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Las noticias indoamericanas

JULIO FAESLER

En Bolivia las fuerzas de extrema izquierda y los productores de coca, defienden la gestión de Evo Morales y repudian a Jeanine Áñez, vicepresidente y senadora del Partido Liberal Demócrata, que se proclamó presidente interina. Esta parlamentaria aprovechó la coyuntura para advertirle a México que los grupos ideológicos tienen por método conquistar el poder por vías electorales para luego secuestrar cualquier movimiento democrático y enquistarse permanentemente en el poder.

La fórmula también la ha utilizado otros países como los Estados Unidos en los casos de Panamá para hacerse de los derechos sobre el canal, Cuba donde José Martí fue usado como bandera para solapar la Enmienda Platt, o Filipinas que el movimiento independentista fue aplastado por las tropas norteamericanas en 1898.

Para México la situación que se ha producido con la irrupción descontrolada de la violencia requiere astucia en nuestra Cancillería que debe saber compatibilizar la posición de presidente López Obrador que extendió una bienvenida abierta y generosa, incluyendo el alojamiento en una zona militar, resguardado contra toda posibilidad de agresiones y las realidades del tablero de ajedrez mundial.

Hay que tomar en cuenta la necesidad que Estados Unidos ha sentido de estar siempre al tanto, y en detalle, de todos los acontecimientos mexicanos está tan viva hoy como a principios del Siglo XIX. La impulsa la notoria inestabilidad económica y política en que se halla toda la América Latina.

El desastre socioeconómico y político de Venezuela, por ejemplo, o los choques populares con el ejército en Chile o Colombia, afectan la solidaridad que queremos en la comunidad latinoamericana.

Esos enfrentamientos no podrán cumplir sus utópicas promesas por la simplísima razón de la imposibilidad de entregar a los ansiosos pueblos los elementos más simples de bienestar en un clima de libertades. Para lograr esto se necesita madurez.

No faltan intentos para hallar la forma de cuadrar este círculo que es bastante problemático por tener su raíz en la separación del factor capital del factor trabajo. La obligación de entendimiento que las fórmulas imponen condena a estas dos partes de una sociedad anónima se caracteriza por ser un equilibrio siempre inestable.

Los países que han alcanzado suficiente desarrollo económico para dar a la mayoría de sus habitantes unas adecuadas medidas de seguridad en la vida cotidiana de todos, han encontrado paz interna y aceptación de las restricciones inevitables para poder creer en su permanencia.

En los países de América Latina como los de África la búsqueda de la justicia con desarrollo es más difícil por la pobreza apergollante en que viven grandes porciones de la población. No hay mucho que esperar de las soluciones que se van ensayando. Las que brotan de las revanchas históricas carecen de suficiente vitalidad innovadora y fracasan. Demasiado pronto se encallan.

América Latina ha estado siempre en el crucero de pensamientos políticos opuestos. Tanto las adaptaciones de la izquierda como las demás no han rendido frutos satisfactorios y por eso nuestra región se encuentra en constante irritación agravada por la falta de instrucción educadora. El futuro será inaceptable hasta que se llegue a la etapa en que se ha aprendido que al final de todo es mejor aceptar los niveles medianos como posibles, pero sabiendo que lo ideal quedará por verse.

A Bolivia, tierra de próceres decimonónicos admirados, pero desde el primer momento procesados por sus propios compañeros de insurgencia, tiene todavía mucho tiempo por delante para aprender. La proporción importante de su población indígena la obliga a un desarrollo planeado a dos o más velocidades que todos deben entender como la única fórmula realista y que hay que aplicar porque, como lo decía León Felipe, no es importante llegar primero, sino llegar juntos.

México tiene también una variada composición indígena objeto de programas oficiales. Ahora el presidente de la República subraya la división al clasificar a los pensionados en: indígenas, mestizos y… "otros". Así las cosas, nunca llegaremos a unirnos y entendernos como partes iguales de un gran todo nacional. Ojalá el nuevo libro de López Obrador contenga la solución.

En Bolivia, el presidente cocalero, quiere que siga una división étnica. En México, el presidente de los manglares ve a su país en estratos. Ambos caen en el mismo error de no creer en una posible y genuina concordia de las comunidades multiétnicas. La confianza depositada solo en un grupo, deja a los demás a su suerte.

Lo importante, empero, es que si América Latina no encuentra su rumbo y papel a jugar en el mundo del Siglo XXI, la potencia al norte repetirá sus tácticas.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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