Columnas Social

PIénsalo, Piénsalo

Nuestro papel protagónico en la nueva época

Arturo Macías

La persona humana se define por su interpersonalidad, estamos hechos para la comunión, la comunicación. El individualismo es contradictorio con la esencia del hombre, que es un ser-para-el-otro. Los seres humanos, como los pozos, se engrandecen en la medida en que más sacan de sí mismos.

De esta necesidad de relación surge la comunicación en todas sus formas, creando familias, sociedades, ciudades, países, y hasta la comunidad internacional. El desarrollo del hombre individual colectivamente, es fruto de una larga y accidentada evolución en la que las diversas civilizaciones han tenido aciertos y fracasos en su manera de organizarse y hacer la "polis".

Las diversas culturas son maneras de organización para formar personas por medio de las estructuras variadas que ellas mismas han creado: la legislación, la religión, la alimentación, la educación, la tecnología, etcétera, son elementos que se fortalecen, se transforman o caducan, como expresión de las sociedades vivas. Hay además variados factores que intervienen en la cultura como el clima, la evolución tecnológica, avances científicos, guerras, edad de la población, tipo de producción, etc.

Los cambios tan acelerados que estamos viviendo no hacen de ésta una época de cambios sino un cambio de época, que se da cada doscientos o trescientos años. La pandemia fue un catalizador de algo que ya estaba gestándose con anterioridad.

En este panorama la organización de la sociedad tendrá que sufrir modificaciones sustanciales en los elementos que la componen, no sólo por la crisis sanitaria causada por el covid-19, sino por las exigencias de transformación de la nueva época. La educación, el transporte, el arte, los espectáculos, las expresiones religiosas, la forma de gobierno, la manera de producir, las comunicaciones, todo se hace nuevo.

Pero esta nueva época no es un borrón y cuenta nueva. Para que la humanidad evolucione, habrá que conservar, actualizar y transmitir los avances de las civilizaciones pasadas y evitar los errores cometidos. La inteligencia, la libertad, y la sabiduría deben ser los factores que marquen el nuevo rumbo y no la insensatez y la irracionalidad. El bueno y recto discernimiento será fundamental para elegir lo mejor, desechar lo caduco o dañino y actualizar lo perenne. También tendrán que ser consideradas las situaciones inéditas actuales como la globalización, las nuevas tecnologías, la comunicación, el daño ecológico, la distribución de las riquezas. Un elemento importante será el combate contra fuerzas destructivas, deshumanizantes y deformadores de la naturaleza humana; hay poderes que quieren mantener su hegemonía de muerte y destrucción basada en la violencia, la ignorancia o la manipulación.

La nueva época no debe regresar a la "normalidad" anterior: a la explotación del hombre y de la naturaleza, al egoísmo, al combate de unos contra otros, a la competencia encarnizada, al consumismo, a la violencia, a la corrupción e impunidad. No se trata de transformaciones superficiales, de cambio de traje de parte de los mismos actores con las mismos o peores vicios. sino de cambiar estructuras.

La humanidad tendrá que organizar la "casa común" que es nuestro mundo, desde los criterios del respeto a la vida, a la libertad y a la dignidad del hombre.

¿Quién podrá reorganizar la sociedad desde estos criterios? ¿Quién podrá discernir con sabiduría lo bueno de lo malo? ¿Quién tendrá la creatividad suficiente para innovar sin perder lo ganado en la historia de la humanidad?

La juventud mexicana con su creatividad, su espíritu crítico y rebeldía propias de su edad, son la respuesta a estas interrogantes. Al ser una gran parte de la población y ser apoyados con la experiencia de algunos adultos, los jóvenes pueden incidir fuertemente en la creación de un nuevo modelo de sociedad ya que cuentan de manera privilegiada con el acceso a los conocimientos en el internet, superando los limites del aprendizaje presencial y la escuela clásica; cuentan también con los medios electrónicos que dominan muy bien, se comunican y organizan y saben distinguir lo que es útil y verdadero de lo que es engaño y manipulación; tienen además otros factores intangibles pero poderosos: conservan aún muchos valores familiares (a pesar de los ataques que ha sufrido) y la fuerza de una religiosidad renovada y por lo mismo más auténtica. La Iglesia con sus estructuras eclesiales está sirviendo como andamiaje de acciones coordinadas que concretizan en la realidad los cambios estructurales.

Un México nuevo está por hacerse y no podemos quedarnos al margen como espectadores. La solidaridad que nos hermana exige nuestro protagonismo.

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