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Mano dura

MAURICIO MESCHOULAM

Las palabras de Carrie Lam, jefa Ejecutiva de Hong Kong, lo dijeron todo: "Somos una sociedad muy libre, por lo que, por el momento, las personas tienen la libertad de decir lo que quieren". Tome nota: por el momento. El plazo se ha cumplido. La Legislatura china ha aprobado una ley de seguridad que impondrá severas penas en Hong Kong contra delitos como "secesionismo, actividad subversiva, terrorismo, injerencia extranjera". La aprobación fue mucho más rápida de lo que se esperaba, lo que refleja la importancia que este tema tiene para Xi Jinping, el mandatario chino. Hay quienes piensan que estamos ante el principio del fin del modelo de "Un País, Dos Sistemas", el fin de Hong Kong como entidad semiautónoma. Primero, lo de Hong Kong no es un asunto que se reduce a una ley. Más bien, desde hace años prevalece en amplios sectores de la población, la percepción de que China tiene la intención de ir, paulatinamente, incrementando su injerencia en la isla hasta eliminar su estatus semiautónomo. Esto ha desatado una enorme frustración colectiva que encuentra sólo en la movilización popular un adecuado canal de expresión, lo que resultó en manifestaciones masivas durante todo 2019.

Segundo, en el gobierno chino prevalece la convicción de que las autoridades de Hong Kong habían reaccionado de manera débil para desactivar al movimiento social. Y que, por tanto, era su legítimo derecho intervenir para poner fin a la "subversión". Se prevé que la nueva ley será empleada para encarcelar opositores y en general, para reprimir al movimiento. Además, Beijing está estableciendo un nuevo brazo de seguridad, directamente en Hong Kong, desde donde podrá investigar casos, recabar inteligencia y actuar.

Tercero, la pandemia parece estar generando en el liderazgo chino un sentimiento de fortaleza y confianza. A pesar del descontento inicial que se provocó entre la sociedad china a raíz del manejo de la información y de la epidemia, Xi Jinping está emergiendo como un líder que supo contener el problema y que está guiando a China hacia la recuperación. Adicionalmente, Beijing percibe que sus mayores rivales se encuentran distraídos atendiendo sus propias crisis, y esto le permite un margen de maniobra para seguir incrementando su poder e influencia.

Cuarto, el factor Taiwán. Para China, el modelo de "Un País, Dos Sistemas" era un proyecto que eventualmente podría funcionar para reincorporar a Taiwán bajo su dominio. No obstante, se está produciendo precisamente lo opuesto. Ese modelo está explotando en Hong Kong justo en momentos en los que la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, que sostiene una línea dura contra China, fue reelecta, y el sentimiento anti-Beijing es muy popular en la isla.

Quinto, en ambos casos, China ve la injerencia de Occidente. Para Beijing, Trump ha utilizado el tema de Taiwán para provocarle. Asimismo, desde hace meses, el gobierno chino denunció el involucramiento de enemigos extranjeros en Hong Kong para presionar a China. Por tanto, los movimientos de Beijing son también un mensaje de fuerza hacia afuera que busca disuadir a Washington y sus aliados de tocar intereses que China considera vitales.

Y sexto, más allá de todo, la sociedad de Hong Kong ha demostrado que no está dispuesta a ser peón de nadie, y que tiene una impresionante capacidad de movilización con la cual hacer frente a quien se le oponga. La pregunta en este momento es si esa sociedad, con todo ese poder de movilización, podrá responder ante esta que es sin duda la mayor amenaza a sus libertades a la que ha estado sujeta.

Analista internacional

Twitter: @maurimm

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