Cultura

Frutos literarios de un aula

Un grupo de alumnos de la primaria Niños Héroes basa su formación en la literatura

Compañerismo. A través de la literatura, el profesor y poeta Édgar Camacho inculca valores a sus alumnos. (SAÚL RODRÍGUEZ)

Compañerismo. A través de la literatura, el profesor y poeta Édgar Camacho inculca valores a sus alumnos. (SAÚL RODRÍGUEZ)

SAÚL RODRÍGUEZ

La neblina cubre los cerros con sus ocho grados centígrados de espesor. El frente frío número 12 se niega a disiparse en el poniente torreonense y oculta algunas de las viviendas cimentadas sobre piedra.

Tres minutos antes de las ocho de la mañana, el poeta y profesor Édgar Camacho cruza el portón blanco de la primaria Niños Héroes, en la colonia La Libertad. Es el comienzo de su rutina, como en cada día de clases, donde la métrica de sus pasos marca el patio de la escuela y luego asciende por unas escaleras hasta su salón, en el primer piso de un edificio. Allí imparte su conocimiento a un grupo de sexto grado.

El aula recibe con un árbol de papel, plasmado sobre paredes azules y en cuya copa se lee la frase: "Frutos leídos". La calefacción no funciona, una ventana carece de cristal y por ella se filtra la brisa gélida. Hay pocas bancas, los alumnos toman asiento y se amotinan hacia los muros. El grupo es de 25 niños, hoy sólo vinieron 12.

Camacho desempaca el contenido de su mochila sobre el escritorio, aparta lo prescindible y toma un libro: La historia interminable de Michael Ende. Siempre empieza su cátedra con una lectura; así se despierta la infancia.

"Lo hago porque considero que la lectura crea esos cimientos para que los conocimientos puedan llegar más rápido. Más que nada porque te hace sentir niño".

El profesor ha elegido la narración de La batalla en la Torre de Marfil, arranca la lectura en voz alta y da rondines por el aula. Atentos, los niños se sumergen en la imaginación, en ese reino cálido que es inmune al frío.

Los estudiantes toman su pluma como espada y sobre un escudo de papel bond anotan destellos, pensamientos, reflexiones. Se observan en un paisaje que ellos mismos recrean a partir de narrativas. Son dueños de ese mundo, se abstraen para entender mejor su entorno.

"Me quedó muy grabado en la ocasión de una lectura de Joselo Aguirre, sobre un cuento que habla del suicidio. En esa sesión no hicimos preguntas, nada más reflexionamos sobre ese acto. Yo me quedaba impresionado de que me decían: 'No, es que es un escape, profe, no quiso batallar'. A veces los subestimamos por ser niños, pero realmente sí tienen un pensamiento crítico".

Además de incursionar en el magisterio, Édgar Camacho convierte en versos las experiencias que vislumbra en el hábitat del salón. Este año publicó su libro La palabra oscura se derrama en tu vientre, donde algunos de sus poemas están inspirados en las vidas de sus alumnos.

"Empecé a escribir porque sentía la necesidad de que ellos tenían que ser escuchados".

Menciona que varios de los niños le han compartido el deseo de ser escritores, que la lectura ayuda a expresar sus sentimientos pues traslada la imaginación hasta desarrollarla y los fortalece como seres humanos, en un escape de la rutina que los asecha en sus hogares y contextos.

"Trato de inculcarles de que no se vayan a ir por esa salida fácil, que hay un mundo afuera. Si quieres ser escritor, tú puedes ser escritor. Si quieres ser poeta, tú puedes ser poeta. Si quieres ser doctor, tú puedes ser doctor. No que se limiten únicamente a lo que ven en su cuadra, en su callejón, sino que pueden salir de eso, que sean críticos, que sean pensantes".

La falta de materiales didácticos, las condiciones del aula y la estigmatización del barrio donde se encuentra la primaria Niños Héroes, no han sido impedimento para que Edgar y sus alumnos desarrollen cada mañana su lado humano. "Nos falta crecer por ese lado de la infraestructura, pero el cimiento del salón son ellos".

LOS FRUTOS

Edgar Camacho comenta que tiene cuatro ciclos escolares con el grupo. Lo tomó cuando sus alumnos cursaban el tercer grado y más de la mitad de ellos no había aprendido a leer. Entonces, esbozó una solución a la problemática: leerles libros completos durante el curso.

Uno de los autores favoritos en el aula es Roal Dahl, nombre que ha arropado a los niños con relatos como Matilda o El gigante bonachón. Los mismos infantes estilan una atracción hacia la lectura, como una semilla que germina en parcelas de letras. La prueba se puede apreciar junto al pintarrón, donde cada niño coloca sobre el muro los libros leídos durante el ciclo escolar.

El experimento literario de Camacho también ha acentuado el compañerismo. Ejemplo es el caso de Luna, una niña que ha luchado contra una barrera de aprendizaje y a quien su compañero Uriel le enseñó a leer.

Otra de las alumnas es Fátima, quien tiene 11 años y es una más avanzadas en lectura y redacción. Entre los misterios de su mochila resalta el color verde limón de uno de sus cuadernos, ese objeto es el refugio donde el relieve de sus historias queda tan marcado como un lenguaje en braile.

"El profe me ha ayudado mucho porque, como él nos lee libros, a veces nos pone a escribir historias cuando no venimos muchos y nos hace pasar al frente para que las leamos […] Lo que más me gusta de escribir es que puedes hablar de una historia. A mí lo que más me gusta son las historias de terror y a mí me gusta escribirlas porque puedes contar sucesos que pasan y hacer personajes", afirma Fátima, quien cubre su cabeza con un gorro de estambre.

Fátima es originaria del ejido El Huarache, municipio de Lerdo, Durango. Cada mañana toma un autobús que la deja en la parroquia de San Juan Bautista, justo a espaldas de su escuela. Ama a su comunidad porque, dice, es el lugar donde nació y al que pertenece.

"Nunca me cambiaría de ahí por nada, porque cuando te cambias sientes miedo porque no vas a estar con tus amigos, familia o abuelos".

Entre sus escritos, una anécdota grita la emoción que sintió al momento de presenciar una balacera en su comunidad, durante un rosario a San Judas Tadeo.

"Viene de que un lunes era 28 de octubre y estábamos rezando. Cuando se acabó, yo me fui a mi casa y ahí venían mis primas, estaban chiquitas. Después de eso, mi tía nos gritó que nos metiéramos porque estaban tirando balazos. Nos metimos y ahí nos esperamos a que se pasaran. Cuando pasó, ahí me estuve en la casa y se vino mi mamá, porque ella se escondió en la casa de la señora que rezó"

Otra pasión que ha despertado en su ser ha sido la poesía. Fátima comparte que le gustan mucho las rimas y los versos, aspecto que deja claro en la tinta de su poema Sueños y realidad: Mi corazón latía y latía / y no paraba de llorar / Y de mí surgía una gran oscuridad / así deseé que volviera a mi filosofía // Hasta que desperté / era un sueño / y sólo me alarmaba / un gran pensamiento […] solo necesito / creer en mí / para salir del suspiro / y estar para ti.

Testimonio. En un muro del aula, los niños colocan los libros leídos durante el ciclo escolar.
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Historias. Fátima es una de las estudiantes que ha escrito sobre la situación de violencia en su comunidad.
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