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LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA

No hay rostro que olvide

JUAN RECAREDO

Hace poco tiempo, digamos que en la década de los noventa (¡pues ni tan poco tiempo!) cuando se hablaba del concepto de reconocimiento facial, como que la gente común y corriente (como nosotros) no entendía muy bien de qué se trataba. Un poco después, se empezó a popularizar más el concepto porque se podía ver (como ciencia ficción) en programas de televisión y películas… y entonces sí nos asustamos tantito de lo que se puede hacer con esta tecnología. Básicamente, se trata de una cámara que toma imágenes del rostro de una persona, una computadora analiza los rasgos característicos de esa cara usando varios algoritmos y los resultados los consulta en una base de datos para identificar quién es el dueño de esa cara.

Sin embargo, para que funcione correctamente el sistema, obviamente los datos de la persona tienen que estar dentro de esa base de datos… y ahí es donde el público en general, por muchos años se había opuesto a que sus datos personales estuvieran en manos de compañías… ¡quién sabe de qué son capaces de hacer con ellos! Era un riesgo muy evidente que atentaba contra la privacidad de la persona, del ser humano.

Luego llegaron las redes sociales y esa perspectiva cambió. Ahora, nosotros mismos somos los que publicamos nuestras fotografías y videos (y de toda la familia) y etiquetamos nuestro nombre con apellidos, registramos el lugar donde estamos, de nuestra casa, del trabajo… todo para presumir a la comadre o al amigo que "andamos de vacaciones en la playa", por ejemplo. Total que, lo que muchas compañías deseaban hacer en el pasado y no podían, ahora la misma gente lo hace a diario: alimentar una gran base de datos con su información personal, con lujo de detalles y actualizada a diario… hasta varias veces en un solo día.

Este ha sido un tema controversial en años recientes, porque se siguen desarrollando tecnologías de reconocimiento facial cada vez más avanzadas y en menor tiempo, lo que hace muy difícil que las autoridades puedan limitar y regular los efectos negativos que esta tecnología nos pueda traer en el futuro muy cercano.

Se nos hace chistoso y muy novedoso el tomarnos una foto con el celular y que este aparato, por medio de una aplicación, nos cambie la edad o el sexo… "a ver cómo me vería yo de mujer… ¡ah mira! Si no estoy tan mal…" y que nos coloque unos lentes obscuros virtuales o unas simpáticas orejitas de conejo. Es una realidad que es por medio del reconocimiento facial que el teléfono celular es capaz de colocarme las dichosas orejitas… ¿y qué hace con mi foto o video, la compañía que creó la aplicación? ¡Qué importa! Si me veo tan tierno con mis orejitas y dientes de conejito.

Pues sí importa, y mucho. ¿Qué tan grave es? No lo sabemos a ciencia cierta todavía, pero lo que sí es un hecho es que la privacidad, como la que teníamos hace apenas tres décadas, se ha extinguido.

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios.

[email protected] Twitter: @donjuanrecaredo.

ME PREGUNTA: Gabriela Sánchez: "¿Cuál es la diferencia entre 'rostro' y 'cara'?"

LE RESPONDO: Cara y rostro son sinónimos y se pueden usar indistintamente. La palabra "rostro" en sus orígenes, viene del latín rostrum que se refiere a algo terminado en punta, como el pico de un ave.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: Somos engañados por la apariencia de la verdad.

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