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Florida: ¿'reloaded', corregida y aumentada?

ARTURO SARUKHÁN

A medida que nos acercamos a la elección en Estados Unidos, cuatro de los llamados estados bisagra se perfilan como focos de tensión y litigio político-electoral. Uno ya lo fue en el pasado reciente, mientras que los otros se encaminan a un contencioso potencial como resultado de la polarización, los efectos colaterales de la pandemia y un mandatario resuelto a reventar la democracia estadounidense.

En 2000, Florida -después de una querella por irregularidades en las boletas que llegaría hasta la Suprema Corte- le dio a Bush el estado -y la presidencia- por apenas 537 votos. A partir de ese momento, se erigió en estado bisagra clave. Con 29 votos electorales (el cuarto estado con el mayor número), ha votado por márgenes muy cerrados por el candidato ganador desde 1992, decantando el resultado en el colegio electoral a favor del vencedor. En 2016, Trump se la llevó por 200 mil votos, un margen de 1.1%; Obama ganó en 2012 por 0.8%, un margen menor al obtenido en la elección en 2008, de 2.8%. Esto refleja un estado prácticamente partido a la mitad: 37% de sus votantes se registran como Demócratas, 35% son Republicanos. Todo indica que Florida -con ambos candidatos en un cuasi empate técnico en el promedio de encuestas- volverá a ser un estado decisivo que zanje si Trump se reelige.

Pero no solo es Florida que podría detonar una crisis política en los días posteriores a esta elección. Entre los estados bisagra más importantes que determinarán el saldo en el colegio electoral se encuentran tres que previsiblemente no puedan dar resultados y declarar un ganador la misma noche del 3 de noviembre. Y es que en Michigan, Pennsylvania y Wisconsin -que Trump le despojó a los demócratas en 2016 por un total de 70 mil votos repartidos entre los tres estados- se prevé un aumento significativo en boletas enviadas por correo. En estos estados solo se pueden comenzar a contar las boletas remitidas por correo a partir del arranque de la jornada electoral. El conteo se dilatará y eso creará una acumulación de millones de boletas que prolongarán el proceso durante días después del cierre de las urnas. Se estima que en este ciclo electoral, hasta 80 millones podrían optar por emitir su voto vía correo, en gran medida como respuesta al impacto de la pandemia, una cifra récord.

Para complicar aún más el cuadro, en estos estados en los que Biden va por delante en las encuestas, es muy probable que después del cierre de casillas el conteo inicial se incline por Trump gracias al voto presencial en zonas rurales predominantemente Republicanas de los tres estados, para luego revertir tendencias a medida que los votos por correo postal, abrumadoramente de Demócratas, sean contabilizados en días subsecuentes. Eso explica la embestida de Trump contra el voto por correo, la canibalización de recursos al Servicio Postal y las medidas de supresión del voto y que hacen aún más preocupantes las declaraciones de Trump de que no sabe si reconocerá el resultado, si se compromete o no a una entrega pacífica del poder y que solo perderá si hay fraude electoral. El vacío de información que bien podría generarse la noche de los comicios, el hecho de que seguramente amanezcamos sin un ganador el 4 de noviembre y un presidente al cual le pican los dedos para tuitear "¡fraude!", auguran un escenario volátil que podría incendiarse con el pirómano en jefe que hoy ocupa la Casa Blanca.

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Escrito en: Editorial Arturo Sarukhan

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