El obispo de Torreón, Luis Martín Barraza Beltrán ofició este mediodía la primera misa dominical presencial en la Catedral de Nuestra Señora del Carmen como parte del regreso a la “nueva normalidad” y bajo ciertas medidas sanitarias estrictas para evitar el contagio y la propagación del COVID-19. (ARCHIVO)
El obispo de Torreón, Luis Martín Barraza Beltrán ofició este mediodía la primera misa dominical presencial en la Catedral de Nuestra Señora del Carmen como parte del regreso a la “nueva normalidad” y bajo ciertas medidas sanitarias estrictas para evitar el contagio y la propagación del COVID-19.
Solo acudieron poco más de 100 fieles católicos de una capacidad aproximada de 400 personas que tiene el templo además de que se suprimió el saludo de la paz sustituyéndolo por una reverencia y la sagrada comunión fue distinta pues se dio en la mano. Incluso, los monaguillos entregaron previamente gel antibacterial a los religiosos que permanecían en la fila para recibir la hostia, consagrada durante la misa y que se transforma en el cuerpo de Cristo.
“Pues ya saben, no les diremos cuerpo de Cristo ni contestarán ‘Amén’ y la comunión en la mano si la pueden tomar según sea su derecha, izquierda (la mano)”, dijo el obispo a los asistentes quienes acudieron con cubrebocas, una medida obligatoria.
Al inicio de la ceremonia religiosa, Barraza Beltrán recordó que durante esta contingencia sanitaria, sigue vigente la dispensa del precepto dominical para todas aquellas personas que por edad, salud y conciencia porque así lo consideran, no pueden asistir. Tal como lo hizo el pasado miércoles, también agradeció a los fieles católicos su asistencia al templo.
“Muchas gracias por estarse portando muy bien, estar cuidando esta oportunidad que tenemos de retomar las celebraciones eucarísticas paulatinamente, gradualmente, siguiendo todas las medidas, todos los protocolos, confinados al interior de los protocolos, ya ven que puede estar uno confinado allá en su casa pero también si siguen las medidas de salud no pasará nada, no pasará nada, podremos continuar”, expresó.
En la eucaristía, los feligreses se unieron en oración y pidieron consuelo y ayuda espiritual en estos tiempos de pandemia, sobre todo para quienes trabajan en servicios esenciales de la sociedad.
“Padre, escúchanos”, decían los asistentes mientras pedían por todos los agricultores, por quienes aseguran el abastecimiento de alimentos, por los equipos de emergencia, cuerpos de seguridad, políticos y autoridades públicas, por los científicos y por los farmacéuticos. También pidieron por las personas contagiadas por el coronavirus, por sus familiares y por los demás enfermos que ven afectadas su atención por la prioridad de atender la contingencia sanitaria. De igual manera por el personal médico y de enfermería, responsables sanitarios, por todas aquellas personas que ofrecen su trabajo profesional y voluntario con generosidad, a menudo con peligro por su vida propia.
Por los que se quedan en casa, con sacrificio pero con sentido de responsabilidad por el bien común, por las familias y educadores, por los más vulnerables que no tiene hogar ni lo más esencial para vivir, por los que tienen miedo ante la situación que se vive, por las personas en riesgo, por los ancianos que se encuentran solos, por las personas que están perdiendo sus empleos y por las actividades económicas en peligro. “Por los difuntos, especialmente a los que mueren solos, por las familias que no pueden acompañar y despedir a sus seres queridos, oremos”.
Cabe señalar que en la entrada principal de la Catedral se colocó un filtro sanitario para recibir a los creyentes. Pasaron por un tapete sanitizante, se les entregó gel antibacterial y se les realizó la toma de la temperatura, esto mientras al interior del templo se colocaron cintas de precaución en los altares y los asistentes fueron distribuidos en las bancas aplicando la sana distancia.
