Columnas Social

PIÉNSALE PIÉNSALE

ARTURO MACÍAS PEDROZA

EL NIÑO EN LA SOCIEDAD VIOLENTA

SEGUNDA PARTE

¿Dónde inicia la violencia?

Continuamos buscando analizar el fenómeno de la violencia que se esconde sutilmente en las relaciones sociales y que conduce a una grave desatención de la realidad del niño. Consecuencia directa será denunciar estos hechos con precisa referencia a la realidad histórico-política actual e iniciar un camino de cambio y una esperanza de convertir realmente a los nuevos seres humanos en sujetos de derecho y de cultura.

La violencia social inicia incluso desde antes de nacer. El ejercicio del poder científico se ha hecho indispensable y es difícil que cualquier evento se desarrolle naturalmente. El evento del nacimiento es pues delegado a la Ciencia. Nacer en hospital, entre médicos y enfermeras… extraños. Persona que, a decir verdad, hacen su "deber" y lo hacen bien: están preparados, tienen los instrumentos e instalaciones adecuadas, saben prevenir y resolver cualquier posible complicación. Pero, ¿qué se esconde en esta específica afirmación de competencia?

Fundamentalmente se recurre al personal médico por seguridad. Se puede resolver cualquier "imprevisto" y aquí comienza la violencia sobre el niño. Con la desconfianza y el desprecio hacia la naturaleza que, no obstante, lo ha hecho físicamente tan perfecto que lo condujo por nueve meses al momento de su primera afirmación de independencia, ¿Cómo podría equivocarse precisamente ahora, después de tantos meses de preparación? Ciertamente hay excepciones, pero hoy se nos quiere hacer creer que es excepcional un parto normal. Hasta hace algunos años, cuando la ciencia no se había adueñado de este sector, muchos vieron la luz en la propia casa y sobrevivieron. Quién sabe, a lo mejor en algunos años, después de algunos descubrimientos científicos mas, se podrá afirmar que la mujer debe ser hospitalizada, en cuanto sepa que está en cinta, para controlar su estado, porque dirán que la naturaleza es ignorante y necesita evitar que genere malformaciones en el que está por nacer. Una afirmación así bastaría para hospitalizar a todas las madres desde el inicio, bajo el terror de la malformación. Un nuevo fantasma se añadiría a los ya numerosos miedos creados en las futuras madres.

¿Es una generalización indebida? ¿En dónde está lo malo de esta situación? En la afirmación de posesión que la sociedad, a través de un personal especializado (legitimo representante de la Ciencia) debe hacer sobre el niño. Apenas saliendo del vientre materno, aquellos gestos apresurados, manos impersonales, voces desconocidas parecen decir: "¡Para nacer, para vivir, necesitas de nosotros. Debes venir al mundo en un lugar donde se cuidan a los enfermos porque tu naturaleza es enferma, pude jugarte una mala broma, hay que cuidarla y sacarla del camino desde ahora. Necesitas de nuestro control!"

Así, tras la fachada de motivos muy sensatos, detrás de la higiene, la prevención, la seguridad, puede estar disfrazada la desconfianza en la autosuficiencia de la naturaleza, para obtener la más inmediata posesión del nuevo miembro de parte de una sociedad totalmente necesitada del trabajo de muchos para hacer crecer el capital de pocos y que por tanto necesita siempre de nuevos instrumentos para obtenerlo. Y es que el niño debe ser como un instrumento, como un objeto desde el nacimiento para su sociedad. Pronto debe aprender a sufrir, a someterse a la voluntad de pocos "que saben", a regular sus impulsos y sus necesidades para que tengan un lugar en la sociedad. Hay que evitarles toda forma de intimidad con la madre. La emotividad, la afectividad, el calor deben ser superados lo más pronto posible, forman parte de la irracionalidad y es la razón, el saber, y "el buen sentido" los que deben triunfar. Así inicia la violencia a la individualidad, a la espontaneidad y a la creatividad del niño. Él es uno de tantos y debe estar en la guardería con los otros. Sus comidas deben ser reguladas, su jornada programada totalmente, él no debe hacer otra cosa que adecuarse y someterse. Su llanto tiene sentido sólo en los momento establecidos: cuando es hora de comer, cuando "debe" ser cambiado, lavado o acariciado. Debe aprender pronto que hay horarios buenos y horarios malos, y que él es bueno o malo según el momento en el que efectúa su petición. Incluso al salir de la clínica la madre es invitada encarecidamente, siempre por su "bien" y el del niño, a seguir escrupulosamente estas normas.

Interpretar así los buenos consejos que las actuales estructuras sociales nos ofrecen puede parecer exagerado o injusto para algunos. Pero basándonos en la convicción de que "las mínimas particularidades de la educación infantil tienen una influencia duradera y casi siempre determinante sobre la concepción del mundo, de un pueblo, sobre el sentido de lo que es justo y sobre el sentido de identidad" (Erikson, "infancia y sociedad, ed. Armando, Roma, p. 116), no debemos dejar nada a la suerte, menos el modo en el cual se nace, tan importante y decisivo para el futuro desarrollo del ser social. Si hoy el modo de nacer ha cambiado es porque se necesita un hombre diferente, que desarrolle tareas precisas, con una actitud adecuada a los intereses del sistema.

El ginecólogo Fréderik Leboyer propuso hace ya tiempo un modo diverso: evitar todo aquello que pueda constituir un trauma para el niño. Ambiente (luminosidad excesiva, ruidos), evitar el corte inmediato del cordón umbilical, dejarlo por algunos minutos sobre la mamá (para que continúe sintiendo los latidos del corazón), baño a la temperatura intrauterina (continuación de la relación con el líquido amniótico). Este método no es un descubrimiento extraordinario, aunque muchos lo consideran "sofisticaciones" que llevan detrás el acostumbrado juego de poder arriba señalado, y el miedo de perder la posibilidad de continuar siendo los dueños de la vida y la muerte de los demás.

Confirma el método investigaciones sobre las consecuencias que puede traer en la vida el hecho de "nacer mal". Un estudio hecho en Dinamarca con 2000 hombres nacidos en el mismo año, demuestra que en 16 culpables de delito, 15 habían nacido en condiciones difíciles. Obviamente hay que tener muchos más datos y tener en cuenta muchas otras circunstancias antes de afirmar que la delincuencia depende de partos ectópicos (partos anómalos), pero parece claro que si se predisponen condiciones mejores, siempre estará en ventaja el nuevo ser. Nacer en la violencia y con la violencia nunca podrá justificarse (continuará).

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