EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Esa cosa llamada el debate

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"Me fascina el caos, creador y destructor de universos, sin ningún propósito, sin ningún sentido".— Javier Sanz

Los seres humanos cada vez coincidimos en menos cosas, pero en algo existe un acuerdo colectivo: Donald Trump y Joe Biden han hecho todo menos debatir. Los siguientes encuentros -quedan dos y esperemos nuestra paciencia y capacidad de asombro resistan- son de pronóstico reservado. Ya no digamos del conflicto postelectoral y constitucional en ciernes que se avecina, aunado a un elemento radioactivo: los norteamericanos se encuentran fragmentados como pocas veces en la historia y miran con profundo recelo y desconfianza a sus instituciones. Estados Unidos es un llano reseco, nadie se ha tomado la molestia de regar siquiera un poco, de ahí que la posibilidad de fuegos de rápida expansión que amenazan su estabilidad y futuro sea real. El enemigo se encuentra en casa, no afuera.

Hoy resulta más fácil controlar y administrar las emociones de un grupo de escolares que al presidente de Estados Unidos, hombre que sin mayor empacho dijo que no confía en el sistema electoral y llegó a los extremos de anticipar una elección fraudulenta. Además, Trump se muestra renuente a aceptar los resultados.

Noventa largos e interminables minutos que sirvieron un propósito: retratar todo lo que no funciona en Estados Unidos y significar cuán fragmentadas se encuentran no solo las cúpulas de poder en las que hoy muy pocos confían, sino también la sociedad norteamericana en su conjunto.

Donald Trump no es la causa sino el resultado de un desmoronamiento que ha sido lento, paulatino y permanente. Cuando sistemáticamente ignoras los problemas, desatiendes los síntomas y escondes basura bajo la alfombra, poco a poco la humedad penetra, vulnera y carcome.

Asistimos a tiempos donde los cimientos de la fachada están a punto de desmoronarse, de ahí que quizá sea mejor apostarle al derrumbe del edificio para edificar algo acorde al presente turbulento y cambiante. Se precisa un nuevo contrato social y el apostarle a una sociedad diversa y agraviada, escucharla, saber de sus tribulaciones, sueños y problemas y a partir de ello construir algo mejor, funcional y acorde al universo que es Estados Unidos.

El sueño americano de los años cincuenta del siglo pasado, aquella quimera de posguerra que le apostó al triunfo de una gran clase media blanca, anglosajona, cómodamente asentada en los suburbios y con el futuro resuelto gracias a la cultura del esfuerzo, sencillamente dejó de existir y ser viable. Nadie, mucho menos los jóvenes, tiene el porvenir resuelto porque el contrato social suscrito hace setenta años ignora a las mayorías silenciosas y apela a un pretérito inexistente.

Estados Unidos como líder supremo en el concierto de naciones quizá funcionó hasta hace veinte años, mientras que a la par Rusia y sobre todo China sistemáticamente fueron ganando terreno. El sueño americano sustentado en las grandes guerras y en preservar a la Norteamérica continental frente a la amenaza comunista y a los regímenes totalitarios fue sustituido por las guerras comerciales del tercer milenio.

De la investidura presidencial, o lo poco que queda de ella, mejor ni hablemos. Hace algunos años, llamarle "payaso" al hombre más poderoso del mundo y pedirle, en vano, que callase hubiese sido impensable. A esos extremos, representando el sentir de millones, tuvo que llegar Joe Biden porque Donald Trump provoca exasperación y saca de quicio a cualquiera. Biden es la decencia andando, representa la vieja escuela diplomática y confiere brillo a la praxis política de antaño. Sin embargo, frente a los arrestos de Trump se precisaría a un perro de pelea y Biden está huérfano de la malicia necesaria. Joe Biden, si valen las comparaciones, recuerda un poco a Carter, quizá a Ford: hombres de transición necesarios en su tiempo, gobernantes sin demasiadas luces y brillos, pero fundamentales para transitar a la luz después de mucha oscuridad. Para sanar, Estados Unidos necesita conciliar su pasado, cicatrizar heridas, de ahí que quizá Biden sea el hombre correcto para salir de este entuerto. Regresando al "debate", muchos coincidimos en que de poco sirvieron la experiencia y pericia de un Chris Wallace que tampoco salía de su asombro y fue incapaz de controlar la verborrea presidencial. Frente al azoro que todo esto provoca, quizá Jimmy Fallon, conductor del mítico Late Night Show y heredero de la estafeta de Johnny Carson, fue quien mejor definió quién resulta el único ganador de este entuerto que deja mal parado a Estados Unidos. Refiriéndose al debate, Fallon afirmó lo siguiente: "en este momento, Vladimir Putin debe estar sentado con su gato, frotándose el pelo y riendo a carcajadas".

Porque en efecto, el ganador de la anterior elección presidencial norteamericana fue Vladimir Putin, pero Estados Unidos sigue sin estar listo para tener esa conversación.

Twitter @patoloquasto

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: sin lugar a dudas

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1747472

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx