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Con licencia para matar

ÉDGAR SALINAS URIBE

La mañana del domingo un asesinato en medio de una multitud en las cercanías de la Alameda Zaragoza de Torreón sacudió la habitual inercia del desfile conmemorativo por el inicio del levantamiento armado convocado por Francisco I. Madero hace casi trece decenas de años.

Al principio, en redes sociales se dispersó el rumor de que se había tratado de una balacera. La confusión se hizo viral. Un tuit del área de comunicación de la Dirección de seguridad pública amplió las dudas y enardeció aún más el griterío en redes por su sobrada insensibilidad e incapacidad para comunicar. Poco después el propio alcalde les corrigió la plana. Al mundanal ruido contribuyó el habitualmente gárrulo Vicente Fox con un mensaje desproporcionado y politiquero. En los reportes al minuto de los profesionales de la noticia tampoco había claridad. Pasado un rato se fue precisando lo ocurrido, una persona había sido asesinada al recibir disparos a quemarropa. Minutos después se puntualizó que se trataba de una mujer, maestra de profesión.

Por la tarde, en su cuenta de Twitter el gobernador informaba que se había detenido al presunto autor intelectual del homicidio.

Un día después, de las siete noticias más leídas que registró El Siglo de Torreón, seis tenían relación con el suceso: "La mató por interés: Familiares de Mireya, maestra del CETIS 83"; "Cae autor intelectual del asesinato a maestra en Torreón"; "Hijastro planeó asesinato de maestra en Torreón: Fiscalía"; "No entiendo todavía que pasó"; "Violencia mancha desfile por la Revolución Mexicana en Torreón"; "Indigna mensaje de DSPM en redes sociales", así las titularon y en ese orden fueron las más leídas.

Pese a la noche de pesadilla que duró varios años y a que un día sí y otro no se suceden homicidios en la región hasta normalizar su ocurrencia, este en particular ha despertado un dolor, enojo y atención particular. Es cierto que hay de homicidios a homicidios, por cruda que se la expresión.

Entre los comentarios de los profesionales de las noticias está uno que llamó mi atención. El fraseo no es exacto pero la idea giraba en torno a la facilidad con que se puede matar a una persona en este país. En efecto, terriblemente así es.

Respecto al homicidio, la mayor parte de la literatura teórica, que no es mucha si se compara con otros tópicos, se ha escrito desde la vertiente jurídica: ante el hecho, determinar la culpabilidad, su grado y consecuencias. También se ha analizado desde la moralidad, sobre todo que, pese a que de bote pronto suscita descalificación absoluta, los matices se han esbozado desde el utilitarismo, por ejemplo, al introducir escenarios como el matar en defensa propia. Estas perspectivas no ayudan a comprender el homicidio que con facilidad se comete y se vuelve normal en una sociedad. Y es importante que nos hagamos la pregunta por la facilidad, porque en México se cometen más de cien asesinatos por día.

Hay un ángulo de reciente conformación teórica para tratar de comprender este fenómeno. Se trata de la perspectiva cultural. Esta posición plantea que cuando el homicidio deja de ser algo extraordinario y su gran cantidad y cotidianeidad son la norma (caso mexicano), hay que rumiar en la caja de herramientas que la cultura de una sociedad ofrece a sus miembros para dirimir problemas. La cultura es continente de instituciones formales e informales. Cuando las primeras no funcionan, las segundas prevalecen de múltiples formas hasta hacerse prácticas culturales normalizadas, independientemente de su aceptación o rechazo moral.

La facilidad para hacer algo que se supone está sancionado por las instituciones sociales no es espontánea. Es, digámoslo así, una facilidad creada, de alguna manera permitida, de cierto modo normalizada. ¿Cómo llega una sociedad a normalizar y facilitar lo inaceptable como herramienta cultural para la resolución de problemas? Luego de un proceso paulatino de degradación institucional y hemos de suponer que no solo de aquellas instituciones encargadas de perseguir y sancionar.

La existencia de ejemplos de sociedades en donde el homicidio es la excepción es la evidencia que sí se pueden estructurar prácticas culturales que vuelvan muy difícil e indeseable su ocurrencia. Lamento lo ocurrido y me sumo al pésame a la familia y amistades de la maestra.

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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