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La epidemia del sarampión en Mapimí

Desde siempre, las epidemias y pandemias han convivido con la humanidad y otras especies

En 1825, el doctor Manuel Rodríguez Balda escribió un artículo donde expone cómo fue atender los casos de sarampión en la región, en una etapa donde la medicina no contaba con el avance de hoy en día.

En 1825, el doctor Manuel Rodríguez Balda escribió un artículo donde expone cómo fue atender los casos de sarampión en la región, en una etapa donde la medicina no contaba con el avance de hoy en día.

ALEJANDRO AHUMADA

Desde siempre, las epidemias y pandemias han convivido con la humanidad y otras especies. Su interpretación, apoyada con una historia poco fundamentada pero especialmente vista y juzgada con elementos del presente, provoca caer en una gran desinformación potencializada con el uso de las redes sociales.

El hombre tuvo que convivir con la naturaleza, sin ninguna protección, contra bacterias, virus, gérmenes, etcétera. Estos provocaban una regulación natural para el entorno. Al momento de descubrir las primeras vacunas y tratamientos con aplicación masiva, el hombre le fue ganando la partida a la naturaleza e inició lo que ahora es una sobrepoblación humana, provocando un desbalance en el equilibrio de la Tierra.

Luego de llevar una aparente delantera contra la naturaleza y cuando se pensaba que algunas enfermedades ya habían sido erradicadas, estas se volvieron a manifestar, sigilosamente, con una resistencia creada o con mutaciones sin control y prevención alguna, como el caso del coronavirus. Eso nos lleva al pasado, a conocer una indefensión total con la que se vivía de manera normal cuando el hombre no tenía invención alguna para protegerse de cualquier enfermedad y con doctores muy diferentes a los que existen en la actualidad. Cabe aclarar que, ante la carencia de elementos para curar, los doctores de la época experimentaban con lo que convivían y con prácticas de ensayo y error, además de la confusión encontrada con casualidades que aparentaban una mejoría en sus ensayos buscando la cura de estas.

La naturaleza, el clima y la geografía eran elementos que podían dar las condiciones para un daño masivo, no la religión o la coincidencia de la numeralia que muchos asocian a los eventos. Por lo regular, hay muchas epidemias documentadas, que con solo investigar un poco, uno puede encontrar estos apuntes o relatos. Tal es el caso de la siguiente transcripción hecha por el doctor Manuel Rodríguez Balda, encargado de visitar la región de la Comarca Lagunera de Durango afectada en 1825 que en la actualidad sería el área de León Guzmán, Lerdo, Cuencamé y Mapimí. Una zona semidesértica, con una agricultura muy rudimentaria, peligrosa por los indios hostiles de la región, agua salitrosa, un río Nazas y Aguanaval que si llovía, tendría agua solo en la temporada de lluvia , sin doctores y medicina calificada alguna. Se resumiría en lo siguiente: "Así se vivía antes y muy pocos sobrevivían para contarla".

REPORTE PRESENTADO POR EL DOCTOR MANUEL RODRÍGUEZ BALDA

Exposición que hace al Gobierno del estado libre de Durango, el profesor de Medicina, Manuel Rodríguez Banda, comisionado para reconocer y curar la epidemia que atacan los minerales de Mapimí, Cuencamé y Villa de Cinco Señores.

Es necesario clasificar bien las enfermedades para poder entender su plan curativo, así que basta no haber tenido datos suficientes, observando detenidamente los síntomas principales y las diversas variaciones que reciben en los pueblos de mi tránsito, comparándolos con las relaciones de las epidemias de 1796 y 1805.

Conforme al diagnóstico de los autores en Medicina más clásicos, no dudo afirmar que es un verdadero sarampión. Su invasión va siempre precedida de calosfríos, dolores de cabeza y articulaciones, pesares de cuerpo, lagrimeo continuo, tos, estornudos, opresión de pecho y todos los síntomas de un catarro. Al tercero, cuarto y quinto día, comienza a salir la erosión roja, semejante a la picadura de pulga, la cual se une y extiende de diversos modos. Son ásperas y ligeramente elevadas en la cara, especialmente en los adultos; y planas en las demás partes del cuerpo.

