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Ramos y el presidente

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"Tengo un defecto gravísimo para el ejercicio de mi profesión. Creo que el periodismo es un servicio público donde debe primar la verdad y no los intereses de los políticos, empresarios, banqueros, de los sindicatos o del que me paga".— Julia Navarro

Reconozco la disposición del presidente Andrés Manuel López Obrador por mantener un diálogo abierto tanto con los medios de comunicación como con los ciudadanos. Coincidamos o no en el rumbo que han tomado las cosas y en las decisiones de su Gobierno, el mandatario busca -quizá de forma excesiva- estar cercano y presente.

López Obrador, además de resultar un gran comunicador -otra virtud insoslayable que amigos y adversarios reconocen por igual- es un político que disfruta siendo cercano a la gente. A Andrés Manuel le gusta que conozcamos sus filias, fobias, odios y amores por igual, y también mucho de lo que se dispone a hacer.

Sin embargo, en México no somos de medias tintas y parece que seguimos sin habitar en el punto medio de las cosas. En un santiamén salimos de un Enrique Peña Nieto que vivió en una burbuja y totalmente alejado de la realidad, para encontrarnos con un Andrés Manuel López Obrador que más que como presidente, en ocasiones se comporta cual telepredicador ganoso de pontificar sobre distintos temas.

Hoy en día asistimos a tal cantidad de información, a menudo falsa, por ello el ejercicio periodístico en su esencia más pura y virtuosa, sí, aquel que contrasta, señala e investiga, llama a cuentas, incomoda y jamás está dispuesto a ser omiso o complaciente, sea tan necesario. Frente a los posibles excesos y tentaciones autoritarias de cualquier poder o gobierno sin importar el espectro ideológico o político donde habite y se desarrolle, la ciudadanía precisa de fuentes confiables de información que lo lleven al contraste, verificación y análisis ponderado y racional de la información que recibe.

Más que un verdadero ejercicio de transparencia y rendición de cuentas, las conferencias de prensa del Gobierno de la república se han convertido en un espacio donde el titular del Poder Ejecutivo y sus colaboradores ofrecen datos, cifras y opiniones que cada vez coinciden menos con la realidad. No infiero que a López Obrador le guste mentir, pero a menudo las consideraciones vertidas durante la mañanera se caracterizan por ser demasiado optimistas o distan de la realidad en la que viven millones de mexicanos.

Algo tienen en común López Obrador y Jorge Ramos, periodista mexicano radicado en Miami. Los dos cuentan con una gran cantidad de seguidores y detractores por igual. Sin embargo, solo uno de ellos está obligado y es responsable de dar resultados de Gobierno y cumplir con los múltiples compromisos adquiridos. En tanto, la profesión de Ramos lo lleva a hacer preguntas difíciles.

Nos puede o no gustar su estilo y estridencia pero afortunadamente, un encuentro con Jorge Ramos jamás será empresa sencilla para ningún político. Ramos lo mismo se ha sentado con presidentes de izquierda o derecha, desde Fox y Calderón, Salinas de Gortari o López Obrador, que con dictadores de la calaña de Hugo Chávez o Nicolás Maduro. Como entrevistador Ramos resulta inteligente, polémico, incisivo, mordaz, implacable y no se anda con rodeos.

Podrán acusarlo de ser excesivamente mediático y protagónico, pero nunca señalarlo por ofrecer concesiones o mostrarse complaciente con los entrevistados. Eso, quizá, supone su característica más notable.

Ayer, Jorge Ramos se presentó ante López Obrador a cuestionar las propias y alarmantes cifras de inseguridad que arroja el actual Gobierno. Se trató, en todo momento, de un intercambio de ideas respetuoso -que no fácil- por lo que a ambas partes respecta.

Así hubiese sido un diálogo ríspido, el presidente está y siempre estará en el derecho de molestarse o no coincidir con determinados reporteros. Por su parte, el derecho de Ramos y muchos otros radica en poder preguntar lo que les venga en gana. Tan sencillo como eso.

"Eso sí calienta" reviró López Obrador a Ramos, cuando el periodista le dijo que era el presidente con las peores cifras de criminalidad desde tiempos de la Revolución. "Desde el comienzo de su administración han sido asesinadas casi 35 mil personas, además de que los índices de secuestros se encuentran en niveles alarmantes. ¿Por qué no cambia a su gabinete de seguridad si no ha dado resultados?, asentó e inquirió, palabras más, palabras menos, Ramos.

Sin entrar demasiado en materia o debatir el hecho de que Jorge Ramos tiene razón en sus aseveraciones, es menester apuntar que López Obrador motiva dichos intercambios de preguntas y todo indica que lo seguirá haciendo. Con sus bemoles, hasta ahora es el propio presidente quien promueve que muchos lo increpen y cuestionen. Jorge Ramos, tengámoslo por seguro, seguirá cumpliendo con la parte que le corresponde. Resulta, además de sano, muy necesario para cualquier democracia.

Lo lamentable, como siempre, ha sido la virulencia con la que reaccionan las hordas de fanáticos del mandatario, aquellas que siguen sin entender que el ejercicio periodístico no se trata de una cuestión personal. Si somos justos, lo mismo ocurre con otros políticos que toman de buena gana los cuestionamientos y críticas al tiempo que sus seguidores interpretan todo como una afrenta imperdonable.

Lástima de piel, tan delgada, en la que habitan algunos. Poco duró la tregua decembrina que el propio presidente López Obrador tuvo a bien sugerir para 2020. Parece que algunos de sus seguidores no lo escucharon…

Twitter @patoloquasto

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