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Viernes santo: Reflexiones

JULIO FAESLER

Semana Santa. México, sumiso y paciente, también sufre su pasión. Son días de recogimiento que nos llaman a detenernos para reflexionar sobre tantos años en que dejamos entrar el virus que nos contaminó y acabó por adueñarse de nuestras aspiraciones de superación nacional para desviarlas hacia hábitos y formas de vida extranjeras con sus ansiedades consumistas que pueblan los ánimos de las mayorías.

Esta Semana Santa, gracias al Coronavirus, ha resultado la mejor invitación para reflexionar y enfrentarnos a nuestras realidades cotidianas, hacernos un examen de conciencia y meditar cómo y porqué a lo largo de los años recientes hemos tolerado como aceptables los comportamientos que han minado el potencial de nuestros valores hasta dejarnos en el estado lamentable de debilidad y dependencia en que ahora nos encontramos confusos e improperados ante un futuro incierto.

Las muertes sufridas a los pocos días de haberse declarado la emergencia sanitaria, y las que nos pronostican, no agotan el drama sino que lo profundizan. Lo que nos ha de preocupar es la post-pandemia. Si pasada la fulminante interrupción de todas las actividades que la enfermedad nos ha impuesto, lo que hay que hacer es asentar las vías en la misma dirección de antes, o si necesitamos cambiar drásticamente de rumbo.

Algunos declaran que es urgente descartar el modelo económico e incluso el político para instalar otro. No faltan opciones. El tema nos lleva a repasar las utopías clásicas desde los pensadores griegos como Platón, San Agustín, Tomás Moro, hasta llegar a Karl Marx. Hay esquemas ya ensayados. El problema está en que aún no nos sabemos cuál.

Aquí desvanece lo especulativo ante las realidades del estado actual de cosas en México, donde se anuncia otro ruidoso choque del tren de la IV Transformación del presidente López Obrador y el de los voceros empresariales que viene cargado de múltiples reclamos y propuestas.

Las recientes conversaciones entre ciertos líderes empresariales y el presidente de tonos corteses, no ocultan la brecha entre las decisiones de López Obrador y la convencida oposición de los que ven en ellas la receta segura para el desastre económico nacional. Las propuestas de acción expresadas con precisión por la CCI y la COPARMEX se han estrellado contra el cimentado rechazo del presidente envuelto en su peculiar discurso disperso y desordenado de sus conferencias matutinas.

El anunciado "informe" trimestral del presidente del pasado domingo fue un ejemplo más de lo mismo. Faltó revelar la estrategia prometida para salir de la emergencia de salud al igual de cómo enfrentar la confirmada recesión económica que se extiende por todo el mundo.

El documento leído por López Obrador no cumplió el esperado diferimiento de pagos en los impuestos sobre la renta o el IVA, o el aplazamiento de las cuentas de luz para los contribuyentes cuyos ingresos han caído diametralmente atrapados en el actual vacío de ingresos. Tampoco mencionó los adeudos pendientes del gobierno a proveedores de PEMEX y la CFE con que se alimentarían las inversiones estratégicas que México requiere.

No hubo indicación a Nafin o al BNCE de facilitar créditos a las muchas empresas que han visto interrumpidas sus ventas nacionales o exportaciones y que requieren apoyo financiero para mantener su planta en operación. El comercio exterior que ocupa el 40% de los esfuerzos nacionales y no fue mencionado, ni la protección necesaria para la producción contra las importaciones fraudulentas que la afectan.

Sí, en cambio, López Obrador insistió en la obligación de las empresas a mantener sus nóminas sin reducción de plazas o de salarios, sin un apoyo oficial para facilitarlo.

Las propuestas de Carlos Salazar, presidente de la CCE, rechazadas por el Ejecutivo, incluyen los siguientes puntos: cubrir sus pagos a proveedores dentro de un lapso de 30 días y un programa de "adopta una Miyme" en favor de las unidades más pequeñas, crear un fondo de 100 mil millones de pesos para garantizar créditos al través de la banca privada, diferir el pago de impuestos para determinados sectores críticos como la hotelería y restaurantes. No se planteó la condonación de impuestos. La urgencia de la acción que se pedía al gobierno evitaría que se perdieran más de 800,000 empleos por la baja del PIB de 7-10%. El Presidente reviró pidiendo al líder Salazar su ayuda para cobrar a una lista de empresarios remisos fiscales por un monto de 51 millones de pesos.

La situación por la que atraviesa México por razón de la pandemia es igual a la que sufren en Europa y Estados Unidos. La nuestra, sin embargo, se agrava ya que desde tiempo atrás nosotros arrastramos un decaimiento económico que muchos ya la calificaban de recesión.

No hay por el momento modelos alternativos aplicables a nuestra situación. Lo sensato es aplicar con cordura y con sentido de unidad nacional las estructuras de democracia económica con que contamos y que no deben ser causa de conflictos, sino de unidad nacional. Los tiempos así lo piden.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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