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La brecha económica y social que hay que detener

JULIO FAESLER

En prácticamente todos los países. salvo quizás los previsores, los nórdicos, la brecha entre ricos y pobres aumenta en todo el mundo y, con ella, los reclamos y la violencia. Por la inercia que traemos se anuncian más problemas.

El tema es tan perverso que llega a cuestionar la justicia que pueda tener la fórmula de capitalismo liberal que se sigue en prácticamente todo el mundo. Antes llamada "cuestión social", hoy se identifica la desigualdad como simiente de innúmeros problemas bajo miles de disfraces que exigen respuesta efectiva. El reciente Foro Mundial de Davos planteó nuevos ángulos de la responsabilidad social que incumbe a todos los actores económicos y políticos. También la CEPAL da un llamado de alerta. El "capitalismo" chino intenta deslindarse y aclarar ser solo una etapa transitoria en la milenaria cultura de Confucio pero también organiza sus desigualdades. Las oleadas de publicidad consumista que inundan todo los rincones dominan la inundación demográfica general convirtiéndola en intensa ansiedad general. Ya no corregiremos lo que recibimos. Si podemos corregir lo que hoy hacemos.

La problemática social que se monta en la creciente brecha es probable que se deba a la divisiva fórmula jurídica de "sociedad anónima" que escinde en patronos y empleados a la sociedad además de nuestro concepto incompleto de progreso económico. Más de la mitad de la población mundial haya quedado a la orilla del camino en la pobreza que no tienen posibilidad de cubrir su subsistencia elemental ni menos sufragar los servicios públicos de salud, hogar y educación.

El sector privado no está diseñado para hacerse cargo de estos servicios ni deben serle encargados porque su función propia es la transformar los recursos disponibles de una comunidad en riqueza consumible. Pretender hacer que los servicios sociales sean mercantilmente redituables equivale a destrozar el sentido tanto del servicio público como el sentido mismo de la empresa que merece retribución por proporcionar los bienes y servicios que la sociedad requiere.

Los servicios que la comunidad está obligada a dar, sin embargo, han de pagarse con los impuestos que el Estado cobra. No habiendo producción suficiente para generar esos recursos fiscales los gobiernos, sin fondos, recurrirán al endeudamiento que agrava la situación.

Pero la recaudación fiscal en México es baja: solo un 13% del PIB que a su vez no cubre ni el 3% inflación anual ni mucho menos la tasa mínima de crecimiento de creación de empleo y de servicios sociales. Mucho menos un 5% de crecimiento neto que correspondiese a un aumento de la tasa de producción nacional que crease la ocupación del PEA que sería al menos de mismo del crecimiento de este. Todo lo anterior antes de añadir la cantidad necesaria para pagar los servicios elementales de cualquier país.

Una estructura fiscal adecuada financiará los servicios que se requieren y hará que todos los que deben contribuir lo hagan. La sociedad debe cubrir el importe de lo que pide se le entregue. Al paso del tiempo los servicios demandados se vuelven más numerosos y costosos por lo que no nos debe sorprender que los impuestos que se recaudan para sostenerlos aumentan de día en día.

La recaudación que se incrementa con los impuestos mayores reduce el ingreso de los que los pagan mientras reserva a los pobres el máximo posible de sus ingresos con el resultado neto de curar a la sociedad de la desigualdad y de sus tensiones.

Una reforma fiscal para la que en México hay consenso que sea fundamental no bastará si no se acompaña de una reforma mental en el contribuyente. La profundidad del nuevo nivel de recaudación hará que el empresariado que siente en sus negocios la gravedad del problema que aqueja al país contrarreste con una acción solidaria las divisiones que equivocadamente ciertos sectores se empeñan en incitar.

Las dificultades económicas y sociales que México está sufriendo en todos los órdenes, hace urgente una convocatoria a la unidad nacional que llegue desde el gobierno pero que hasta el momento ha quedado inaudito. El momento ha llegado para una posición clara y definitiva del sector privado frente a los retos: en lo económico, para aumentar la producción y sólido nivel de vida de los trabajadores, en lo político para sostener la propuesta de una legislatura igualmente firme y equitativa en las elecciones de 2021 que mantenga viva la democracia ganada desde hace años.

El bienestar de más de 140 millones de mexicanos está en buena medida pendiente de lo que resulte de los próximos meses en dichas materias sea un paso igualmente firme hacia la eliminación de la venenosa brecha social que nos hundirá más si nos descuidamos.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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