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CONTRALUZ

VER CON OTROS OJOS

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

Cierto conocido expresó que aprender una nueva lengua está pasado de moda, cuando la tecnología nos facilita la traducción de un idioma a otro sin mayores dificultades. Mi lectura es distinta: aprender una lengua nos permite explorar a profundidad nuevas culturas, que de otra manera no habríamos tenido oportunidad de conocer. Proporciona la ocasión de entender los estilos de vida de países que hablan la lengua que se estudia, de modo de ampliar nuestro horizonte, y por qué no, entablar relaciones interpersonales que mediante un traductor digital no podrían haberse desarrollado.

Ha sido de ese modo como hace un par de años, poco más, me inicié en el aprendizaje del idioma francés, actividad que gozo enormemente. Como una forma de ampliar los conocimientos, me he suscrito a algunos sitios francoparlantes, y ha sido en uno de ellos donde me hallé una nota que dio pie a la presente colaboración. En una población de la región de Auvergne, Francia, el padre de un alumno de preparatoria amenazó a uno de los maestros, de manera que toda la plantilla de enseñantes decidió acogerse al "derecho de desistimiento", una figura jurídica de la Ley Laboral francesa, que faculta a los ciudadanos para actuar frente a una amenaza que ponga en peligro la salud o la vida. De este modo los profesores asistirán a sus labores, pero permanecerán en silencio toda la jornada. La nota viene acompañada de una fotografía en la que aparecen todos los maestros solidarizándose con el afectado. Expresan que la amenaza a un profesor es una falta seria, razón por la que buscan evitar que hechos como ese se repitan a futuro.

Se antoja como una forma altamente civilizada de solidaridad, manifestar el respaldo al problema de un compañero de trabajo, sin apasionamientos que puedan derivar en violencia. Lo contrasto con casos de linchamiento presencial o digital que hemos tenido en nuestro país. A partir de una supuesta falta, un grupo de individuos ejercen represalias contra quien o quienes se consideran responsables de la misma. Ha habido lamentables casos de personas muertas en linchamientos, que posteriormente se descubre que eran inocentes. Los ánimos se caldean de modo irracional, y el actuar en forma colectiva provoca dos fenómenos singulares: la acción se intensifica y la culpa se diluye, de manera que el grupo se convierte en una criatura monstruosa capaz de acabar con aquel o aquellos a quienes se les ha señalado como autores de determinado delito.

Una forma novedosa de linchamiento es la digital. Difícilmente, quien participa en redes sociales, podrá aseverar que nunca ha estado involucrado en algo así. Todo comienza cuando se atribuye determinada conducta a una figura pública, y a partir de ello comienza la andanada de críticas que rápidamente escalan de nivel, hasta tornarse sumamente agresivas. En el espacio digital se constituyen dos partidos opositores, uno formado por quienes tachan a la figura pública, y el otro por quienes la defienden. Cuando revisamos el hilo de estas conversaciones, podemos identificar el momento en que se pasa de lo directamente relacionado con la conducta que inició el señalamiento, al terreno personal o familiar de los participantes.

En el Congreso de Periodismo Cultural celebrado en la provincia de Santander, España, el pasado mes de abril, se catalogó el hostigamiento digital como un debate social cargado de "furia tóxica", que contamina personajes e instituciones, destruye reputaciones y representa una especie de campo minado. En poco más de quince años de existencia de las redes sociales, lo que originalmente se contempló como algo capaz de ampliar la comunicación interpersonal, se viene convirtiendo en un circo romano. La furia y el resentimiento son los grandes protagonistas.

El excesivo manejo de hechos de violencia, a través de los medios de comunicación, nos va volviendo insensibles con el tiempo. Si los canales informativos nos saturan de manera constante, con noticias que dan cuenta de las acciones más hostiles entre humanos, llega un punto en que tales hechos dejan de sorprendernos. De manera paradójica, como que vamos necesitando una dosis mayor de violencia, para que aquello que se está comunicando capture nuestra atención. Algo similar sucede en redes sociales. En uno y otro caso, la censura es muy relativa, de modo que esa "normalización" de hechos sigue creciendo en nuestra mente, llevándonos a interpretar que dicha violencia forme parte integral de nuestra sociedad.

Expandir nuestro horizonte al conocer otras formas de vivir, y de resolver problemas, nos provee de mejores herramientas para enfrentarlos. Viajar, leer o aprender una lengua son excelentes modos de comenzar a ver las cosas con otros ojos.

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