Columnas Social

Las palabras tienen la palabra

Oficios van y vienen

Juan Recaredo

Pareciera que en los tiempos modernos van desapareciendo poco a poco, o de perdido, van cambiando hasta prácticamente convertirse en otra cosa. Me refiero a los oficios, que son esos trabajos que, por lo general, se aprenden por experiencia o por habilidades que se van heredando de una generación a otra. De hecho, podemos decir que esa es la principal diferencia entre lo que conocemos como "profesión" y el oficio, ya que la primera requiere forzosamente de una educación formal y la segunda, no necesariamente.

Con esto obviamente no quiero decir que los oficios no requieran de ciertos conocimientos y muchísima práctica, además de las clásicas "mañitas" que son las técnicas informales que sólo con experiencia se aprenden para hacer el trabajo cada vez mejor y más rápido.

La palabra "oficio" viene del latín officium, que es una palabra compuesta, que incluye opus que significa "obra" y facere que es "hacer". Así que, el que hace un oficio, está haciendo una obra y, en muchas ocasiones, auténticas obras de arte. Lamentablemente, como le comentaba, muchos oficios van desapareciendo, principalmente porque las empresas sustituyen con otros productos las necesidades de la gente.

Algunos oficios sobreviven hasta nuestros días, como el zapatero, el carpintero o la tamalera, la cual, en el pasado, iba a tu casa a preparar unos deliciosos tamalitos de puerco y hasta se llevaba sus propios cazos de cobre para cocinar.

Otros oficios de plano ya desaparecieron, como la telefonista u operadora, que era a quien le dictabas el número que querías llamar; el ropavejero, que gritaba por las calles: "¡ropa usada que vendaaaa!"; el torcedor, que sin albur alguno te fabricaba un cigarro de hoja o un puro; o las mentadas lloriqueras, que ofrecían sus servicios de llorar en los velorios y cobraban según la intensidad requerida: desde el más económico "llorido leve" hasta el llorido más caro, el paquete premium gold que incluía moco chorreado y hasta uno o dos desmayos… y por unos pesos más, hasta amenazaba con tirarse al pozo junto con el difuntito.

Siguiendo con los oficios, hay otros que han regresado y se han puesto de moda otra vez. Tal es el caso de los barberos, que después de estar años mosqueándose sin clientes, ahora vuelven a tener llenos sus negocios, principalmente de hípsters (y otros que no lo son), todos barbudos ansiosos porque "le den forma" a su pelo facial.

¿Y qué son los hípsters? preguntará con justa razón alguien por ahí. Pues le diré, en pocas palabras, que son esos jóvenes que gustan de usar lo vintage… es decir, aquellas cosas que ya son un poco viejas y pasadas de moda; entonces los hípsters las usan para destacarse sobre los demás, las ponen de moda otra vez… y entonces, deja de gustarles.

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios.

[email protected] Twitter: @donjuanrecaredo.

ME PREGUNTA:

Alicia Rodríguez: ¿Es correcto poner un punto al final de un pie de imagen?

LE RESPONDO:

Según la Ortografía de la lengua española, a los textos que estén al pie de fotografías, ilustraciones, diagramas y otros no se les pone punto final, a menos de que el texto del pie sea muy largo y tenga estructura de oración, pero normalmente son textos muy breves.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA:

En muchos oficios, una conciencia representa una carga más onerosa que una pareja o un coche.

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