Cuando es grave, otros síntomas que lo acompañan, son las accesiones de frío y calor, dolor muy agudo de cabeza, el dolor de pecho suele hacerse insoportable, la tos es seca y casi continua, hay dolor de garganta, la respiración es difícil, los dolores son muy fuertes en las extremidades, especialmente en los muslos, la inquietud, ansiedad y aún el delirio, se manifiestan frecuentemente antes de la erupción, a su salida se aumenta los síntomas, y si los enfermos no se curan convenientemente o se abandonan, todo se exaspera, la respiración se suspende a intervalos, la cara se entumece, los ojos inflamados no dejan percibir ni la pupila y aún llegan a supurarse. La lengua se hincha y presenta una costra negra, la sed es intensa, el aliento fétido, ardor en todo el cuerpo, las manchas toman un color aplomado y no tarda la muerte en terminar la cena.

En algunos casos la erupción desaparece repentinamente y al parecer disminuyen todos los síntomas. La piel parece fresca al tacto pero la postración ensuma. Entonces se halla el enfermo en grave peligro, en breve sobreviene la gangrena que se apodera de las vísceras principales, las cuales producen diarrea y vómitos negros. Se extiende hasta las encías y parte interna de la boca, se arroja los dientes con pedazos de carne corrompidos y el enfermo no puede pasar ni una gota de agua.

Esta exasperación solo la he observado en Mapimí, en donde el clima es ardiente, la sequía ha sido rigurosa, las aguas tienen minerales en disolución, las carnes corrientemente son secas y saladas, los alimentos son de difícil digestión, extrema falta de cuidado, se respira humo de las fundiciones que a la vez nublan las calles, las habitaciones son estrechas, en ellas hay fogones perpetuos, duermen muchos reunidos y a los más les faltara aún el sustento necesario para vivir, sin piedad de algunos, aunque pocos vecinos dignos de elogio nos cuidaran de socorrerlos.

En otros casos, por fortuna son más, apenas aparecen los síntomas catarrales, calentura y dolor de piernas. Suele no desarrollarse la erupción y si acaso se manifiesta, es muy pequeña y diseminada. En estos una diarrea ligera termina felizmente el mal, aunque aquella suele durar algunas semanas.

El origen de sarampión es desconocido, como lo ha sido el de todas las epidemias que en diversas épocas han desgastado el universo. Comienza con una inflamación del estómago e intestinos y por un catarro más o menos grave. Su intensidad la determina el grado de inflamación, esta se repite en la piel, he aquí la erupción, así es que, en los casos benignos a su aparición, disminuyen los síntomas y en los graves, se exasperan, repitiéndose de nuevo al interior, en esto consiste el peligro. El plan curativo que el 22 de agosto de 1822 mandó circular el protomedicato con acuerdo de la junta de sanidad de México, no solo es inútil, sino perjudicial. Lo ha manifestado la experiencia, pues aunque tiene cosas muy buenas, tiene otras muy malas y las más superfluas. Es obra digna de la época en que se trazó, pero los conocimientos del día tienen un paso dado, tienen que rectificarse.

La curación se logra solamente con tener al enfermo en una habitación fresca bien ventilada, evitar el abrigo de ropa y cubrirlo con solo una sábana; no darle más alimento que atole y caldo. En cuanto a líquidos, se recomienda una bebida hecha de naranja, sidra o limón, una infusión de tamarindo o cualquiera agridulce. En su defecto, cocimiento de cebada o malva. También dar frecuentes baños de pies con agua tibia, cubriendo enseguida al enfermo con una sábana para facilitar la transpiración. Con este sencillo método, he logrado curar algunos centenares. En los casos en que hay angina o dolor de garganta, si es ligera, bastará jeringarle con cocimiento de saúco o malva, con un poco de zumo de limón o vinagre, aplicando por fuera defensivos de lo mismo. Si fuera grave y al enfermo le impida tragar, es necesario aplicar inmediatamente sanguijuelas bajo la mandíbula inferior , inclinándose al lado en que más se manifieste la inflamación, repitiéndolas dos o tres veces según lo exija la necesidad. Cuando no hay sanguijuelas, las ventosas sajadas producen igual efecto. La tos común no exige remedios particulares, los lamedores la exasperan, desaparecerá por sí sola. Si sigue demasiado tenaz, se le dará al enfermo un cocimiento caliente de flor de sauco por la noche, respirar vapores del mismo cocimiento con un poco de vinagre y baños tibios de piernas, En caso de que no ceda con esto, la aplicación de sanguijuelas a la parte inferior del cuello hacia los hombros y entre las escápulas la hacen desaparecer.

