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La consumación militar de la Independencia (II)

YO RÍO LIBRE

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

Apunto del bicentenario en 2021, es pertinente preguntar: ¿Cómo y con quién se estructuró la campaña militar que desembocó en la consumación de la Independencia y en la fundación del actual Estado mexicano en 1821? Aquí presento algunos antecedentes que se desprenden de la investigación del expediente militar que se obtuvo en Torreón el 5 de diciembre del 2005 y que aun en 2020 arroja resultados. ¿Qué del México aquel hay en la actualidad y cómo se proyecta al futuro? Preguntaba el historiador John Tutino: ¿Por qué se rebela la gente?

Un día como hoy, 19 de septiembre, pero de 1810, lo que ahora es México y que en esos días se llamaba la Nueva España, comenzaba a experimentar un nuevo tipo de guerra, la llamada "guerra contrainsurgente", cuyo padre teórico y operativo fue el Mariscal de Campo Félix María Calleja del Rey.

La tesis de Calleja consistía en que las tropas virreinales, militares o paramilitares, debían exterminar sin miramiento a los indios sublevados el 16 de septiembre y perseguir hasta cortarle la cabeza a los rebeldes, incluidos sus dirigentes, para eliminar o cortar de tajo lo que los amos consideraban el mal ejemplo; quemar los pueblos insurrectos, como sucedió; un antecedente de los operativos, igualmente contrainsurgentes, de "tierra arrasada". En pocas palabras, sembrar el terror.

Su mejor discípulo fue el consumador militar de la Independencia de México en 1821, como lo confirma el expediente, de propiedad privada, que contiene más de cien fojas de documentos originales de las guerras de Independencia, obtenido en Torreón.

Calleja supo del estallido de la rebelión el 19 de septiembre de 1810. ¿Cuál fue el antecedente? Casi cuatro meses atrás, el 29 de mayo, el sacerdote católico Doctor José María Cos -después relevante artífice de la causa insurgente y en el Congreso de Anáhuac o de Chilpancingo- dirigió una carta desde la parroquia de San Cosme de Burgos, Zacatecas, a su ahijado el capitán Juan Nepomuceno de Oviedo, administrador de la hacienda de Bocas, ubicada a pocas leguas en San Luis Potosí, conocido como El Amo Oviedo, para informarle: "Hace dos semanas aparecieron en las esquinas pasquines muy insultantes y obscenos que entre otras cosas decían ¡Mueran todos los gachupines! ¡Salga esa canalla de forasteros ladrones que han venido a cogerse lo que es nuestro!". Advertía el "inminente estallido de la rebelión".

Inmediatamente, el Amo Oviedo informó el contenido de la carta al entonces comandante de las armas de San Luis Potosí, Félix María Calleja del Rey, lo mismo que al propietario de la hacienda de Bocas, el conde del Peñasco, familiar de Antonia de Luna y Mora y Zarzosa.

Respondió el conde del Peñasco -cabeza del poder regional-, con una carta al capitán De Oviedo de fecha 20 de junio de 1810, manifestando que los emisarios de Napoleón son los que han excitado a la plebe de Zacatecas.

El conde del Peñasco, cuyo verdadero nombre era Francisco de Luna y Mora, detentaba las haciendas El Peñasco y La Angostura, y había recibido la encomienda virreinal de organizar regimientos para defender a los hacendados.

Y es que ya desde 1767 fermentaba el levantamiento en aquella zona, cuarenta y tres años antes de 1810. No por nada el Gobierno colonial había pedido a los hacendados de San Luis participar desde aquel tiempo en la formación de ejércitos a fin de contener los grandes "tumultos" que se registraban en la región.

Y así fue. Ciento diez días después de aquella carta de Cos, el cura Hidalgo encabezaba la rebelión en Dolores, Guanajuato, la madrugada del 16 de septiembre.

Casi 72 horas más tarde llegó la noticia a Calleja por conducto de José Gabriel Armijo, portaguión del regimiento de San Luis.

Calleja convocó entonces a comerciantes, hacendados, autoridades y prelado para que apoyaran a apagar el fuego de la insurrección, que según reportes avanzaba hacia las tierras y minas platíferas de San Luis Potosí.

Entre los primeros en acudir estuvo el prior del convento de El Carmen, quien ofreció 200 mil pesos, 10 mil caballos y 700 hombres montados y sostenidos por la hacienda de El Pozo, propiedad del claustro.

El caudal de dinero y ganado caballar ofrecido por el clérigo correspondía a la herencia que dejó a los Carmelitas don Nicolás Fernando de Torres, tío abuelo de Pedro Zarzosa de Oviedo.

Nacía así la contrainsurgencia que habría de consumar la Independencia de México en 1821, hoy a punto del bicentenario.

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