinas alzadas, alta afluencia y una denominación que generaba orgullo y bienestar: 'Somos el mercado del oriente de Torreón'. (EL SIGLO DE TORREÓN/ERICK SOTOMAYOR)

Décadas separan al mercado de sus mejores días. Jornadas de cortinas alzadas, alta afluencia y una denominación que generaba orgullo y bienestar: 'Somos el mercado del oriente de Torreón'. (EL SIGLO DE TORREÓN/ERICK SOTOMAYOR)

IVÁN HERNÁNDEZ

Los colores, los gritones, el ir y venir de los chamucos, las marchantas con bolsas de mandado, incluso los riesgos multitudinarios están ausentes. Enclavado en la colonia Segundo de Cobián, el Mercado Francisco I. Madero luce tranquilo, como dormido.

Décadas lo separan de sus mejores días. Jornadas de cortinas alzadas, alta afluencia, horario corrido y una denominación que generaba orgullo y bienestar: "Somos el mercado del oriente de Torreón".

Surgió en 1954 de una semilla pequeña, apenas un establecimiento, eso fue lo que sus padres le contaron a Samuel González Pérez, secretario general de la Unión de Locatarios de este centro de abastos y político de filiación priista que ha sido diputado local en el Congreso de Coahuila, así como regidor y síndico en dos administraciones municipales. Al año siguiente, ya con un par de puestos en funciones, hubo una modesta inauguración que no figura dentro de las efemérides del municipio.

El secretario cuenta que su papá, Francisco González Sánchez, fue uno de los fundadores de la manzana comercial. Desde finales de los años cincuenta, explica, ha frecuentado estos locales ubicados entre las avenidas Zacatecas y Artes Gráficas, entre las calles Juan E. García y Gregorio García.

OPORTUNIDAD

"Muchos vecinos solicitaban un sitio dónde abastecerse para no tener que ir hasta la Alianza (poniente de la ciudad), esa fue la razón de que el Madero abriera sus puertas", rememora. En ese entonces, Torreón llegaba hasta la calzada Cuauhtémoc. Hacia el levante no había sino lotes baldíos.

Una combinación de emprendedores deseosos de tener a su nombre una fuente de ingresos, el beneplácito del municipio y el respaldo de la Lotería Nacional echaron concreto a la idea.

Además de la primera etapa del Madero, la institución de los sorteos donó a la joven urbe otras dos obras en esa zona: el Centro de Salud y la plaza que lleva el nombre del prócer de la democracia mexicana.

En sus primeros años, el Madero se benefició de la novedad. "Cuando tú instalas un negocio, la gente quiere ir, por eso comenzó a agarrar auge", explicó González Pérez.

Las obras de la segunda etapa fueron concluidas con recursos de un préstamo bancario, a principios de los sesenta. El número de puestos fue duplicado y se hicieron solicitudes al Municipio para detonar la actividad comercial. Según González Pérez, la buena marcha se mantuvo hasta la década de los noventa.

A la manzana comercial acudían vecinos del primero y segundo cuadro de la ciudad, de las colonias Los Ángeles (y su ampliación), Navarro y Estrella.

El crecimiento de la ciudad hacia el oriente beneficiaba a los puesteros. Luego, esa misma expansión de la mancha urbana, con la multiplicación de opciones comerciales que detonó, despojó al mercado de su identidad y de buena parte de su clientela.

¿QUÉ PASÓ?

Un golpe fuerte, y muy presente aunque ya han transcurrido décadas desde aquello, fue que el Mercado de Abastos abrió un área para la venta de mercancías al menudeo.

"Habían dicho que iba a ser para puro mayoreo, pero no fue así. Como ellos compraban más barato, vendían más barato. Los ingresos de los que ofertábamos frutas y verduras bajaron tanto que tuvimos que cambiar de giro", comparte Samuel González.

Ya en el nuevo siglo, la inseguridad estrechó aún más las cuentas de los negocios. "Tuvimos problemas, sí, cuando la violencia estaba en su apogeo", recuerda el secretario.

Otros impactos, también recientes, llegaron con el cierre de dos maquiladoras que había en las cercanías y la mudanza del Hospital General de Torreón. El nosocomio estaba en la avenida Álvarez y calle 8, a escasos metros del mercado, ahora atiende por el Manto de la Virgen, en el extremo oriental de la ciudad.

Los meses de confinamiento y el descenso de las actividades productivas derivados de la pandemia de COVID-19 han respetado la tranquilidad de esta zona de locales. A diferencia de la Alianza o de Abastos, donde lonas y anuncios advierten al comprador que está ingresando a un sitio de alto riesgo de contagio, el Madero no ocupa esos distintivos.

TRADICIÓN

Cincuenta puesteros atienden giros variados. Hay venta de comida, frutería, papelería, farmacia, tortillería, imprenta, sastrería, fabricación de futbolines, vidriería, mueblería y demás.

