Es fama en el Potrero que doña Jesusita envió a su marido al otro mundo.
No se sabe de qué medio se valió para despacharlo. Y como todos querían a la señora Chita, y ninguno a su marido, nadie se puso a averiguar la causa de su repentina muerte.
Era un mal hombre. Jamás bebía, pero sus violencias eran mayores que las de un ebrio violento. Golpeaba a su mujer porque sí y porque no. Un día la dejó al punto de la muerte porque le sirvió tibio el café.
Se fue del mundo de repente. "Ayer estaba bueno y hoy está tendido", comentaron los vecinos. Y luego de esas palabras la sombría reflexión: "No somos nada".
Doña Chita no lo lloró. De ahí nació la especie de que lo había matado. En el velorio y el sepelio se le vio tranquila. No le dio el ataque que a todas las viudas les daba obligatoriamente. ("¿A qué horas se va a atacar, comadre? Es tarde ya y tenemos que irnos").
¿Es una asesina doña Jesusita? Yo digo que no. Desde que murió su esposo se le oyó cantar al hacer los quehaceres de la casa, cosa que nunca había hecho. Y las asesinas no cantan.
¡Hasta mañana!...