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EUA: el ejército silencioso de blancos creyentes

MAURICIO MESCHOULAM

Son millones. No coinciden con Trump en todo, pero sí en algunas cosas. Frecuentemente se crispan por sus formas o por su discurso. A veces piensan que de ninguna manera votarían por él. Pero otras veces, cuando se percatan de quiénes son sus rivales y las ideas que promueven, muy en secreto, optan por favorecer al magnate. Don Black, exlíder del Ku Klux Klan los llama: "El ejército silencioso de blancos creyentes, aquellos que terminan tomando decisiones basados en su raza". Nunca sabemos cuántos de esos "soldados" están activos en determinado momento, porque no hay encuesta capaz de detectarlos. Hoy, ese ejército de soldados silenciosos está siendo convocado. Atizar las llamas que lo movilizan es la especialidad de Trump.

Primero, hay que mirar el contexto macro bajo el que ocurre el homicidio de Floyd. Lo más grave del asunto no está en las particularidades de ese incidente concreto, por más delicadas que éstas sean, o en las circunstancias individuales del victimario o la víctima. Lo más grave es lo que subyace al incidente: los patrones de repetición, el hecho de que los ciudadanos afroamericanos desarmados son desproporcionadamente muertos en eventos similares o que son encarcelados desproporcionadamente con respecto a su peso demográfico; el hecho de que cuando llega una pandemia, el ser afroamericano condiciona y eleva brutalmente las posibilidades de morir. Esto es lo que se conoce como racismo estructural y que resulta en una desigualdad racial endémica.

Segundo, la investigación durante décadas ha encontrado que la desigualdad engendra violencia. La violencia se manifiesta de distintas formas, una de ellas es efectivamente el crimen violento, otras veces se producen revueltas, rebeliones, guerras civiles o atentados terroristas. En ninguno de los casos, es justificable que personas o grupos inocentes sean atacados o pierdan la vida. La evidencia muestra que cuando las emociones se tornan colectivas, el comportamiento individual es rebasado, y comenzamos a ver un comportamiento diferente, con amplitudes, intensidades, duraciones y consecuencias distintas (Goldenberg et al., 2019).

Tercero, estos eventos se suman a una polarización que ya existe en EU desde hace años y la alimentan, especialmente la polarización racial. Y eso nos lleva al cuarto punto. Trump, desde su campaña del 2016, quiso proyectarse como el presidente de la "ley y el orden". Estados Unidos, nos dijo, es una "carnicería", un país invadido por extranjeros, criminales, terroristas, rehén de la violencia y el caos. Los sucesos actuales le vienen bien en este momento cuando el país vive una de las peores crisis de su historia y este presidente busca reelegirse en ese entorno. Así, Trump explota la rivalidad con enemigos externos como China, o ahora con el "enemigo interno", el enemigo de la ley y el orden. Trump no le habla a liberales u opositores, sino a aquellos que cuelgan panfletos que dicen: "¡Estás perdiendo a tu país, hombre blanco!!!!!!". Para ellos, Trump quiere a las fuerzas armadas en las calles. Para demostrar que ante la "guerra contra el crimen", y la "guerra racial", hay un hombre al mando, ocupa la Casa Blanca y es el comandante en jefe.

La pregunta es si ese mensaje le alcanzará para reelegirse. Hasta hoy, Trump sigue perdiendo puntos en las encuestas. Lo sabe y sabe que tiene cinco meses para seguir atizando las llamas como ahora, esperando que el ejército silencioso de blancos creyentes despierte y le brinde su apoyo como lo hizo hace cuatro años.

@maurimm

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Escrito en: Editorial Mauricio Meschoulam

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