Llegó sin avisar y me dijo de buenas a primeras: -Soy la última oportunidad.
Creí reconocerla. Muchas veces pensé haberla visto. Le pregunté qué podía hacer por ella.
-Diga a sus cuatro lectores -me pidió- que aunque todos me llaman "la última oportunidad" la verdad es que no soy la última. Soy la penúltima, y aun en ocasiones la antepenúltima. A veces soy solamente una de tantas oportunidades, y quedan todavía muchas otras antes y después de mí. Recomiende usted a quienes lo leen que no me confundan: la que parece la última oportunidad generalmente no es la última.
-Y ¿por qué me pide eso precisamente a mí? -quise saber.
Respondió:
-Porque usted es mi última oportunidad.
Hizo una pausa y se enmendó a sí misma:
-Bueno, quizá no la última. Pero sí la penúltima. O la antepenúltima. O una de las muchas oportunidades que todavía me quedan.
Así dijo la última oportunidad. La verdad es que no es la última.
¡Hasta mañana!...