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El riesgo del pasado

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Resulta tronante, por decir lo menos, la declaración hecha el día de antier en la capital del estado por el gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme Solís, en cuanto a su percepción de lo que resultó el mensaje que dio el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con motivo de su Segundo Informe de Gobierno, cuya obligación de rendir lo mandata la ley.

En los viejos tiempos del periodo de más de siete décadas de predominio priista, el primero de septiembre era el día del brillo del gran tlatoani. Por décadas incluso era un día feriado en las escuelas, por lo menos hasta los ochenta.

Cada primer día del mes patrio la cobertura de las televisoras nacionales dedicaba horas de transmisión ininterrumpida sobre el amanecer del mandatario en turno, su traslado de la otrora residencia oficial de Los Pinos con la banda presidencial ceñida al pecho al Palacio de San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados y recinto del Congreso de la Unión, para esa fecha. Entonces el jefe del Ejecutivo federal rendía lo que solían ser larguísimos y en muchas ocasiones somníferos discursos de largas horas de duración donde parecía que México era una potencial mundial. Posterior a la perorata, se procedía el besamanos, que no era más que una interminable fila de políticos, empresarios, sindicalistas y representantes de distintas áreas de la sociedad mexicana que saludaban al presidente con clara pleitesía.

El modelo económico se fue agotando y los trágicos gobiernos de los populosos Luis Echeverría Álvarez, quien gobernó de 1970 al 76, y de su sucesor José López Portillo, quien hizo lo propio en su sexenio, condujeron al país a una estrepitosa crisis de la cual el presidente Miguel de la Madrid Hurtado tendría que sortear con lo que pudo, viéndose obligado a empezar a abrir la economía.

Pero a la par de la apertura económica, el campo de lo político, también el control del priismo se fue resquebrajando y paulatinamente lo que fue el "día del presidente" fue modificándose por los espacios de libertad que conquistaba la oposición de entonces y que iba desmitificando la figura presidencial, permitiendo desde interpelaciones razonables hasta burdas burlas en tiempos posteriores, convirtiendo eso en los últimos tiempos en un zafarrancho que terminó impidiendo que los últimos presidentes (y así con el actual) rindieran cuenta en el atril de San Lázaro, y modificaron el formato enviando a la persona titular de la Secretaría de Gobernación (en esta ocasión por segundo año lo hizo la exministra Olga Sánchez Cordero).

Sin embargo, ha llegado al poder el licenciado López Obrador, formado en aquel acendrado priismo que en los setenta era todavía monolítico. El presidente, que sin duda ha emprendido acciones para luchar contra la corrupción arraigada en el sistema político y que también se ha mostrado responsable con el manejo de las finanzas públicas, claramente añora muchas de las formas de su ayer priista, entre ellas, el poder omnímodo de presidencialismo mexicano que concentra para sí todo el poder posible.

Por ello es tronante lo dicho por el gobernador Riquelme, quien ha padecido al frente de Coahuila las torpezas con las que se está gobernando desde la Federación, particularmente en el caso de la pandemia. A ello hay que agregarle la clara vendetta que AMLO tiene con Carlos Ancira, cabeza de Altos Hornos de México, empresa acerera que es factor fundamental en la actividad económica en la regiones Centro-Desierto y Carbonífera del estado, y que está resultando en una asfixia de la economía regional. Nadie en su sano juicio puede criticar si López Obrador administra la justicia en el caso de evidente fraude multimillonario en el que participaron presuntamente Emilio Lozoya y el propio Carlos Ancira en la transa de la compra de Pemex de la planta de Agronitrogenados, pero no a costa del colapso de miles de familias de toda una importante zona coahuilense.

El gobernador señala que en el mensaje presidencial del pasado martes el presidente "habla de todo y no dice nada. La verdad es que a cada entidad nos hubiera gustado que dijera una partecita de lo que nos espera en los próximos meses, el año entrante, o sobre todo lo que en estos momentos está en construcción o proyecto", con lo que deja en claro que está en pie de lucha porque el Gobierno federal está rebajando sustancialmente las participaciones a las arcas estatales; no obstante, Coahuila aporta considerablemente impuestos a la Federación que lejos están de ser retribuidos.

Habrá que ver qué derrotero toma esta decisión del gobernador de calificar como soso el mensaje de informe que en el pasado era texto sagrado para la política nacional del momento. El riesgo está claro, tenemos un presidente formado en ese pasado.

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