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A las pruebas me remito

EDUARDO ARVIZU MARÍN

Nadie en el mundo lo conocía. Los científicos habían identificado hasta diciembre anterior solo seis virus a los que en la década de los años 60 la autorizada revista Nature llamó por primera vez "Coronavirus", inspirados por el halo de prominencias que los rodea, similar a la corona del sol.

Cuatro de estos virus, los más viejos conocidos, se sabe que son los causantes de más de un tercio de las gripas comunes… Uno más de esta familia brincó a la celebridad en Arabia Saudita en 2003 y se le conoció como MERS-CoV y otro más se sumó a los sufrimientos humanos en Asia en 2012 y se le etiquetó como SARS-CoV1, ambos causantes de un síndrome respiratorio agudo severo que amenaza la vida de quienes lo contraen.

Hasta diciembre, eran seis. Fue ese mes cuando el doctor Li Wenliang, del Hospital Central de la provincia de Wuhan, hizo el hallazgo de lo que le parecía un nuevo Coronavirus, el séptimo de la familia.

Quizá unos 50 días después estarían ocurriendo dos cosas: la OMS llamó la atención sobre el recién llegado a la familia de seis que se hicieron siete: el SARS-CoV-2, causante de la Corona Virus Disease-19, de donde surgió el genérico que hoy el mundo usa para caracterizar esta epidemia mundial, COVID-19. El 11 de marzo la OMS declaró que el SARS-CoV-2 ya se había convertido en pandémico.

El bebé de la familia no tenía al nacer nada para ser recibido correctamente en casa. Ni vacuna, ni medicina específica, ni una prueba clara que detectara su presencia. Sobre las vacunas hay una certeza: será un proceso de al menos un año. Y sobre la medicina específica solo hay intentos. Algunos hasta esperanzadores, pero eso, intentos, aproximaciones.

También había necesidad de ponerse de acuerdo sobre cuál podría ser la prueba de mejor utilidad y precisión. La ciencia volteó la cara hacia una prueba de biología molecular: la prueba de Reacción en Cadena de la Polimerasa, genéricamente reconocida como la PCR.

En México, una institución infaltable en este rompecabezas, el Instituto Nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (INDRE), convocó a los laboratorios públicos y privados interesados en aplicar la prueba PCR, entre ellos Laboratorio Médico del Chopo, para dejar claro cuál sería el procedimiento a aplicar para recibir una validación -no es permiso ni licencia- para quien quisiera ofrecer la prueba PCR a los pacientes, considerada la más precisa de las que están en el mercado.

Hay otra prueba más o menos generalizada en el mundo y es la llamada Serológica. Esta prueba se hace con sangre y lo que va a buscar son los anticuerpos que una persona generó una vez que fue contagiado, haya tenido síntomas o no. Por el momento estas pruebas no las ha validado la autoridad sanitaria del país, pero sin duda que en un momento epidemiológico distinto al que nos encontramos serán de gran utilidad.

Servirán para medir con buena aproximación lo que los especialistas llaman 'inmunidad de rebaño', que es la manera en que el virus ha llegado al sistema inmunológico de grupos específicos de la población. Por ejemplo, el personal médico.

Laboratorio Médico del Chopo comenzó la aplicación de la Prueba de biología Molecular PCR los primeros días de abril. Hasta este 14 de mayo, realizó más de 9,300 pruebas PCR. El 26% de los pacientes han resultado con que se les detectó el SARS-CoV-2, o sea, uno de cada cuatro. Este porcentaje relativamente alto se explica por dos factores: quien la solicita es un público con síntomas o con algún contacto muy cercano que resultó contagiado. Y el otro es que México se encuentra en la fase crítica de un pico epidémico.

Estamos en el tiempo de guardarse en casa y resulta de la mayor importancia ahora no pasarse las señales de alto del semáforo que comenzará a funcionar a partir del lunes.

Pero también diversas voces señalan que estamos en el tiempo de hacer pruebas, pruebas y más pruebas.

Las pruebas son el vigía que puede dirigir este barco por el mejor curso. Renunciar a ellas, minimizarlas o despreciarlas sería como salir a la calle con el Guía Roji de mi papá… en la era del Waze.

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