Estoy convencido de que la pandemia en México no será de las proporciones que sufrieron China, España y mucho menos Italia. El coronavirus claro que no se desarrolla de igual manera en condiciones de clima frío que en calor, que por la época del año está ya llegando a grandes áreas del país. Además, los casos catastróficos (muerte del infectado) se pronuncias en las personas de la tercera edad, que en Europa toda está proporcionalmente muy por arriba de México, que tiene el ancho de su pirámide demográfica en población más joven que el Viejo Continente.
Esto no significa de ninguna manera que todas las medidas que se están tomando son exageradas ante las circunstancias. Antes bien, quizá se estén tomando ya tarde, pero al menos se están ya llevando acciones para evitar una cadena de transmisión masiva que expanda exponencialmente el virus entre la población mexicana.
El paso de los días dirá si esta hipótesis del calor amaina la propagación del germen o si resulta como el mar de datos falsos que circulan en la redes sociales, una mentira más, esperando por el bien de todos que se dé el primer caso.
Por otro lado, con el devenir de los días la cuarentena escolar anunciada por el secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, que debía iniciar justo el día de hoy, precipitó que muchas escuelas privadas anticiparan el paro, seguido de las universidades públicas autónomas para que desde este día las actividades académicas queden congeladas hasta que el tiempo y la información disponible señalen que se puede volver a la vida corriente.
Sin embargo, y aunque la salud es lo primero, estamos por enfrentar un reto económico sin precedente en la historia reciente mundial. China, cuna de este virus que ha puesto al mundo de cabeza, reporta que ya ha contenido el mal, luego de doce semanas de crisis. El problema para el pueblo chino será reiniciar sus cadenas productivas y el costo emocional que los mercados le cobrarán por haber sido la tierra donde se gestó este mal. De igual manera, la paralización casi absoluta de Italia, de España y en modo similar toda Europa no hacen sino suscitar condiciones económicas jamás vistas desde la Segunda Guerra Mundial.
Los Estados Unidos, la superpotencia económica y militar, están también entrando en contingencia sanitaria mayor, con el impacto que eso significa.
El Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque aparentemente con días de retraso, profesionalmente está dando seguimiento puntual a la pandemia y está tomando medidas en consecuencia. No así el propio mandatario, que salió con las payasadas de sus escudos ante una posible infección de la novel enfermedad.
El plano económico es donde es difícil cuantificar el daño que se viene. El anuncio generalizado de la suspensión de actividades culturales, sociales, deportivas y de entretenimiento en general, más la recomendación de evitar a toda costa aglomeraciones, es un golpe fulminante para el sector terciario de la economía, que comprende el área de comercio y prestación de servicios en general, justo el sector que más empleos da en el país.
Vendrá un momento de oscuridad, eso es indudable, pero será pasajero y quizá surjan las condiciones que ante tal calamidad para que de una vez el presidente, que afortunadamente lucha denodadamente contra la corrupción, haga a un lado sus prejuicios, obsesiones y rencores, y le dé rumbo a México hacia una crecimiento franco y económico sin el flagelo de la corrupción.
