Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Aquel hombre iba todos los días al santuario de la Virgen de Guadalupe y se postraba a los pies de su bendita imagen.

Algo le decía con devoción profunda, algo que repetía una y otra vez. Luego se persignaba y salía del templo.

Al día siguiente lo mismo. Lo mismo cada día.

Aquello le llamó la atención al sacristán. Cuando una vez lo vio venir se escondió tras de la imagen de bulto de Juan Diego. Ahí escondido alcanzó a oír lo que el hombre le pedía a la Guadalupana.

-¡Mándame dinero, Virgencita! -le rogaba-. ¡Mándame dinero!

Al día siguiente el sacristán volvió a esconderse atrás de Juan Diego. Llegó el hombre y repitió su ruego:

-¡Mándame dinero, Virgencita! ¡Mándame dinero!

Desde atrás de Juan Diego el sacristán le dijo con cavernosa voz:

-Si quieres dinero trabaja, grandísimo huevón.

El hombre se indignó al oír aquello. Respondió hecho una furia.

-¡Contigo no estoy hablando, indio metiche!

Y así diciendo se salió del templo sin siquiera persignarse.

¡Hasta mañana!...

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