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El Buen Fin, ¿qué tan bueno es?

JULIO ALEJANDRO MILLÁN

Del 15 al 18 de noviembre se celebró la novena edición del programa El Buen Fin que, organizado por el gobierno federal en alianza con cámaras y asociaciones de representación empresarial, tiene por finalidad reactivar la economía fomentando el consumo, pero sobre todo mejorar la calidad de vida de todas las familias.

Se estima que en este año se superen las ventas por más de 118 mil millones de pesos (mmdp) equivalentes a un incremento de 5% de lo registrado en 2018 y, a decir por sus resultados, puede considerarse un programa con perspectivas positivas, ya que el valor nominal de las ventas se ha poco menos que triplicado entre 2011 y 2018, pasando de 39.8 a 112.4 mmdp.

Se espera que la edición de este año contribuya a revertir la tendencia negativa que el consumo privado de bienes y servicios ha experimentado desde el tercer trimestre de 2017, además de estimular la venta de autos que al mes de octubre presenta una caída de 7.65% respecto al mismo periodo de 2018, la mayor en 10 años desde la crisis de 2009.

El Buen Fin representa un trato ganarganar para empresas y consumidores. En 2018, según Inegi, participó 55.2% de las empresas dedicadas al comercio al por menor y 13.6% de aquellas que ofrecen servicios privados no financieros. Por otro lado, 94.3% de comercios y 88.3% de servicios captaron ingresos mayores o iguales en noviembre respecto a los percibidos en el mes previo.

En el caso de los consumidores es un año de contrastes, pues si bien la confianza en el consumo es la más alta registrada para el mes de noviembre desde 2011, también es la que mayor caída acumulada presenta en este año.

Los datos disponibles señalan que este programa propicia la adquisición de bienes duraderos y en menor medida de consumibles. El 32.4% del total de ventas se destinó a la venta de automóviles, con 20.1% le siguen productos de electrónica, celulares, computadoras, enseres domésticos y muebles y, finalmente, con 18.9%, ropa, calzado, juguetes, música y libros.

En el caso de servicios, 52.6% de los ingresos fue por reservaciones de vuelos, paquetes y viajes turísticos y de hospedaje; le segunda con 28.6% la contratación de servicios de telecomunicaciones, renta de vehículos y otros servicios, y finalmente el consumo de alimentos y bebidas alcanzó 18.8%. Lo anterior da cuenta de que el programa pretende incentivar el turismo y contribuir con el acceso a un mejor estilo de vida en los hogares mexicanos.

Además del estímulo a la economía, el programa es una oportunidad para fomentar el uso de medios de pago bancarios, incluido el reciente Cobro Digital (CoDi) de Banco de México, así como el mayor uso de comercio electrónico que, de acuerdo con la Concanaco Servytur, en 2018 las operaciones por e-commerce alcanzaron 7 mil millones de pesos (36% más que en 2017), y para este año podrían crecer más de 50%.

Empero las cifras positivas, existen dos temas que no pueden pasar desapercibidos; el primero es la protección al consumidor y el trabajo que Profeco y Condusef desempeñen para fungir como aliados en pro de los derechos del consumidor. El segundo obedece a la responsabilidad en la capacidad de pago y a la prudencia en el nivel de endeudamiento, o en pocas palabras: comprar sólo lo que se puede pagar.

Según sondeos, más de 60% de los consumidores optan por pagar con efectivo y tarjeta de débito; sin embargo, los hábitos de planeación de ahorro están poco arraigados y puede vulnerar y comprometer sus finanzas en montos superiores a 5 mil pesos.

Finalmente, ante la pregunta sobre si El Buen Fin contribuye a incrementar el consumo, la respuesta es infortunadamente no. El doctor en economía Fausto Hernández concluye que al igual que en Estados Unidos con el Black Friday, en México sólo existe un efecto de desplazamiento entre las compras de noviembre a enero, por lo que el consumo se normaliza sin presentar claramente un efecto en el mercado.

Todo parece indicar que El Buen Fin es una buena iniciativa que busca estimular la economía por la vía del consumo; sin embargo, este año presume ser más conservador en sus alcances al enfrentar una desaceleración económica y una disminución en el empleo. Más allá de ello, lo cierto es que necesitamos mayores estímulos que reactiven la economía por la vía de la producción mediante incentivos a la inversión y a la generación de empleos permanentes formales.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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