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¿Utopía?

Diálogo

YAMIL DARWICH

En medio de la tormenta de sentimientos y sensaciones que nos ha despertado el coronavirus; viviendo los temores por la salud de los nuestros y las limitaciones y carencias materiales que genera la cuarentena, aún hay personas que nos mueven al positivismo y refuerzan el ánimo.

Ese ánimo lo fortaleció una amiga excompañera de trabajo, quien siempre me ha mostrado firmeza ante los retos de la vida; me compartió un poema que define la esperanza y fe ante las vicisitudes que han pasado y las que han de venir en la vida de todos nosotros.

Es de Mario Benedetti -1920-2009- un escritor, poeta, dramaturgo y periodista uruguayo integrante de la generación del 45.

Con numerosos libros, mueve al pensamiento humanista del mundo, particularmente el iberoamericano; dentro de su amplia publicación de poemas, hay uno que "nos viene al dedo" en la tormenta emocional y económica que vamos aprendiendo a soportar.

Buen tema para la entrega de este jueves, que seguramente será un bálsamo para Usted; así que, sin más, le transcribo el mensaje:

Escribe Blanca: "Hoy, en medio de esta pandemia y con tantas cosas que reflexionar, queda la esperanza de emerger como un mejor ser humano. Lo dijo Benedetti en un poema que les comparto":

"Cuando la tormenta pase y se amansen los caminos y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo.

Con el corazón lloroso y el destino bendecido nos sentiremos dichosos tan sólo por estar vivos.

Y le daremos un abrazo al primer desconocido y alabaremos la suerte de conservar un amigo.

Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos y de una vez aprenderemos todo lo que no aprendimos.

Ya no tendremos envidia pues todos habrán sufrido. Ya no tendremos desidia. Seremos más compasivos.

Valdrá más lo que es de todos que lo jamás conseguido seremos más generosos y mucho más comprometidos.

Entenderemos lo frágil que significa estar vivos sudaremos empatía por quien está y quien se ha ido.

Extrañaremos al viejo que pedía un peso en el mercado, que no supimos su nombre y siempre estuvo a tu lado.

Y quizás el viejo pobre era tu Dios disfrazado. Nunca preguntaste el nombre porque estabas apurado.

Y todo será un milagro y todo será un legado y se respetará la vida, la vida que hemos ganado.

Cuando la tormenta pase te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado".

Indudablemente que los humanos superaremos el reto y retomaremos nuestra vida, espero que con mayor consciencia del significado de las palabras solidaridad y subsidiaridad, porque habremos pagado el precio de la deshumanización que vivimos.

Esperemos que las autoridades comprendan que llega una nueva forma de vida, con otro tipo de intereses concientizados a través del dolor, la ansiedad y hasta el temor de perder a seres queridos o la vida propia.

Que esa consciencia universal les sirva para que encuentren formas de dialogar en una democracia madura, como les pidió Alejandro Martí: "¡si no pueden, renuncien!", advertencia que nunca consideran, desesperados en su obsesión de poder, acumular riqueza, aun perdiendo la dignidad de seres humanos.

Contemos con que los grandes empresarios emprendan una campaña efectiva, con todos "los otros" incluidos, buscando un mejor dinamismo en los flujos de la economía mundial y regional, basados en la productividad, en concordia, de acuerdo entre todos.

Soñemos que los sindicatos sean solo un recurso para la excepción y que hagamos equipo de trabajo, en relación social-laboral; que el destino de nuestra fuente de empleo es cuestión de todos, trabajando para lograr objetivos propuestos y recibiendo los beneficios que justamente nos merecemos.

Imaginemos y soñemos con una relación laboral basada en la confianza.

Que todos seamos ciudadanos cumplidos, respetuosos de las normas y leyes, haciéndolas costumbre que perdimos y respetemos, de verdad, el derecho de todos.

Seamos integrantes de familias armoniosas, porque temimos perder a los seres queridos y/o -ojalá no- hayamos llorado alguno; que comprendimos, en el encierro, que los hijos no eran tan descuidados, los padres si querían a los dependientes pero estaban "ocupados trabajando" y que los demás familiares, que viven con nosotros, son parte fundamental en nuestro círculo íntimo.

Entre todo, sintamos la alegría y verdadera felicidad de reconocernos cumplidos y merecedores del respeto de los demás y ser aceptados como personas de bien, contribuyentes al mantenimiento de una sociedad armónica, libre, justa.

Desde luego que a Usted pudiera parecerle utopía difícil de alcanzar… y lo es, pero también es verdad que podemos trabajar en nosotros mismos, influyendo en los cercanos, para que se alcance el sueño de vivir en paz, algo que todos deseamos.

Piense que podemos lograr, al menos en parte, algunos de los objetivos escritos y que, para ello, se requiere de deseo, voluntad y trabajo persistente.

¿Cómo ve?... ¿le entramos?

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