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El plan que faltó

JULIO FAESLER

El plan que el presidente López Obrador propone para revitalizar nuestra economía nace de su visión del rescate y transformación de una sociedad urgida de cambios fundamentales y donde la economía es parte central pero ciertamente no el problema. Su concepto es integral. Con todo y que entendamos su raíz anti capitalista y/o socialista, lo que es una pena es que a lo largo de su enumeración de componentes, el programa entrañó elementos que lastran, y desvían la obtención de sus metas aún por precisar.

Hagamos a un lado la sorprendente insistencia en los tres emblemáticos del programa de 4 T's y de la insistencia en otros aspectos muy discutibles del plan. Las realidades apremiantes de la actualidad son plenamente coincidentes con lo que se vive en la mayoría de los países, son la pandemia mundial y la amplitud y profundidad de la crisis económica que a todos afecta.

Hoy en la sociedad mexicana se encuentra en inédita crisis que conjunta de pobrezas materiales y morales. La primera, a la que el presidente, dirige la mayor parte de sus intenciones, hay que empezar a remediarla rompiendo el círculo aparentemente vicioso de pobreza, falta de demanda, falta de producción, falta de empleo, pobreza, falta de demanda…ad infinitum. En la fase en que ahora nos encontramos de dicho ciclo, ese ciclo se detiene si se dota a la población carente de ingresos, pero con demandas reprimidas, del poder de compra que echar a andar las ruedas de la producción y, con ellas, la creación de empleos para los trabajadores desocupados.

Es un error de perspectiva creer que reducir nóminas y de salarios de altos funcionarios en 25% sea suficiente para financiar la apertura de una planta industrial que antes de la crisis era incapaz de dar empleo suficiente ni para atender la demanda nacional que depende demasiado de lo importado.

Mucho menos es creíble que puedan crearse dos millones de nuevos empleos, formales, en un período tan perentorio como el que se mencionó en el Plan de Rescate de Presidente.

Pero el sembrar poder de compra en la población y la reanimación y ampliación de la economía requiere solo lo puede hacer el gobierno que tiene la llave del financiamiento necesario y esté armado de una valentía inspire. Un primer paso se hace a través de programas sociales como los que existen y que deben hay que fortalecer, perfeccionar y aplicar con disciplina. Los apoyos económicos entregados a los sectores populares que dedican una mayor proporción de su restringido gasto diario a la compra de alimentos, ropa y enseres domésticos son los más necesarios y esto sirve para consolidar la producción nacional.

La segunda e indispensable acción consiste en abrir a los productores-empleadores el financiamiento del que carecen para usarlo en emplear a la mano de obra detenida y desocupada para producir los artículos que satisfagan las demandas nacionales reprimidas y las de exportación.

Sembrar el poder de compra para que la población adquiera los productos que la industria actual puede producir cumple la primera parte de la estrategia. Falta todavía aumentar ocupación para absorber la gran reserva de trabajo que existe en el sector informal de la población económicamente productiva.

El ampliar la estructura productora del país requiere financiamiento que no provendrá en volúmenes suficientes de nuestro país. La necesidad de financiar las ampliaciones de capacidad de producción es inaplazable. A esto se opone el instinto llano y cauteloso del presidente de la República, reminiscente de las desastrosas experiencias del Siglo XIX o bien de la imposición norteamericana del "Consenso de Washington" precio del rescate financiero de no hace muchos años.

No hay que temerle al endeudamiento externo siempre y cuando sea racional y no un crudo canal de corrupciones. Cualquiera entidad económica, sea familiar, industrial o nacional puede e incluso debe endeudarse si se trata de anticipar el pago de un bien necesario. México debe valerse de su sólido sistema financiero para obtener créditos en buenas condiciones de tasas de interés y plazos para hacer posible la realización de obras de infraestructura que urgen para aumentar la capacidad de producción agrícola e industrial del país.

Esos financiamientos también serian aplicados a proyectos sustentados en estudios de factibilidad y extendido a través del Banco Nacional de Comercio Exterior.

El más reciente plan, pues, no fue novedoso. Fue repetitivo. Si bien el país espera una conducción serena y sabia, bien aconsejada y consensada, sabe que la independencia nacional actual y futura está en juego. Los tiempos son de crisis y requieren respuestas valientes especialmente cuando el mundo entero siente que las cosas van a cambiar.

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