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A propósito de la violencia

ENFOQUE

RAÚL CUÉLLAR CHÁVEZ

Alteración de la paz social y provocación del caos son el resultado de la violencia, que parece haber obtenido en México, carta de naturalización para quedarse como un fenómeno normal al que hay que acostumbrarse, a la que los diferentes estratos de la sociedad aceptan e incorporan registrándola como formando parte de la existencia.

Fue el filósofo alemán Emanuel Kant, quien escribió interesante ensayo, "Metafísica de las Costumbres", en el que aborda el tema de la unidad y la pluralidad, el caos y la paz social, entre otros asuntos igualmente importantes y trascendentes que afectan el desarrollo de las personas que viven en sociedad.

El fuego no se apaga con fuego ni la ropa mojada se seca con agua. En un claro contrasentido, en la Ciudad de México, un grupo de mujeres realizó una manifestación en el centro de la capital para protestar por la violencia contra la mujer, cometiendo actos violentos y de vandalismo que desvirtuaron el objetivo de su protesta.

Debemos rechazar de manera contundente que sea esencia de los mexicanos el tener que acostumbrarnos a vivir en un ambiente hostil, antagónico y de permanente confrontación, y tengamos que aceptar la violencia como algo natural.

Los sociólogos y tratadistas al abordar el tema del origen de la sociedad, así como la justificación de su existencia, coinciden en señalar que la sociedad nace cuando el hombre valoró la conveniencia de vivir en grupo. Aristóteles, Locke, Montesquieu, Rousseau, Bodino y otros teóricos, aportan al estudio de la sociedad, la tesis de que ésta surge en el momento en que los hombres se percataron que no podrían vivir segregados o divididos.

Desde los tiempos del filósofo griego se dijo que el hombre es un "zoon politykon", un animal sociable por naturaleza. En determinada etapa de su historia, los hombres renunciaron a su libertad individual y pactaron vivir en sociedad, celebrando un Contrato Social

No hay una definición totalmente aceptada por los estudiosos; sin embargo, generalmente destaca el concepto que la considera como el uso de la fuerza para causar daño a alguien; la interferencia física que ejerce un individuo o un grupo de personas en el cuerpo de un tercero, sin su consentimiento, acción que puede producir desde un rasguño, una fractura, la pérdida o lesión de un órgano o miembro, un ataque al corazón hasta la muerte misma.

Más dañina y dolorosa que la física, es la violencia psicológica o moral, que ejerce una persona sobre otra, torturándola, intimidándola con amenazas para que haga o deje de hacer algo, generalmente amenazándola con hacerle daño o a un miembro de su familia o del círculo de amigos, exigiéndole entrega de dinero a cambio de no cumplir sus amenazas.

Lo que no se entiende y desde luego se rechaza, es la conducta en que incurrieron varias mujeres en la Ciudad de México que, encapuchadas para ocultar su identidad, protestaban por la violencia contra las mujeres, cometiendo actos detestables destruyendo bienes públicos como casetas, aparadores, pintando muros y causando daño a bienes monumentales que son propiedad de la Nación. Algo similar sucedió en Torreón.

Las imágenes que proyectaron los canales televisivos exhibiendo a este grupo de señoras realizando las acciones comentadas, obliga a que se haga una reflexión, seria, sincera y profunda que permita conocer las causas de esta conducta, porque ahí está el origen del problema. Atacando las causas se pueden evitar las consecuencias que generalmente terminan en la desintegración de la sociedad, en el enfrentamiento de sus sectores que polarizan sus condiciones hasta generar un cuadro de inestabilidad, de temor ciudadano, de angustia y desesperación social.

Quien hoy es Presidente de la República, en su campaña como candidato, afirmó reiteradamente, y tal vez ese ofrecimiento le significó el triunfo electoral, que él tenía la solución al problema de la violencia y su efecto inmediato que es la inseguridad.

La gente, desesperada por la situación que se vivía, le creyó y votó por él. Así que está obligado moral, política y constitucionalmente a encontrar solución al tema de la violencia y de la inseguridad.

Sin embargo, a un año justo de haber asumido el cargo, la violencia no sólo no ha desaparecido, sino que ha ido en aumento día con día, amenazando con producir una psicosis social que atenta contra la base y esencia social: la familia.

Independientemente de su plataforma ideológica y de su filosofía política, como Jefe de la Nación, tiene la obligación de garantizar la tranquilidad de los ciudadanos, a establecer las condiciones de estabilidad social para que la gente pueda desarrollar con entusiasmo, optimismo y tranquilidad las tareas que le corresponden, dirigidas todas ellas a promover la armonía entre los sectores que la integran y componen.

No debe importarle si se trata de un morenista, de un priísta, panista o perredista; que sea católico, evangélico, o mormón; de un intelectual o de un inculto, de un comerciante o un industrial; de un profesionista o de un analfabeta; de un hombre o de una mujer; en fin, todos deben importarle por igual, en tanto que sean mexicanos.

Más allá de las causas inmediatas que la generan debe prevalecer la voluntad política y la decisión del Estado de poner fin a la violencia, en todas sus manifestaciones, tipos y características, pero por encima de todas a la violencia de género. Respetemos y cuidemos a la mujer pues en torno de ella se forma, se desarrolla y educa el núcleo central de la sociedad: la familia. Si ésta se descompone viene el caos social, y en seguida la anarquía política. Hay que evitarlo.

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Diciembre 1º de 2019

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Escrito en: Enfoque

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