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Nuestra Salud Mental

Dr. Víctor Albores García

(Nonagésima primera parte)

PUENTES A CRUZAR EN SAN FRANCISCO

El tema me parece especialmente pertinente y actual, precisamente en estos días, en estos momentos en que nuestra ciudad y nuestro Estado despliegan esa cálida efervescencia, tanto en el interior de la vida política, como en el exterior, en lo que respecta al ambiente, así como lo representado por toda esa colorida parafernalia de la papelería y la publicidad que les da tanto lucimiento, como se acostumbra actualmente en los periodos que anteceden a las elecciones municipales y estatales en todo el país. Esa efervescencia tal vez tímida todavía, pero que se desconocía o se había perdido por completo en el pasado cuando pasivamente aceptábamos, nos resignábamos y estábamos convencidos del ?dedazo?, como la única opción a la que teníamos derecho. Se trataba de ese planteamiento único, proveniente también de un partido único, ungido e investido casi como un sistema monárquico, que se heredaba, al descender además desde las alturas, desde la cabecera en lo alto de la gran pirámide, desde la presidencia nacional en la Gran Tenochtitlan. Ahora queremos creer que tenemos varios candidatos, así como diferentes opciones, que no sólo representan las mismas caras de siempre dentro de un solo partido. En este momento, en que los diferentes candidatos de cuando menos dos partidos principales nos siguen con la mirada y nos sonríen, desde las esquinas o las paradas de los autobuses, desde lo alto de los espectaculares, o desde el abstracto simbolismo de una M o una Z, es el mejor momento para echar a trabajar nuestras neuronas por medio de todas las reflexiones y los cuestionamientos que podamos imaginar o expresar al respecto. ¿Qué significa ser candidato para ocupar un puesto semejante? ¿Cuáles son las credenciales, las habilidades, las capacidades, los antecedentes, la experiencia y la preparación de cualquier persona que busque estas posiciones? ¿Qué estímulos y razones los mueve? ¿Cuáles son sus objetivos y planes conscientes e inconscientes? ¿Cuáles son las pasiones que los empujan a participar en la política, para hacer una carrera de ella? ¿Cuáles son sus necesidades en todos los sentidos? ¿Qué opinan ellos mismos sobre la corrupción y la forma en que se desarrolla en nuestro país? Seguramente que todos nosotros tendríamos muchas preguntas para seguir formulando.

El plantear tales reflexiones y cuestionamientos seguramente nos ayudará a formar un criterio y a orientarnos en cierta dirección respecto a las decisiones que tomaremos el día de las elecciones. En un sistema al que todavía con cierta timidez nos atrevemos a llamar democrático, la única forma en que podemos reforzar tal postulado y aumentar su fortaleza, es utilizando el instrumento que como ciudadanos hemos ganado a pulso cada uno de nosotros, o sea el derecho de votar libremente por aquel individuo en el que creamos y que nos inspire confianza por sus postulados y el camino recorrido. Esperamos que ya no se tratará de un voto comprado con dinero, con regalías, con dotaciones de comida o de materiales de construcción, como tradicionalmente se llegó a acostumbrar en un sistema apoyado por el fraude y la corrupción, especialmente aunque no exclusivamente dirigido hacia las clases de niveles económicos más bajos. Idealmente, tampoco será el voto impuesto como resultado de las amenazas y las presiones acostumbradas dentro de las empresas o de las oficinas gubernamentales, en las que incluso se llegaba a recoger las credenciales de elector de los empleados, o de los miembros de determinados sindicatos, confederaciones y sociedades. En el presente estamos más conscientes de las viejas mañas y vicios del pasado, de ese extenso y estratégico enramado de corrupción que nos ha cubierto durante tantos años o quizás siglos, y que nosotros mismos hemos permitido encogiéndonos de hombros. Es así como en nuestros días, el votar no es solamente un derecho y una responsabilidad cívica, sino que representa asimismo, el compromiso que podemos tomar con nosotros mismos y con nuestra sociedad, si es que realmente deseamos aportar nuestro granito de arena en la lucha contra la corrupción y los fraudes que seguimos padeciendo. Así pues, los cuestionamientos no sólo se dirigen hacia los candidatos, sino también hacia nosotros mismos, hacia lo que verdaderamente deseamos y esperamos de ellos y de nosotros como mexicanos. (Continuará).

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