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LA GRANDEZA DE TIGRES

Eduardo Sepúlveda

Se juega la Copa GNP, de carácter amistoso, y ¿qué pasa? La semifinal termina en un lío, protagonizado por jugadores de Tigres y Cruz Azul.

Sin gente en las tribunas, sin nada qué ganar o perder más que el pase a la final de un torneo que no vale nada, los jugadores del equipo norteño no saben contener la frustración y se lanzan contra el técnico rival.

“La concha de tu madre”, le grita Guido Pizarro a Siboldi, “te espero afuera”; sí, así como en la primaria o secundaria: “nos vemos a la salida”. ¡¿Pero qué clase de ridículo es ese?!

El espectáculo es lamentable. Luego de 90 minutos en los que Tigres se dedicó a defender, básicamente, Cruz Azul encontró el gol del empate en el último momento y mandó el partido al alargue. En la serie de penales, falló en dos ocasiones para estar casi siempre abajo de los felinos, pero el encuentro se igualó también en esta ronda hasta la muerte súbita. Pizarro fue uno de los que falló desde los once pases. Pizarro falló después, en su reacción desmesurada y primitiva con el entrenador de los azules, que habían mostrado mejor futbol durante el torneo.

Luego, Gignac y Aquino entran al juego de la marrullería felina, ese que se ha presentado ya en distintas ocasiones, siempre ante la frustración del equipo que añora ser grande y siempre se queda corto. Porque el futbol profesional va más allá de tener calidad en los pies; hay que mostrar también una conducta ejemplar, en la vida y en la cancha (de eso, sabe el jefe Irarragorri).

Primero, el excruzazulino Javier Aquino balbucea tonterías contra su exequipo: “tienen 30 años de no ganar nada… y nos vienen a festejar”, dice. Tal vez olvida que él forma parte de esos de esa sequía celeste (que ni siquiera son tantos años, “nada más” son 22, casi 23); agradecido debería de estar el oaxaqueño. La última vez que Cruz Azul fue campeón de Liga, en 1997, Tigres regresaba de la segunda división.

Y luego, el francés encara al reportero gráfico que toma evidencia de los hechos postpartido, que hace su trabajo, en otras palabras; para eso le pagan, para eso está él en la cancha. Gignac fue incapaz de dar noticia en el campo, al igual que Aquino, al igual que Pizarro; prefirieron dejar el show para después. ¡Qué dolor, qué impotencia!

Y la directiva de Tigres, ¿por qué suele permitir estas conductas reiteradas entres sus afiliados? ¿Cuáles son los valores que se practican dentro de la institución? Queda claro que en la cancha es fácil calentarse, pero ¿en un partido amistoso en el que no hubo ni siquiera conato de bronca o indicios de violencia durante el tiempo reglamentario? Ni siquiera abundaron las emociones… hasta que llegaron los penales.

Tigres se hace odiar solito. Con actitudes antideportivas que van más allá del ‘fair play’ o lo que quisiéramos ver como ejemplo en el deporte para las nuevas generaciones. Y no veo otra cosa más que frustración en los jugadores del equipo norteño, que tanto sueña con grandeza.

Mal por Tigres. Mal por su directiva, que parece consentir de más al “Tuca” y a sus dirigidos. Mal por esta clase de ‘shows’, que nada tienen qué ver con un futbol limpio y una liga de primer mundo. Así, la grandeza aún está a kilómetros de Zuazua.

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*Eduardo Sepúlveda *@Foko_54

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