La tragedia acaecida el viernes pasado en el Colegio Cervantes de la ciudad de Torreón, que ha consternado y puesto de luto a la Comarca Lagunera y a la sociedad mexicana en su conjunto, es un hecho que nos debe llevar no solo a la reflexión, sino también a la acción directa. La actitud de la profesora víctima del ataque resulta heroica, porque emulando al buen pastor dio la vida por sus alumnos, actuando en términos que sugieren que logró limitar los efectos destructivos de la agresión.
Es positivo que ante la sorpresa se hayan suscitado reacciones que invitan a la solidaridad con la comunidad escolar y con la familia de las víctimas, incluido el causante del ataque, que al quitarse la vida a sí mismo se convirtió de verdugo en víctima, lo que impide tener una declaración suya de primera mano, que pudiera arrojar luz sobre el porqué de los hechos. Por otra parte, no convence el postulado repetido hasta el cansancio en las redes sociales según el cual no debemos buscar responsables porque "todos somos culpables…", como si de un pretexto se tratara para eludir la investigación que nos lleve a conocer qué fue lo que pasó.
Qué bien que evitemos una cacería de brujas o una reacción ciega y vengativa en busca de chivos expiatorios, sin embargo, esa loable actitud no debe ser obstáculo para que se realice una investigación a fondo por parte de la Fiscalía General del Estado de Coahuila, que permita llegar a Gobierno y sociedad a conclusiones que nos hagan reconocer las causas que en el caso particular nos llevaron a tales efectos trágicos y nos ayuden a evitar que se repitan.
Ya sabemos que la condición humana es naturaleza caída y que el mal surge del interior de la incógnita del hombre. En términos generales, conocemos que en la tragedia operan la falta de atención suficiente a nuestros hijos, la deficiente integración familiar, la disposición de armas de fuego, el abuso de los videojuegos, el mal uso de la tecnología que incide en la deformación de la conducta, etcétera. Lo normal es que la generalidad de los padres de familia pensemos que con nuestros esfuerzos del día a día cumplimos con el cuidado de los menores a nuestro cargo, y cuando ocurren hechos inesperados como los que son objeto de comentario somos los primeros sorprendidos de haber dejado pasar signos que anunciaban la tragedia, y a toro pasado parecen evidentes.
Por ello no es suficiente quedar en las apreciaciones obvias y generales. Es necesario descender a los detalles particulares del caso concreto de que se trata, y por ello procede indagar sobre causas específicas relacionadas con lo ocurrido, lo que resulta indispensable para llegar a conclusiones y obtener experiencias que nos ayuden a todos a prevenir el futuro.
Ha sido acertada la actuación de la Fiscalía General del Estado de Coahuila a cargo de Gerardo Márquez Guevara, al señalar a un sospechoso a partir de una investigación en el ambiente íntimo del agresor, y en los dispositivos electrónicos que usaba en vida. La indagatoria ha revelado que el menor tuvo a su alcance juguetes bélicos y que realizó un entrenamiento virtual de la utilización de las armas de fuego que para realizar el ataque obtuvo de su entorno familiar frente a las narices de las personas encargadas de velar de su cuidado y vigilancia y que sin duda lo amaban, como nosotros amamos a nuestros hijos.
En la investigación que se lleva a cabo, las autoridades deben contar con todo el apoyo y la cooperación de la sociedad, así como de la comprensión necesaria para sobrellevar las molestias que suelen generar una labor de tal naturaleza. Debemos salir del pasmo, entendiéndose como tal el asombro extremo que nos paralice e impida reaccionar. A la oración por las víctimas y a la reflexión sobre lo acontecido debe seguir la acción que contribuya a prevenir y resolver problemas similares en el porvenir.
