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Jóvenes, trabajo precario y pandemia

PATRICIA POZOS RIVERA

Ya se reconocía a los jóvenes como una población vulnerable desde finales del siglo XX, su situación ha sido agravada por la Covid-19, en esta nota me centraré en sus condiciones laborales y su exclusión del sistema educativo.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018, en México hay 30.7 millones de jóvenes entre 15 y 29 años, representan 24.6% del total de habitantes. Los que conforman la Población Económicamente Activa (PEA) juvenil son 17.4 millones (56.5%). De ellos, 16.7 millones (96.3%) eran población ocupada, mientras que 3.7% fue población desocupada. En el 2020 por la pandemia, de acuerdo a la ETOE, los jóvenes son la mitad de los desocupados; y el 25% de los subocupados tiene menos 29 años.

Son los que más se han adaptado a los nuevos esquemas laborales precarizados como freelance y gig economy, estos últimos son trabajadores esporádicos de muy corta duración, pueden ser horas o minutos, el contratado se dedica a realizar alguna actividad muy específica, sin estabilidad laboral, sin prestaciones sociales, sin servicio médico y con salarios bajos. Esta modalidad de empleo surgió en Estados Unidos a raíz de la crisis de hace once años y ha tenido auge a partir de que empresas han diseñado plataformas que, a través de dispositivos electrónicos como un celular, dicen conectar a quienes brindan servicios con quienes los demandan. Sin embargo, la realidad es que los prestadores de servicios, en su mayoría jóvenes, han sido un gran sustento del incremento de las ganancias de dichas empresas.

Por su parte la Población No Económicamente Activa (PNEA) juvenil, es de 13.3 millones, que representa el 43.5% del total de jóvenes. Entre las dos actividades más representativas de esta PNEA son: ser estudiantes, poco más de 7 millones (52.7%), y la segunda, ayudar en los quehaceres del hogar (37.9%). Urgente es atender la desventaja de las mujeres jóvenes, porque la PNEA dividida por género nos permite observar que sólo el 43.3% de las jóvenes declaró ser estudiante, mientras que en el caso de los jóvenes 84.4% de ellos lo son. Más de la mitad de ellas, 54% declaró dedicarse a quehaceres del hogar, y sólo 6.7% de ellos declaró dedicarse a eso.

En el ámbito escolar, los jóvenes sufren la exclusión y la deserción. La pandemia ha incrementado el número de jóvenes que no regresarán a la universidad, por ejemplo, 72 mil integrantes de la comunidad de la UNAM están en peligro de abandonar sus estudios de nivel medio superior y superior, según la entrevista al secretario General de la UNAM realizada por el El Universal (08/09/2020). Esto sin duda marcará la vida de miles de jóvenes, condenando a muchos de ellos a trabajos precarios, a mercados laborales informales e incluso incursionar en actividades ilícitas.

Un gran paso de intervención para mejorar sus condiciones laborales, por parte del gobierno federal, lo constituye el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro y el aumento de las becas que se otorgarán, de acuerdo a los Criterios de Política Económica correspondiente al ejercicio fiscal del próximo año, pero lo que realmente es urgente, es generar los mecanismos para ir revirtiendo la condición de precariedad laboral de todos los trabajadores, principalmente de los jóvenes, así como terminar con su exclusión del sistema educativo.

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Escrito en: editorial PATRICIA POZOS RIVERA

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