La locataria con mayor antigüedad, dice el secretario, está en su familia: "doña Licha Pérez Esquivel, mi madre".

Los ocupantes actuales, expone, son hijos de los locatarios originales o incorporaciones que se han dado en años o meses recientes. "No hay mucha rotación", comenta. Las familias del Madero, expone el secretario, son algo más que vecinos comerciales. "Nos apoyamos unos a otros, hay fraternidad", asegura.

A la pregunta de por qué varios locales están con la cortina abajo, responde que en unos casos se debe al coronavirus, los puesteros pertenecen a los grupos de mayor riesgo; en otros, se trata de negocios que solo abren por las tardes.

Samuel González y sus agremiados realizan gestiones para concretar peticiones que incrementen el flujo de clientes: instalar una terminal de camiones en las cercanías; echar a andar el antiguo hospital general o bien una sucursal de la Cruz Roja; inaugurar una escuela de enfermería en el sector. "Seguimos aquí, luchando, con la esperanza de concretar estos proyectos", declara.

HISTORIAL

Documentos disponibles en el archivo histórico de la ciudad muestran que algunas citas del Madero son añejas y que su origen no estuvo exento de problemas.

El 27 de septiembre de 1956, el cabildo torreonense fue informado de que en el centro de abastos se estaban produciendo asentamientos y cuarteaduras.

A finales del año siguiente, la autoridad municipal solicitó el préstamo para concluir la segunda etapa del proyecto.

Un oficio del Departamento de Obras Públicas de Torreón del 13 de marzo de 1958 contiene la solicitud de Benito Canales, jefe de la oficina municipal, para que los locatarios de la sección primera del mercado, compuesta por 22 departamentos, fueran conectados al servicio de luz. La respuesta de la Compañía Eléctrica Mexicana del Norte, fechada el 1 de febrero de 1960, traía adjunta la norma oficial para la instalación típica de servicio eléctrico a mercados.

Un acta notariada del 12 de agosto de 1960, elaborada por Casimiro Valdés de Luna, da cuenta de las condiciones en que Braulio Fernández, alcalde en ese entonces, recibió la obra.

El notario dio fe de la construcción y reparación de los puestos interiores del Madero. Señaló que faltaban llaves terminales de agua de los locales interiores, tapas de registros de la red eléctrica y salidas del servicio municipal, así como pintura interior final en ocho comercios. En el exterior del edificio, 24 departamentos grandes y siete pequeños no habían sido conectados a la red eléctrica. Además, el área destinada a cremerías, mariscos, carnicerías, refrigeración y tianguis se hallaba abandonada y aislada del resto de la construcción. Si bien todos los locales exteriores ya lucían ocupados y con actividad, el interior del mercado se mantenía inactivo.

En el acta de la sesión de cabildo del 2 de febrero de 1961, el cuerpo edilicio confirmó de recibida una solicitud para abrir vías o accesos que facilitaran una mayor asistencia de consumidores al Madero.

En la del 5 de diciembre de 1968 quedó asentado que un grupo de locatarios del Madero se quejaba por la falta de vigilancia.

En otra, del 25 de febrero de 1971, la autoridad municipal consignó la recepción de un escrito donde se llamaba a autorizar la instalación de estaciones de autobuses cercanas al centro de abastos con el fin de aumentar las ventas.

PALABRA

"El trato al cliente y honrar la palabra nos ha permitido sobrevivir", afirma el secretario. Para ilustrar la aseveración, comparte una anécdota protagonizada por su padre.

Un día, un cliente llegó al negocio de futbolines fundado por Francisco González y pidió dos mesas de juego. Para cumplir con el encargo, el papá de Samuel puso de plazo una semana. Fijó el total de la transacción en 300 pesos.

"Se le fue la onda. Elaborar cada futbolín nos costaba 150 pesos, si no es que más", cuenta entre risas.

Agotado el plazo el cliente regresó y el comerciante hizo mutis sobre la cifra errónea. Cerrada la venta, Francisco brindó a su hijo la siguiente explicación: "Si yo digo tanto, tanto es lo que cobro".

Con antecedentes como los descritos, la invitación del secretario a visitar el mercado, entrar a los negocios y aprovechar las ofertas disponibles, suena distinto a un mero comercial. En ella están presentes tanto la nostalgia por el que fuera el mercado del oriente como la voluntad de una comunidad que mantiene arriba la cortina contra viento, marea, mudanzas y pandemias.

Datos curiosos

Mercado Francisco I. Madero.

*Su nombre original era Mercado Popular Número 1.

* Según el acta de cabildo del 5 de diciembre de 1957, el Gobierno municipal aprobó su construcción porque calculó que recaudaría 80 mil pesos mensuales por concepto de renta de locales.

* Fue terminado con un préstamo contratado con el Banco Nacional Hipotecario, Urbano y de Obras Públicas.

* En la primera Junta Administradora del Mercado (1960) estaban representados el Estado, el Municipio, los locatarios y el banco.

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