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YAMIL DARWICH

Desde el pasado 1 de junio, los mexicanos estamos adaptándonos a la llamada "nueva normalidad", definida por primera vez en los Estados Unidos, en mayo 2018, por periodistas que publicaron su análisis sobre los cambios que presentaba el mundo. Entonces aún no se había presentado el reto del coronavirus que, sin duda, aceleró el proceso del cambio.

Los sistemas políticos, económicos y sociales del planeta ya son insuficientes para cubrir necesidades de una población mundial que suma 7,625 millones de personas, con retos alimentarios, salud, vivienda, trabajo y esparcimiento.

Aún en países desarrollados, ha disminuido la tranquilidad social, aunque viven retos racistas, económicos y de defensa de libertad igualitaria. Ni que decir de aquellos considerados pobres o en desarrollo, que presentan problemáticas que no solo afectan a sus habitantes; incluyen vecinos y a otros a mayor distancia. Todos alimentando esperanzas de calidad de vida.

Hay estados en que la insatisfacción llega a extremos inhumanos, caso de algunos africanos, Venezuela y Cuba en América, donde continúan negándoles la libertad a sus pobladores, sin ofrecerles alternativas de trabajo y sobrevivencia digna.

Ya hay efectos en algunos países europeos -emigraciones- que, ante su marcado descenso poblacional, deben aceptar extranjeros quienes desempeñan labores que sus nativos no quieren realizar. El problema a mediano y largo plazo se prevé con mayor violencia social, inseguridad y hasta la amenaza de extinción de etnias originales.

En otros estados, la influencia de la comunicación instantánea, sumadas las masas inmigradas, mueven las costumbres locales, enriqueciéndolas culturalmente, pero favoreciendo división entre grupos étnicos que exigen igualdad y respeto a sus usos y costumbres.

Los cambios ya se sentían antes al COVID-19, el virus fue solamente acelerador, con agudización del problema de insatisfacción mundial.

La recesión anunciada, que amenaza ser la más grande de los tiempos modernos, difícilmente será contenida; la complicada situación política entre países hace casi imposible superarla o al menos controlarla en el corto plazo y la recuperación mundial no podrá lograrse aplicando los mismos métodos y reglas -muchas veces injustos- impuestos hasta ahora.

En occidente, el neoliberalismo ha sido insuficiente y el populismo -irónicamente- se ha transformado en agravante de la inequidad; ambos presentan plataformas idealistas que buscan el bienestar general.

Los problemas del neoliberalismo han sido su deficiente aplicación, incapaz de lograr repartir riqueza con un giro virtuoso hacia el bien común y, sobre todo, por la corrupción de sus líderes; el populismo, renunciando a la productividad y apoyándose en premiar la ineficiencia repartiendo dinero, desatendiendo -conveniencia partidista- promover y generar inversión para incrementar producción y empleo.

Unos y otros empeñados en luchar entre ellos, buscando consolidar posiciones de voto a costa de la economía nacional; pelean por el poder mismo, transformándolo en su objetivo central, mostrando deshumanización inmoral y ansiosa.

Ese entorno se agrava en México, ocasionando a los simples ciudadanos la necesidad de adaptarse.

Hay opiniones expertas sobre qué hacer para defender calidad de vida crisis económica, epidemias, fenómenos naturales y depredación ecológica.

La economía del mundo entrará en recesión y para la economía familiar -tema de hoy- representa la necesidad de hacer ajustes en el gasto. Es insuficiente administrar eficientemente los ingresos, será necesario modificar los usos y costumbres personales y familiares, desde los alimentarios y su desperdicio, hasta consumo de energías hogareñas; incluya compras de vestuario y otras consideradas superfluas, aunque deseables.

Habremos de encontrar nuevas formas de interacción con familiares y amigos, inclusive trabajar a distancia. El mayor reto es para los mayores, quienes no nacimos en el mundo computarizado. Aprender computación básica representará calidad de vida.

Las relaciones interpersonales serán más limitadas; las reuniones masivas y relaciones persona-persona cambiarán.

La exposición a infecciones será mayor y los cuidados personales en limpieza y asistencia a lugares públicos tendrán que ser escrupulosos. Aplíquese.

Los servicios asistenciales estarán mayormente restringidos, así que cuidar la salud con rutinas sanas representará vida y ahorro económico. Hacer ejercicio es ineludible y muy importante mantenerse en peso y forma corporal.

La inseguridad crecerá; aplicar medidas al salir a la calle requiere mayor aplicación, teniendo mejores criterios sobre la protección personal y evitar exposiciones innecesarias.

El tiempo en casa será más agradable en tanto atienda la salud y relaciones interfamiliares. Procure utilizar adecuadamente los servicios mecánicos, eléctricos y computacionales. Prevenga descomposturas.

Vale la pena utilizar tiempo familiar para encontrar acuerdos por comprensión, no imposición; escuche las ideas de otros familiares, seguramente ellos aportarán nuevas visiones.

Cuide su empleo y busque obtener ingresos extras familiares; aprenda y aplique el sentido del ahorro familiar y personal. Un error común es pensar que no podemos hacerlo: poco dinero se acumula y podrá aplicarlo en gastos emergentes.

Por último, no piense que el cambio será para mal; seguramente, si aplicamos inteligencia y trabajo, recuperaremos alternativas anímicas que estábamos perdiendo por distracción y abandono. ¿Analiza?

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