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Voluntarios a vacunas contra COVID-19, entre miedo y esperanza

Casi todos pasaron por trámites similares antes de ser elegidos

Hasta este 25 de agosto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) registra 173 candidatas a vacuna. (EFE)

Hasta este 25 de agosto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) registra 173 candidatas a vacuna. (EFE)

EFE

"Mi único miedo es que no funcione". Eso dice Ezequiel Boetti, uno de los argentinos que se prestó para probar la eficacia de una de las vacunas más avanzadas contra el coronavirus, en un momento en el que los científicos buscan con urgencia la participación de miles de voluntarios con la esperanza de frenar la pandemia.

Después de haber experimentado con una velocidad inédita con animales (etapa preclínica) y luego con algunos cientos de personas para descartar posibles efectos secundarios graves, siete potenciales vacunas llegaron a una etapa clave: probarlas con 30,000 o más individuos en zonas donde el virus circula muy activamente, como América.

Tanto Ezequiel, de 33 años, como Pedro Valdez-Rivera, de 28 y residente en Nueva York, una de las zonas del mundo más devastadas por la COVID-19, aseguran que su principal motivación al unirse a esa legión es contribuir para frenar una pandemia que ya ha causado más de 825,000 muertes en todo el mundo.

LA ESPERANZA DE LOS VOLUNTARIOS

"Creo que ser voluntario en este esfuerzo es importante porque me permitirá conocer de primera mano si la vacuna es efectiva y, de ser así, voy a poder ayudar a miles de millones de personas a combatir esta pandemia en el futuro cercano", dice Pedro Valdez-Rivera, de ascendencia dominicano-puertorriqueña, al explicar cómo entró en los ensayos.

Pedro, desde Nueva York, y Ezequiel, en Buenos Aires, una vez decididos, pasaron casi por lo mismo.

Lo primero es inscribirse en una base de datos o comunicarse con uno de los centros de investigación que acoge los ensayos de las vacunas para expresar el interés de participar.

Luego son contactados para conocer datos generales de su estado de salud y establecer si son elegibles.

Como los dos eran aptos para participar, fueron citados para otra valoración, una sesión informativa y, finalmente, la aplicación de una primera dosis, antes de lo cual se les entregó una copia del llamado "consentimiento informado", un documento que contiene la explicación de la vacuna, la duración, riesgos y beneficios, entre otros.

A Ezequiel se le aplicó la primera dosis el pasado 14 de agosto en el Hospital Militar de la capital argentina y recibirá la segunda el 4 de septiembre.

"La primera de las dos dosis la recibí en el brazo izquierdo, que es el opuesto al brazo hábil, por el posible efecto de dolor o hinchazón", cuenta el joven, quien asegura que en realidad apenas sintió un adormecimiento.

Como otros 4,500 voluntarios argentinos de la vacuna de Pfizer, este periodista no sabe si recibió la vacuna o el placebo, tampoco el médico, ni los coordinadores de lo investigación lo saben, para evitar sesgos.

CIENTOS DE MILES PARA PROBAR 7 VACUNAS

"Llegar a la fase 3 es muy importante. Por eso tenemos tanta urgencia de hacerlo lo más rápido y con el mayor número de personas posible", señala Cifuentes Kottkamp, especialista en Enfermedades Infecciosas.

Cifuentes subraya que la fase 3 es clave, ya que, si bien hay una urgencia de contar con una vacuna, esta, cualquiera que sea, debe confirmar su seguridad y eficacia en ensayos con decenas de miles de personas.

Es esencial tener un gran número de voluntarios para que entre ellos haya una cifra representativa de personas infectadas y poder establecer si la vacuna protege, coincide el experto de origen brasileño Josué Bacaltchuk, vicepresidente de Asuntos Médicos para Latinoamérica de Janssen (Johnson & Johnson).

DILUYENDO EL TEMOR

A la espera de la segunda dosis, Ezequiel, como el resto de voluntarios, sabe que deberá pasar por dos años de monitoreo, un lapso que incluye hacer una bitácora en línea desde casa, al principio diaria y luego semanal, visitas periódicas a la clínica para exámenes físicos, pruebas de laboratorio y controles sobre síntomas de COVID-19.

"Pero, si se llega a descubrir que la vacuna funciona y no han pasado los dos años, el estudio se abre y las personas que recibieron el placebo son vacunadas", aclara Cifuentes.

Al reafirmar su interés en la investigación, ambos voluntarios se remiten a su esperanza de que el mundo supere esta pandemia.

En tanto, Ezequiel asegura que, aunque el coronavirus puso su mundo "patas arriba", se siente confiado de que la vacuna funcionará.

"Quizás el miedo es que no funcione y que se pierda esta oportunidad. Lo peor que nos puede pasar a los voluntarios es que la vacuna no funcione", subraya.

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