Columnas la Laguna

ANÉCDOTAS

LA MALINCHE, UNA SEÑORA DE DOS MUNDOS

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

Los Amantes de la Vida se sacuden el polvo del encierro forzado y añoran las convivencias sin el virus 19. Leen de cabo a rabo los periódicos y caen en las falsedades y citas despectivas sobre personajes de la historia; otros se dedican a escribir tratados sobre el Santo Niño del Tongo y la nevada extraordinaria de 1948 con el auxilio de las hemerotecas del periódico y varios más -Heberto Margil-, por ejemplo, a difundir "La historia oculta de los metales" o bien, a compartir experiencias sobre las fases lunares y estudios documentados del cultivo de los cactos, como sería el caso de Efrén Mireles Stens, un apasionado de la vida en todas sus manifestaciones y custodio, además, con su cámara fotográfica, del enternecedor instante en que dos tortolitas enamoradas de la luna, empollan.

En la cuarentena los Amantes de la Vida -grupo formado por Juan Manuel González Cerda para degustar vino tinto y escuchar conferencias de culturalización, lo cual permite sacudirse el polvo del largo, largo camino de la vida- la historia personal se reescribe y nos da tiempo de más para repasar temas ya olvidados o que se ignoran, existiendo el repaso obligado de nuestras vivencias infantiles y los alegres y aleccionadores momentos de nuestra formación educativa. El propio Juan Manuel destaca en esos relatos y se enorgullece de sus logros de pura esencia celestial en la escuela primaria.

Simón Álvarez Franco, por su parte, nos comparte -vía internet por ahora- historias y mitos alrededor de San José del Tongo, un pueblo absorbido por la presa Lázaro Cárdenas, y su Santo Niño, que no fue santo ni niño, precisa el historiador y anota enseguida que de allí nace la leyenda de "La Llorona", una madre que surge del panteón de la colonia San Isidro, y grita en el camino: "!Mis hijos, hay mis hijos", invocando a sus dos hijos que murieron durante una epidemia. -Estoy escribiendo historias sobre mitos, porque en el grupo Amantes de la Vida nos tienen prohibido hablar sobre religión o política ya que nunca nos pondríamos de acuerdo, aclara.

Sin embargo, subraya que la historia de "El Llorón" de Icamole" fue un hecho real y su protagonista el general Porfirio Díaz. Lloró por su derrota ante las fuerzas insurgentes de Sebastián Lerdo de Tejada, refugiado en una finca con aquel nombre propiedad de don Simón Álvarez Nerio, bisabuelo de Álvarez Franco.

A su vez el licenciado, maestro y periodista Jesús Máximo Moreno Mejía, nos ilustra sobre la vida de Alejandro Magno, rey de Macedonia y uno de los más grandes conquistadores de la antigüedad, concebido, según leyendas antiguas, por una serpiente que se unió a su mamá cuando ésta dormía, versión que no figura en el texto del compañero pero que yo consideré asaz interesante.

En lo personal, navego por los aires cibernéticos para escudriñar historias sobre la vida y hechos de La Malinche a fin de subsanar falsas citas sobre la princesa náhuatl a quien los mexicanos la tienen como sinónimo despectivo de "persona que traiciona". Dos de esos mexicanos, laguneros por cierto, dijeron de ella que fue una mujer de buen ver y otro, que había nacido en tierras duranguenses, dos bromas de pésimo gusto. La primera expresión quizá sea la más atinada, pues Hernán Cortés se enamoró perdidamente de ella y la sacó de doméstica y cocinera para convertirla en traductora, intérprete, asesora e intermediaria de los españoles en su trato con los indígenas conquistados.

El historiador Juan Miralles afirma que La Malinche fue una Señora de dos Mundos y dejó de ambos un rostro imborrable. "Entre el náhuatl, el maya y el español, idiomas que dominaba, comenzó una era de entendimiento y el encuentro de dos culturas". El cronista Bernal Díaz del Castillo, refiere en "La historia verdadera de la conquista de la Nueva España", que La Malinche concibió a un hijo de nombre Martín, uno de los primeros mestizos de la historia y en consecuencia la mujer náhuatl alcanzó el rango de Madre del Pueblo Mexicano. Murió muy joven durante una epidemia de viruela pero nos dejó un legado asombroso. Malinalli Tenépatl, su nombre original, también conocida como Malitzin o doña Martina, nació en Oluta, antigua capital olmeca al sureste del imperio azteca, en Veracruz, en 1496.

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