Tanto por aprovechar la oportunidad como por ver cristalizado un sueño, cinco entusiastas del motor, en su momento decidieron aplicar sus talentos para construir un auto. (EL UNIVERSAL)
Si algo distingue al carácter de los italiano es la búsqueda del ideal y su férrea obstinación en alcanzarlo. Sea en el terreno de la alta moda o el vino, inventando la radio, fusionando emprendimientos o cancelándolos, la visión italiana del progreso siempre va de la mano de hacer algo extraordinario.
La vocación italiana por el gran diseño es milenaria, pero el renacimiento la impulsó en capitales como Florencia, Milan y Turín, donde se encontraron las condiciones para desarrollo y sofisticación en pintura, artes gráficas, escultura, arquitectura, moda, y eventualmente mecánica.
Mucho se ha escrito de la voluntad indómita de Enzo Ferrari, las investigaciones de Giovanni Battista Pirelli, o la sofisticación de Sotirio Bulgari, y de lo que se ha escrito, una buena parte sería en una derivación de las creaciones de la casa fundada por Camillo Olivetti, pero estos referentes no están solos en la constelación de visionarios que impulsan a esa nación, en especial en cuanto a ruedas se refiere.
Tanto por aprovechar la oportunidad como por ver cristalizado un sueño, cinco entusiastas del motor, en su momento decidieron aplicar sus talentos para construir un auto que llevara su nombre. Grandes fundadores aplicaron la técnica al desarrollo de la producción en serie, pero la diferencia entre esta selección de inconformes contra nombres como Vincenzo Lancia, Nicola Romeo o Giovanni Agnelli se halla en que, en la mayoría de los casos, su enfoque no era fundar un gran emporio, sino específicamente desarrollar un vehículo de altas prestaciones para satisfacción personal.
Claro, después sería momento de buscar otros entusiastas que se interesaran en tener uno de esos ejemplares en su colección. Esta exploración del terreno llevaría a unos a una lucrativa venta, otros a una distinguida carrera o simplemente a la satisfacción de un deseo.
La lección de la huella dejada por estos visionarios es que es más conveniente forjar un imperio primero y, luego, satisfacer estos caprichos personales, pues en ocasiones la escasez del flujo de efectivo puede aplicar repentinamente el freno (sin ninguna asistencia) a este tipo de sueños que marcan la historia.