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A lo que hemos llegado

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Cuando reflexionamos sobre el confinamiento a que estamos sujetos, sea por indicación del gobierno, por voluntad propia de sobrevivencia o por ambas, cuando circulamos por las calles de la ciudad en que vivimos y nos vemos en el espejo de los demás, con tapabocas o mascarillas, cuando tenemos que tomar las medidas de sanitización para evitar el contagio de nuestros familiares, una y otra vez recordamos que hay que mantener la sana distancia, lavarse las manos y otros slogans que reiterativamente oímos aquí y allá, nos preguntamos ¿Por qué hemos llegado a esto?

Iniciamos el año con el anuncio de la existencia de una epidemia en un país como China, tan lejano y cercano a la vez; lejano porque nos separa de él un extenso mar y cercano porque los medios de comunicación actuales nos lo presentan en una pantalla de televisión o celular como si fuese un sitio vecino. La epidemia se convierte en pandemia, se extiende con rapidez inusitada a través de las naciones del orbe y en días ya la tenemos presente en México o en el lugar en que vivimos.

Es inevitable ver, escuchar o leer en la televisión, la radio, la prensa, el internet y las redes sociales, las notas que diariamente se difunden sobre este fenómeno. Ahora ponemos atención, mañana nos hartamos, pero algunos no dejamos de estar pendientes sobre cómo se extiende en número de contagiados, muertos y demás explicaciones que nos vierten a través de los medios de comunicación, nos obliga a esa reflexión individual para tratar de entender lo que estamos viviendo y actuar de una forma en que procuremos continuar haciéndolo, lo más factible es que no será igual pero pensando que este evento es temporal, que habrá una época pos-pandemia como ocurrió con otras que antecedieron a esta.

Una conclusión breve de lo que ocurre es que hay un disturbio en nuestra forma de vida doméstica y laboral, que afecta a la salud millones de personas y la economía de los países, que ha alterado esa forma de vida que algunos han señalado como normal, como si el caos organizado pudiera calificarse de esa manera, porque la forma en que vivimos es parte de un sistema económico-social mundial que se basa en expiación de la naturaleza y en la exclusión de millones de personas.

La reflexión individual sobre lo que ocurre debemos hacerla más allá de nuestro entorno inmediato, incluso de nuestro país: lo que cada vez más está en juego es la vida de la propia especie humana. Si bien la pandemia en este momento ha provocado más de trescientas mil defunciones y, lamentablemente, es posible alcance sumas millonarias si no se encuentra pronto la forma de inmunizar a la población mundial.

Lo que destaca de esta pandemia es la facilidad con que se propagan los contagios y la letalidad en poblaciones vulnerables: al día de ayer había un 6.6% de defunciones con respecto al número total de contagiados, aunado a la parálisis económica por el confinamiento, pero también destaca que la nueva normalidad no debe ser igual a la anterior. Debemos centrar esta reflexión en explorar otras posibilidades que, cuando menos, en una primera fase regulen ese caos en tanto reinventamos innovadoras formas de vivir, de producir, sin incertidumbre sobre los riesgos que corremos con las actuales.

La pandemia del coronavirus solo es un anticipo de otros que devendrán por el disturbio mayor que hemos provocado durante las últimas centurias con el advenimiento de la industrialización como motor de la economía y del capitalismo como sistema económico-social, el cambio climático, un disturbio que rebasará las capacidades que tenemos para enfrentarlo si continuamos con esta forma de vida y producción mundial.

Tal perspectiva del desarrollo de las sociedades actuales y de la propia especie humana no es una visión apocalíptica que sale de algún libro sacro o discurso religioso, es un fenómeno objetivo, explicable con los medios científicos y tecnológicos que disponemos, y son también estos medios los que permitirán apoyar los cambios necesarios que deriven de la conciencia y voluntad política de los ciudadanos que incidan en la toma de decisiones que posibiliten reorientar el desarrollo de nuestras sociedades, encontrar las formas para que ese desarrollo sea sostenible.

La voluntad política se adquiere cuando los individuos y las colectividades ejerzamos nuestra ciudadanía, cuando exijamos a los gobiernos regulen la extracción insostenible de los recursos naturales disponibles que realizan empresas y corporativos privados, cuando construyamos sistemas económico-sociales más equitativos y regímenes políticos más democráticos. La nueva normalidad post pandémica debe buscar esa reinversión de la vida, buscar una nueva y más lúcida innovación de ella para dar respuestas a preguntas o conclusiones frustrantes como la que aquí nos hacemos, no tenemos por qué volver, reiterar, lo que aquí expresamos de porque llegamos a esto.

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