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Colapso petrolero

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

El convenio celebrado en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y otros productores de crudo a nivel mundial la semana pasada, en virtud del cual se redujo la cuota de producción de los países que participaron en dicho acuerdo, no fue suficiente para detener la caída de los precios a niveles negativos.

En su origen el problema deriva de que la pandemia ocasionó una baja repentina del ritmo de la economía mundial y por ende del consumo de energéticos, que sobrepasa la capacidad de almacenamiento del producto, por lo que hoy día el productor tiene que hacerse cargo del costo de su almacenaje, que por el momento resulta mayor que el valor del petróleo almacenado.

El problema inició el pasado mes de marzo con una guerra de precios desatada por Arabia Saudita y sus consecuencias se advierten negativas para nuestro país, hasta el punto de que es previsible que el Gobierno federal que encabeza López Obrador, tenga que hacer en las próximas semanas una reducción importante en el presupuesto del año que corre, que como tal corresponde al Presidente proponer, frente al Congreso de la Unión.

Es cierto que la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) cuenta con un seguro para este tipo de contingencias sin embargo, la protección tan solo alcanza para respaldar el valor de doscientos cuarenta y tres mil barriles diarios, del promedio de un millón cincuenta mil barriles al día que sirvieron como base del diseño del presupuesto de la Federación para este ejercicio fiscal, por lo que solo está protegida por el seguro de cobertura, el veintitrés por ciento de la producción nacional de petróleo para exportación.

La Secretaría de Hacienda asegura que además del seguro de cobertura de que goza Pemex, la propia Secretaría cuenta con una protección adicional cuyo monto no determina, por lo que corre a cargo de dicha dependencia la responsabilidad de acreditar su dicho, como base de la certeza sobre la cual habrá de realizarse el ajuste del presupuesto que se avizora. Lo ocurrido en el mercado petrolero mundial, obliga a López Obrador a replantear la estrategia de su gobierno en esta materia y desde luego, pone sobre la mesa la conveniencia de sostener o cancelar el proyecto de la Refinería Dos Bocas, como exige la oposición.

Vale la pena detenernos en este punto, porque el debate en torno a la idea de construir o no nuevas refinerías para mejorar la producción de gasolinas a precios competitivos en nuestro país, ha sido un tema en el que influyen de modo decisivo criterios partidistas y hasta ideológicos. Ofrece ejemplo de lo anterior el proyecto del Gobierno de Felipe Calderón, relativo a la construcción de la Refinería Bicentenario en el Estado de Hidalgo, cuyo proyecto fue abandonado debido a la oposición de los adversarios políticos de Calderón, entre los que se encuentran algunos de los que hoy apoyan la construcción de la Refinería Dos Bocas.

La cancelación de aquel proyecto fue compensada con inversiones millonarias para modernizar las refinerías existentes, hechas por el propio Gobierno calderonista y los sucesivos Gobiernos tanto de Enrique Peña Nieto como el actual de López Obrador. Estas inversiones no han sido suficientes para que México produzca gasolina a precios competitivos, en virtud de vicios ancestrales relativos a la corrupción burocrática y sindical que hicieron de PEMEX, el barril sin fondo que es en la actualidad.

PEMEX es la compañía petrolera más endeudada del mundo, lo que indica que la cuestión no es que se invierta o no en refinerías, sino en la forma en que para enfrentar la recesión, el Gobierno de AMLO deberá ejercer sus facultades de rectoría del Estado en materia económica y en específico, respecto a la producción de energía. En el pasado los mexicanos diversificamos nuestra economía para romper con un modelo petrolizado, y hoy el reto consiste en voltear hacia la inversión privada en este rubro, evitando las corruptelas en que incurrió el régimen de Peña Nieto, y promover formas limpias y renovables de producción de energía.

La actual crisis petrolera no solo pone en jaque la continuación de la Refinería de Dos Bocas, sino que cuestiona la viabilidad misma de PEMEX como empresa paraestatal y "viene como anillo al dedo" para que el gobierno de López Obrador por fuerza de las circunstancias, dirija su vista hacia el futuro, y de un golpe de timón en materia energética.

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