No hay peligro en sangrar al joven robusto varias veces aun desde el principio del mal, en su invasión se corta y en su vigor disminuye su actividad y previene buena crisis. Es más segura la aplicación de sanguijuelas en el vientre antes de la erupción y aun después si subsiste la calentura. Los purgantes, los vómitos, el opio, la quina, el nitro, el vino y todos los medicamentos llamados fortificantes y antipútridos son perniciosos y el abuso que de ellos se ha hecho en Mapimí ha sacrificado víctimas por la ignorancia.

En los casos de astricción de vientre, bastará cebar frecuentemente lavativas de cocimiento de malva con un poco de aceite de oliva o manteca de puerco, mezclando al agua de uso crémor tártaro. La dosis de este no deberá pasar de la octava parte de una onza en los adultos.

Cuando el mal ha progresado hasta gangrenarse las encías y carrillos, deben lavarse repetidas ocasiones con cocimiento de copalche, mezclándose un poco de vinagre.

Al terminar el mal, las manchas de la cara se ponen blancas o pajizas mientras las demás partes del cuerpo permanecen rojas, poco a poco se disipan y en esta época suelen aparecer sudores copiosos, orinas abundantes, diarreas, flujo de sangre y otras evacuaciones.

Ninguno de estos síntomas me diese un tratamiento particular, todos terminan espontáneamente, a excepción de la diarrea, que suele arraigarse y en este caso basta para moderarla que se tomen por agua de uso un cocimiento de migajón de pan y goma de mezquite, agregándole una raja pequeña de canela. El cocimiento de arroz sustituye bien al anterior.

Convalecencia: Debe tenerse gran cuidado en esta, los enfermos quedan por lo común muy hambrientos y los estómagos muy delicados. Es necesario abstenerse de todo alimento sólido hasta que tenga fuerza para digerir, así se empezará por tomar uno o dos días tostadas hechas con pan frío, después a un poco de sopa bien cocida de pan o arroz, y poco a poco la carne, al principio en dosis cortas, que gradualmente se irán aumentando. Los excesos cometidos en la dieta producen diarreas y lo que el vulgo llama empachos, que no ceden mientras no se arroja el material indigesto, así es necesario administrar un purgante, bien puede ser de Sal de Glowero . Los jóvenes pueden tomar la cuarta parte de una onza sin peligro y la mitad los adultos. Es muy difícil determinar los diversos accidentes que sobrevienen a todos y cada uno de los epidemiados, para esto o sería necesario hacer antes un tratado de sarampión, que un plan aplicable a los infelices que carecen de recursos. He procurado acomodarme a las circunstancias y a la inteligencia escasa del vulgo, la mayor parte de las medicinas son tan sencillas, que la tienen a su alcance aún los más infelices, y las otras son tan comunes que apenas hay población, por pequeña que sea en donde no se encuentren, pues su uso es demasiado conocido.

Los felices resultados que he obtenido en Mapimí, en donde se había hecho terrible por sus frecuentes degeneraciones pútridas (y acreditan los documentos que acompañó al gobierno), me hacen esperar con fundamento, que será suficiente en los demás lugares donde se manifiesta con más benignidad y cuya situación no presente el conjunto de circunstancias que aquel mineral.

Dios y libertad. Hacienda de la Labor de España a 7 de julio de 1825. Manuel Rodríguez Balda.

JUNTAS DE SANIDAD

Las medidas precautorias a principio del 1800 y con la experiencia de los españoles que habían sufrido por siglos un sinnúmero de epidemias, formaron órganos reguladores llamados "Juntas de Sanidad", creando manuales para actuación en caso de epidemias. Estos llegaron a ser, similares o iguales, en acciones a las que hoy en día se están implementando, desde cercos militarizados a media legua en circunferencia de la población afectada aislando para evitar salir o entrar a estos lugares, así como el aislamiento total de los enfermos manifestados en lugares llamados "lazaretos", cancelación total de eventos públicos, racionamiento de alimentos, etcétera. Los efectos y daños descritos fueron reales. En la región Lagunera no se dio lo anteriormente mencionado de medidas por la gran distancia de las ciudades que eran las que podían implementar estas acciones y en la reflexión dejan pensar que el cumplimiento de las medidas de aislamiento llegan a ser las únicas posible ante los daños de una enfermedad que no tiene cura aún y se propaga con una rapidez.

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Escrito en: Sarampión

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