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Recuperar nuestros ríos (I)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

La mayoría de las civilizaciones surgen y se desarrollan en las márgenes de los ríos, es en torno a estos cuerpos de agua dulce que se crean grandes asentamientos humanos. Los ríos proveen bienes y servicios ecosistémicos que permiten impulsar economías y la vida de poblaciones humanas, se convierten en símbolos que otorgan identidad a estas cuya historia estará asociada a ellos.

Entre esos bienes y servicios destacan su aportación de agua para consumo humano, para la conservación de biodiversidad y el impulso de actividades económicas; en torno a ellos se forman ecosistemas riparios donde destacan bosques de galería que a su vez fungen como sumideros de carbono, generadores de oxígeno y filtros naturales que mejoran la calidad del agua que fluye, contribuyen en la regulación de microclimas y en el control de inundaciones, elevan los valores escénicos del paisaje volviéndoles atractivos para la recreación y el turismo.

Sin embargo, esta asociación entre los ríos y la población humana no ha sido tersa en el transcurso de la historia que juntos han compartido, durante muchos años y aún hoy en una gran parte de las sociedades esas poblaciones han realizado una gestión deficiente o insuficiente de estos cuerpos de agua dulce, particularmente por la contaminación que provocan con la generación y vertimiento de desechos sólidos y aguas residuales, alterando no solo la calidad de las aguas que fluyen a través de sus cauces sino antropizando los ecosistemas riparios con alteraciones en el mayor de los casos graves para la vida silvestre y la propia vida humana.

Destruir los ríos tiene un efecto que boomerang que se revierte para la vida de esas poblaciones humanas vecinas y de otras especies, particularmente de la vida silvestre asociada a ellos, resultando más oneroso recuperarlos que cuidarlos. Aún en los países desarrollados existen historias sobre el daño causado a los ríos de modo tal que recuperarlos ha requerido en no pocos casos esfuerzos titánicos como sucedió con el río Sena en Europa; en este y en la mayoría de los casos se les gestionó con un enfoque sanitario al descargar en ellos las aguas servidas captadas en los sistemas de drenaje urbano con el propósito de diluir contaminantes a través del flujo de agua, evitando problemas de salud pública.

Hoy en día los conceptos y las tecnologías para la gestión de los ríos van cambiando, estamos transitando de paradigmas económico-utilitarios a paradigmas asociados con una gestión sostenible, la cual, sin embargo, aún no impregna la visión y percepciones de la sociedad o los criterios entre los tomadores de decisiones que realizan esa gestión. Ya no se les ve como simples proveedores de agua para consumo humano o receptáculos de descarga de aguas residuales, ahora se le visualiza como factores integradores de economías e identidades de los pueblos, se les ve estrechamente asociados a la calidad de vida de estos.

Por ello dentro del concepto de desarrollo sostenible de las sociedades actuales, los ríos juegan un papel clave y la tendencia de quienes adoptan estos nuevos paradigmas es recuperarlos. Es en ese marco que en 1997, en la ciudad de Curitiba, Brasil, durante el Encuentro Internacional de Afectados por las Represas que se estableció el 14 de Marzo como el Día Internacional de Acción por los Ríos. Los efectos que han tenido las obras hidráulicas en el ambiente y las poblaciones humanas han motivado el surgimiento de un movimiento global por recuperar nuestros ríos, ya sea restaurándolos o rehabilitándolos.

Algunos laguneros creemos que La Laguna, esta región económica reciente, debe inscribirse en ese movimiento global, debemos plantearnos cómo recuperar nuestros ríos Nazas y Aguanaval, revivir los ríos urbanos suprimidos en una parte importante de su cauce que pasó a ser un lecho seco. Si recordamos, en 1968 se terminó el proyecto de Rehabilitación del Distrito de Riego 017, el cual consistió en construir la presa derivadora Francisco Zarco o Las Tórtolas y modificar el curso del río Nazas de su cauce natural a un sistema de redes hidráulicas revestidas, donde el agua fluyó a través del Canal Principal Sacramento.

Lo que se hizo, en aras de la tecnificación del riego agrícola, fue prácticamente eliminar nuestro río. Si bien las presas fueron concebidas como obras hidráulicas para controlar inundaciones y utilizar el agua acorde con un calendario para el riego agrícola, no se previeron los efectos ambientales e hidrológicos que tuvieron como es el caso de la eliminación o reducción de los ecosistemas riparios surgidos en torno al cauce o la disminución de la recarga de agua en los acuíferos. Vale la pena hacer una reflexión de cómo los laguneros podríamos hacer esa recuperación de nuestros ríos.

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